Académico: Caso Beyonce ilustra poder del lobby cubanoamericano

"Aténgase a las consecuencias": Beyonce en La Habana

Para William Leogrande, esos "anticastristas derechistas mantienen aterrorizados e inertes a los burócratas de la administración Obama". Radio y TV Martí y la ley Helms-Burton, frutos del poderoso cabildeo cubanoamericano.
A propósito del controvertido viaje a Cuba de la diva del pop Beyonce Knowles y su esposo, el rapero Jay-Z, el latinoamericanista William Leogrande afirma en la revista Foreign Policy que la famosa pareja no ha sido inmune a la acción del lobby cubanoamericano, al que cataloga como uno de los más poderosos en Washington.

Leogrande, profesor de Gobierno y decano de la escuela de Asuntos Públicos de American University, considera que lo que está ocurriendo con el matrimonio Knowles-Carter, cuyo viaje a la isla ha sido cuestionado por congresistas cubanoamericanos, le sucede "a todo el que osa comportarse como si Cuba fuera un país normal y no el corazón de las tinieblas”.

Para el analista esto denota un problema más peligroso y profundo: dice que, como sucedió con China en los años 50 y 60, un agresivo cabildeo en materia de política exterior impide lo que él define como “un debate racional sobre una política anacrónica”. Para ilustrar el punto, recuerda que el presidente Obama se comprometió públicamente a aplicar un enfoque nuevo hacia Cuba, pero esa política ha perdido impulso.

El sumario del artículo en Foreign Policy indica que la razón es que los cubanoamericanos "anticastristas y derechistas mantienen aterrorizados e inertes a los burócratas de la administración Obama”.

William Leogrande

El catedrático de American University atribuye a miembros de este lobby cubanoamericano un interés personal en el flujo de dinero que la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID, asigna para promover la democracia.

Recuerda el autor que fue a instancias del cabildeo cubanoamericano que (según sus palabras) "el presidente Ronald Reagan creó Radio Martí para transmitir propaganda a Cuba”; y nombró presidente de su junta de supervisión a Jorge Mas Canosa, el creador de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA).

El sucesor de Reagan, el presidente George H. W. Bush, siguió con TV Martí; y el senador Jesse Helms (R-N.C.) y el representante Dan Burton (R-Ind.) promovieron en 1996 la Ley de Libertad y Solidaridad Democrática para Cuba (conocida como Helms-Burton) “que convirtió en legislación al embargo económico, de manera que ningún presidente pudiera cambiarlo sin la aprobación del Congreso”.

Leogrande reseña asimismo la influencia de la FNCA en la política doméstica estadounidense, en vida de Mas Canosa. Pone por ejemplo la victoria en 1988 del demócrata Joe Lieberman sobre el senador titular republicano por Connecticut Lowell Weicker, a quien Lieberman acusó de ser blando con Castro por visitar Cuba y abogar por mejores relaciones con la isla.

El autor afirma que la derrota de Weicker envió “un mensaje escalofriante a otros miembros del Congreso: desafíe al lobby cubanoamericano y aténgase a las consecuencias”.

Por último, William Leogrande recuerda que el cabildeo cubanoamericano todavía existe, y que su brazo de acción política, el Comité de Acción Política U.S.-Cuba Democracy, dona más dinero a las campañas de políticos estadounidenses --con más de 3 millones de dólares en las últimas cinco elecciones nacionales-- que la FNCA cuando estaba en su cenit.