¿El fin de Cubazuela? 5 mil millones anuales en juego

  • David Sosa / martinoticias.com

ARCHIVO. Fidel Castro y Hugo Chavez jugando béisbol en Barquisimeto.

Quién iba a pronosticar que aquel demacrado Fidel Castro al que Hugo Chávez visitó aquel agosto de 2006 en su lecho de enfermo sobreviviría a su mucho más joven y totalitario discípulo.
Quién iba a pronosticar que aquel demacrado Fidel Castro al que Hugo Chávez visitó aquel agosto de 2006 en su lecho de enfermo sobreviviría a su mucho más joven y totalitario discípulo. Que los papeles se invertirían y que las visitas de Chávez a Castro, unas semanas después de que el cubano dejara a dedo a su hermano mientras se recuperaba de una operación intestinal, luego serían las de Castro a Chávez mientras el venezolano estuvo hospitalizado en La Habana, para tratar el cáncer que acabó con él.

Quién hubiera dicho que el viejo dinosaurio sobreviviría al delfín al que formó a su imagen y semejanza, al diamante en bruto al que el Comandante le vio “futuro” cuando le tendió alfombra roja en Cuba, sin ser todavía el todopoderoso presidente de Venezuela, como una manera de ofender a Carlos Andrés Pérez por haber recibido a un grupo de disidentes cubanos.

La muerte de Hugo Rafael Chávez Frías (que según el diario madrileño ABC se produjo en la misma Cuba y no en Caracas, como hicieron creer al mundo) asesta un fuerte golpe al anciano Fidel Castro. No sólo porque hace tambalear el mito de la infalible salud cubana (al final de cuentas no pudieron salvarlo), sino porque quita del camino al más poderoso socio económico de la empobrecida Isla. Al folclórico mandatario que suplía a Cuba el 62% de sus necesidades de petróleo y al que el mandamás cubano agradeció el apoyo que éste brindó a su país. “Cuando el campo socialista se derrumbó y la URSS se desintegró, el imperialismo, con el puñal afilado de su bloqueo se proponía ahogar en sangre” al régimen castrista.

Pero el viejo comandante, acostumbrado como está a convertir los “reveses en victorias”, no parece demasiado inquieto desde sus cuarteles de invierno. Las constantes visitas del presidente interino Nicolás Maduro a Cuba, sus lacónicos comunicados sobre la salud de Chávez (copiados de los del 2006 con la salud de Fidel Castro) y el respaldo de las Fuerzas Armadas venezolanas (por ahora) a la cúpula del chavismo hacen pensar que la transición ha quedado bien amarrada.

El ex embajador de Panamá ante la OEA, Guillermo Cochez (quien desafió al gobierno de Maduro a que demostrara que Chávez no estaba muerto, días antes de que se hiciera el anuncio) ha dicho que el antiguo sindicalista es un “hombre de la inteligencia cubana”. Entonces está por ver si los petrodólares de Chávez no seguirán fluyendo hacia La Habana, que se ha convertido en la sede el gobierno central de Caracas.

A esto se suma la jugosa herencia familiar amasada por Chávez, que según Jerry Brewer, director de la Criminal Justice International Associates, con sede en Miami y Virginia del Norte, alcanza los 2.000 millones de dólares.

Brewer afirma que Cuba ha recibido aproximadamente unos 5.000 millones de dólares anualmente de Venezuela en petróleo, efectivo y servicios, y menciona un tinglado financiero en el cual grupos bolivarianos enraizados en el entorno chavista habrían arañado cerca de 100.000 millones del casi un billón de dólares procedentes del petróleo de PDVSA, desde 1999.

Ese intrincado negocio económico y político es el que, según Brewer, habría sostenido financieramente al régimen cubano todos estos años, y llenado las arcas del entorno chavista. El ex embajador Cochez ha dicho que los jerarcas venezolanos se están apurando en transferir sus capitales al exterior, y en los mentideros políticos de Caracas se mencionan, en voz baja, los millonarios negociados de Diosdado Cabello y su entorno.

Todo ese tinglado seguiría firme con Nicolás Maduro, de seguir perpetuándose en el poder haciendo malabares con la Constitución venezolana. De esta manera Fidel Castro tendría una “hazaña” más para sus récords de sobrevivencia. A más de 60 atentados, a varios presidentes norteamericanos, a la Primavera Árabe y a su propia leyenda de patriarca en el invierno de su vida.