La Oficina del Historiador de la Ciudad pretende construir un hotel para turistas extranjeros y un centro comercial en el espacio que ocupa en el corazón y la memoria de los habaneros, la Manzana de Gómez.
Una de las más socorridas recurrencias del régimen militar inaugurado en 1959, son los intentos por borrar la memoria histórica del periodo republicano comprendido entre 1902 y 1958.
El caso es que nada de lo que se haya hecho después, puede compararse al esplendor y la prosperidad alcanzada por Cuba durante ese denostado periodo histórico.
Puede decirse que todo lo que vale y brilla en La Habana se construyó gracias al empuje de los cubanos o de los habaneros que lo hicieron posible en el lapso transcurrido entre 1902 y 1958. Los túneles de La Habana, sus rascacielos, sus edificios más logrados arquitectónicamente son herederos de aquella república destruida por la banda armada revolucionaria que hizo valer para siempre aquello de "revolución es destruir", porque lo destruyeron casi todo y continúan...
Hace unos años la Oficina del Historiador de la Ciudad comenzó un ambicioso proyecto para remozar aquella parte de La Habana que es referente del periodo colonial; la otra Habana que levantó la república democrática, fue abandonada con desidia para que se cayera a pedazos, porque la memoria histórica de aquel periodo de prosperidad democrática debió quedar sepultada en el olvido para siempre.
El más reciente evento que abordó el art decó en Cuba sacó a la luz algunas joyas arquitectónicas de aquel periodo. El edificio Bacardí, el López Serrano y otros fueron reconocidos como elementos de embellecimiento de la ciudad que fue una de las más bellas capitales no solo de América sino del mundo.
En el marco de aquel evento, se conoció que a partir del mal gusto y la desidia del equipo gobernante cubano, se pretende dinamitar el Hospital Infantil "Pedro Borrás Astorga", una joya arquitectónica de la ciudad. La solución que se propuso la banda revolucionaria empoderada no fue la restauración o el remozamiento. Como revolución es destruir, pues ellos decidieron dinamitar que a fin de cuentas, es más fácil y asequible a sus estándares.
Vale decir que no ya en cinco décadas, ni en cincuenta si dispusieran de ese plazo, la banda revolucionaria estaría a la altura de lograr algo parecido a lo que la república democrática dejó para posteridad.
Fuera de los antiestéticos espacios-dormitorio como Alamar, San Agustín, Reparto Eléctrico, etc., el más que horrible protestódromo erigido frente a la embajada de los Estados Unidos, los parques, parqueos y basureros y el resto de las muestras de mal gusto o malas intenciones sembradas por la banda revolucionaria a lo largo de la ciudad, hoy se afanan en restaurar piezas del pasado colonial y borrar la memoria histórica de aquella república democrática que supo crear riqueza, aunque no supo defenderla.
La Oficina del Historiador de la Ciudad pretende construir un hotel para turistas extranjeros y un centro comercial en el espacio que ocupa en el corazón y la memoria de los habaneros, la Manzana de Gómez. Por supuesto que a este voraz empresario no se le ocurrió hacerlo en los muchos espacios que existen en La Habana y que convertidos en parqueos, basureros, etc., apenas consiguen borrar del recuerdo que allí se levantaron edificios de vivienda, comercios y otras edificaciones consagradas a satisfacer necesidades reales del pueblo de La Habana.
La banda revolucionaria decidió destruir el recuerdo de la república democrática y consagrar el de la época colonial. A fin de cuentas, en aquellos tiempos, se fusiló como ahora, se escarmentó como ahora y se cumplió como ahora, la omnímoda voluntad de algún capitán general blanco, malhumorado, racista y de mal gusto.
Cuando la Manzana de Gómez sea el hotel soñado por el Historiador de la Ciudad, recibirá a turistas extranjeros ansiosos por disfrutar las exquisiteces de una oferta inagotable de carne joven, canela y barata de ambos sexos. Los que opten por ello, disfrutarán de la atención prodigada por las prostitutas "más cultas y más sanas". Todo de acuerdo con la memorable definición aportada en su momento por el líder histórico del desastre.
