Cuba a punto de más reformas

Una pancarta comunista cuelga de los balcones de La Habana (Cuba).

No tengo bola de cristal, pero me arriesgaría a decir que antes del próximo año, quizás antes del próximo verano, se anunciarán nuevas reformas económicas, incluso políticas, destinadas a crear una nueva Constitución, o reformar la vigente.
No miente Juventud Rebelde cuando afirma en su edición dominical “Regresó Raúl a la Patria y lo hizo con la emoción reflejada en el rostro después de las intensas jornadas vividas en Caracas”. Le creo, tampoco falsea al decir que sus palabras trazan ruta y marcan pautas.

El gobierno revolucionario ha perdido su nodriza y sabe con exactitud, que sin mecenazgo, no puede optar por la continuidad del discurso no creíble, ni ambicionar la permanencia de algo que dentro de Cuba ya casi nadie necesita.

Como decía mi abuela al sentarse en su balance, antes de prender el tabaco: “lo que desespera y crea una real incertidumbre, no es lo que sucedió, sino lo que va a suceder”.

Los tiempos están cambiando, para todos, y tenemos que cambiar con ellos. Ya sé que dentro de la isla existen, cuando menos, dos bandos. Uno tiene el poder y – como suele ocurrir con tan preciado botín - no está dispuesto a cederlo, pero para mantenerlo tiene la urgencia de reinventarse.

Su principal enemigo, dentro y fuera de la palestra pública, es el lastre que genera mantener su propia inercia. Hoy, como nunca antes, la clase dominante isleña necesita con prisa acuciante, y no discreta, un acercamiento hacia un modelo más democrático. Disfrazarse de una estética moderada, aunque su target continúe siendo el mismo, ganar tiempo, siempre apostándole a la biología, oxigenarse y multiplicar fuerzas.

Creo que sin renunciar a ninguna de sus “convicciones”, no pueden hacer otra cosa que inclinar su ortodoxo sendero ligeramente hacia un espacio de mayor entendimiento, incluso con su disidencia, (la que confunde Uniformidad y Unión) que a simple vista no parecen separarle grandes diferencias.

No tengo bola de cristal, pero me arriesgaría a decir que antes del próximo año, quizás antes del próximo verano, se anunciarán nuevas reformas económicas, incluso políticas, destinadas a crear una nueva Constitución, o reformar la vigente. Separarán el Estado, el Gobierno y el Partido para potencializar el poder en pro de más evangelización política, y más legitimación. Está claro, edificarán barricadas que le permitan mantenerse inmunes frente a quienes deseamos juzgarles o cuando menos verles sentados en el banquillo de los acusados.

La Habana se está convirtiendo en un territorio al que todos - hasta yo que nunca he sido muy prudente – deberíamos mirar con sostenimiento y cuidado. Alguien escribió, que la más socorrida manera de fagocitar al enemigo es hacerle sentir importante. Recordemos que para el gobierno cubano el mundo no es mucho más que un gran campo de batallas.

Y sí, aún le quedan viejas trampas capaces de atrapar ingenuos, manipular los sentimientos de quienes hace años no disfrutan del placer de comer en familia, y manosear la candidez de otros tantos que no tienen ni una mesa a la cual sentarse. El peligro está en sobrecargar la tuerca y romper la rosca de la poca cohesión social.

El nuevo papel del castrismo es mostrar una estrenada falsa benevolencia. Ahora invocarán palabras necesarias, Justicia, Libertad y Democracia como quien reparte comida para después recoger votos. Porque si bien es cierto que cuando se sale a cazar no se usa el fusil al revés; existen historias reales en las que el tiro al tirador, le ha salido por la culata.