¿Sin utilidad?, ¿Sin virtud?

Las activistas Yoani Sánchez, Rosa María Payá y Berta Soler.

La salida de opositores cubanos al exterior ha tendido a todo trapo lo tan cubanos que somos: apasionados, extremistas, sosegados, fulgurantes, desdeñosos, en fin, humanos.

Un acontecimiento ha estremecido los foros de la cubanología y el cubaneo de los últimos días. La salida de algunos opositores cubanos al exterior ha puesto ante el candelero y ha tendido a todo trapo lo tan cubanos que somos: apasionados, extremistas, sosegados, fulgurantes, desdeñosos, en fin, humanos. Pero es específicamente a tres mujeres a quienes me quiero referir: Yoani Sánchez, Berta Soler y Rosa María Payá. Cada una hizo estirar la cuerda hasta partirse, de uno y de otro lado, de tirios y troyanos.

Por orden de aparición, el desliz lingüístico y el uso (acaso indebido) de la ironía en un campo de batalla (los medios) donde no se admiten resquicios de equivocación, a no ser para utilizarlos como pasto de su propia maquinaria, dio al traste con el primer escándalo sobre la muchacha multipremiada de la Calle Factor. Todos los posts escritos por ella en un lustro, juntados uno sobre el otro no generaron tanto flujo de comentarios como sus 15 segundos de ‘fama’, y eso es malo… pero es bueno. Si en verdad alguien dudaba que Yoani pudiera acaparar la atención del mundo, se equivocó igualmente, junto a ella. El tropiezo verbal tuvo la misma compañía de vítores y repudios. Todos sacamos la lección, ella al no volver a trocar sus herramientas de comunicación, nosotros al demostrar una vez más nuestra propensión a la intolerancia, y Europa y Washington al servirse de un camino despejado para exhibirse como anfitriones exquisitos.


Por otra parte Rosa María Payá atraviesa probablemente su momento más delicado en su carrera política, Cuba no le conoce. No le conocen incluso los activistas de los Derechos Humanos, la Sociedad Civil Independiente (no olvidemos que la oposición no es exclusivamente habanera… ni mucho menos) y los contactos con el movimiento que heredó con urgencia (MCL) no han pasado de un par de salidas de la capital del país. Pero la fuerza con que ha llevado la lucha por la denuncia de la muerte de su padre, Oswaldo Payá Sardiñas y el activista Harold Cepero Escalante, han demostrado la madera que tiene, cuenta a la sazón con tres ingredientes muy peligrosos para sus adversarios: claridad de pensamiento, facilidad comunicativa y un aferrarse a la verdad que pudiera poner al régimen castrista en una posición tan delicada como lo estuvo hace unos tres años cuando la muerte de Orlando Zapata Tamayo.


Berta Soler Fernández trae la experiencia de una década urdiendo actos estratégicos, temerarios y valientes frente a una máquina represiva que pasó a los anales del siglo XX y ha tomado la delantera en el XXI. Secundar a la sin par Laura Pollán fue una prueba difícil, pero la llevó con soltura en diez años de lucha junto a las Damas de Blanco. Timonear el ya mítico y efectivo conjunto femenino, hacer trabajo de equipo y ganarse su confianza a ciegas fue el examen final, vencido cum laudem. Berta Soler ha desplegado su agenda en el viejo continente como quien conoce cada palabra, cada frase que le susurran al oído los presos políticos, el espíritu de la Pollán y las Damas de Blanco que se quedaron protestando en La Habana mientras ella las representa. Soler ha negado rotundamente tener aspiraciones políticas, se ha centrado en los Derechos Humanos y la sencillez y el valor continúan soportando sus ideales.

Tres voces, tres mujeres llamadas a contar la historia y la están narrando en un tono de voz que ya quisiera el más pintado de todos nosotros.

Publicado originalmente en el blog Cruzar las Alambradas