Las divisas aportadas por el hotel y el centro comercial, aunque lleguen permeadas con jadeos y sudores, serán sostén y emblema de reformas y del socialismo que se nos viene encima. Ya no se trata de andar La Habana, ahora es más útil borrarla.
El caso es que nada de lo que se haya hecho después, puede compararse al esplendor y la prosperidad alcanzada por Cuba durante ese denostado periodo histórico.
Puede decirse que todo lo que vale y brilla en La Habana se construyó gracias al empuje de los cubanos o de los habaneros que lo hicieron posible en el lapso transcurrido entre 1902 y 1958. Los túneles de La Habana, sus rascacielos, sus edificios más logrados arquitectónicamente son herederos de aquella república destruida por la banda armada revolucionaria que hizo valer para siempre aquello de "revolución es destruir", porque lo destruyeron casi todo y continúan...
Hace unos años la Oficina del Historiador de la Ciudad comenzó un ambicioso proyecto para remozar aquella parte de La Habana que es referente del periodo colonial; la otra Habana que levantó la república democrática, fue abandonada con desidia para que se cayera a pedazos, porque la memoria histórica de aquel periodo de prosperidad democrática debió quedar sepultada en el olvido para siempre.
El más reciente evento que abordó el art decó en Cuba sacó a la luz algunas joyas arquitectónicas de aquel periodo. El edificio Bacardí, el López Serrano y otros fueron reconocidos como elementos de embellecimiento de la ciudad que fue una de las más bellas capitales no solo de América sino del mundo.
Vale decir que no ya en cinco décadas, ni en cincuenta si dispusieran de ese plazo, la banda revolucionaria estaría a la altura de lograr algo parecido a lo que la república democrática dejó para posteridad.
Fuera de los antiestéticos espacios-dormitorio como Alamar, San Agustín, Reparto Eléctrico, etc., el más que horrible protestódromo erigido frente a la embajada de los Estados Unidos, los parques, parqueos y basureros y el resto de las muestras de mal gusto o malas intenciones sembradas por la banda revolucionaria a lo largo de la ciudad, hoy se afanan en restaurar piezas del pasado colonial y borrar la memoria histórica de aquella república democrática que supo crear riqueza, aunque no supo defenderla.
La Oficina del Historiador de la Ciudad pretende construir un hotel para turistas extranjeros y un centro comercial en el espacio que ocupa en el corazón y la memoria de los habaneros, la Manzana de Gómez. Por supuesto que a este voraz empresario no se le ocurrió hacerlo en los muchos espacios que existen en La Habana y que convertidos en parqueos, basureros, etc., apenas consiguen borrar del recuerdo que allí se levantaron edificios de vivienda, comercios y otras edificaciones consagradas a satisfacer necesidades reales del pueblo de La Habana.
La banda revolucionaria decidió destruir el recuerdo de la república democrática y consagrar el de la época colonial. A fin de cuentas, en aquellos tiempos, se fusiló como ahora, se escarmentó como ahora y se cumplió como ahora, la omnímoda voluntad de algún capitán general blanco, malhumorado, racista y de mal gusto.
Cuando la Manzana de Gómez sea el hotel soñado por el Historiador de la Ciudad, recibirá a turistas extranjeros ansiosos por disfrutar las exquisiteces de una oferta inagotable de carne joven, canela y barata de ambos sexos. Los que opten por ello, disfrutarán de la atención prodigada por las prostitutas "más cultas y más sanas". Todo de acuerdo con la memorable definición aportada en su momento por el líder histórico del desastre.
Las divisas aportadas por el hotel y el centro comercial, aunque lleguen permeadas con jadeos y sudores, serán sostén y emblema de reformas y del socialismo que se nos viene encima. Ya no se trata de andar La Habana, ahora es más útil borrarla.