¿Por qué razones autoridades cubanas habían prohibido la importación de equipos de alto consumo eléctrico?
Mediante una resolución aduanal dictada el 28 de marzo del 2005, se había establecido oficialmente la prohibición de entrada a Cuba de artículos electrodomésticos con carácter no comercial.
La impopular medida fue justificada en aquel momento como necesaria para evitar los picos de consumo eléctrico en el país y para no tener que asumir nuevamente la política de cortes eléctricos o apagones.
Cabe recordar que por aquella época se vivía una nueva crisis energética de las que cíclicamente enfrenta el país. Una situación que tuvo su punto más crítico en el año 2004 y que obligó a las autoridades a crear los grupos energéticos y otras soluciones temporales.
Pero para la mayoría de los analistas las prohibiciones respondían más a razones económicas y políticas, que a cuestiones de consumo energético.
Las autoridades cubanas conseguían con esta prohibición evitar la entrada de equipos baratos al país, por lo que no tendrían competencia en el mercado nacional.
A partir de estas prohibiciones los cubanos que quisieran comprar equipos eléctricos o de los clasificados como electrodomésticos de alto consumo energético, solo tendrían la opción de las tiendas estatales, con muy poca variedad, una mala oferta y precios excesivamente altos.
Esta regulación les permitía a las autoridades cubanas lograr vender el inventario de equipos que permanecían en sus tiendas sin salida comercial.
Por otra parte, intentaban frenar un incipiente mercado informal de viajeros que revendían equipos electrodomésticos, comprados a muy bajo costo en otros países y que gozaban de una alta demanda dentro del país.
También evitaban que los cubanos compraran equipos como las unidades de aire acondicionado y los congeladores o freezer que eran considerado lujos injustificados y que creaban diferencias entre los ciudadanos de a pie.
La realidad fue muy diferente al objetivo perseguido por las autoridades cubanas, ya que lejos de promover las ventas oficiales o de limitar la demanda de estos equipos, los consumidores cubanos prefirieron adquirir equipos baratos de diseño casero o artesanal, que eran fabricados y vendidos por comerciantes privados en todo el país.
Estos equipos como hornillas eléctricas “criollas”, aires acondicionados “recuperados y modificados”, ventiladores fabricados a base de antiguos motores de lavadoras rusas, o congeladores construidos con restos y retazos de refrigeradores antiguos, triplicaban el consumo eléctrico de los equipos originales a los que se les impedía la entrada al país.
Esta prohibición tuvo que esperar ocho absurdos años para que fuera finalmente derogada.
Mediante una resolución aduanal dictada el 28 de marzo del 2005, se había establecido oficialmente la prohibición de entrada a Cuba de artículos electrodomésticos con carácter no comercial.
La impopular medida fue justificada en aquel momento como necesaria para evitar los picos de consumo eléctrico en el país y para no tener que asumir nuevamente la política de cortes eléctricos o apagones.
Cabe recordar que por aquella época se vivía una nueva crisis energética de las que cíclicamente enfrenta el país. Una situación que tuvo su punto más crítico en el año 2004 y que obligó a las autoridades a crear los grupos energéticos y otras soluciones temporales.
Pero para la mayoría de los analistas las prohibiciones respondían más a razones económicas y políticas, que a cuestiones de consumo energético.
Las autoridades cubanas conseguían con esta prohibición evitar la entrada de equipos baratos al país, por lo que no tendrían competencia en el mercado nacional.
A partir de estas prohibiciones los cubanos que quisieran comprar equipos eléctricos o de los clasificados como electrodomésticos de alto consumo energético, solo tendrían la opción de las tiendas estatales, con muy poca variedad, una mala oferta y precios excesivamente altos.
Esta regulación les permitía a las autoridades cubanas lograr vender el inventario de equipos que permanecían en sus tiendas sin salida comercial.
Por otra parte, intentaban frenar un incipiente mercado informal de viajeros que revendían equipos electrodomésticos, comprados a muy bajo costo en otros países y que gozaban de una alta demanda dentro del país.
También evitaban que los cubanos compraran equipos como las unidades de aire acondicionado y los congeladores o freezer que eran considerado lujos injustificados y que creaban diferencias entre los ciudadanos de a pie.
La realidad fue muy diferente al objetivo perseguido por las autoridades cubanas, ya que lejos de promover las ventas oficiales o de limitar la demanda de estos equipos, los consumidores cubanos prefirieron adquirir equipos baratos de diseño casero o artesanal, que eran fabricados y vendidos por comerciantes privados en todo el país.
Estos equipos como hornillas eléctricas “criollas”, aires acondicionados “recuperados y modificados”, ventiladores fabricados a base de antiguos motores de lavadoras rusas, o congeladores construidos con restos y retazos de refrigeradores antiguos, triplicaban el consumo eléctrico de los equipos originales a los que se les impedía la entrada al país.
Esta prohibición tuvo que esperar ocho absurdos años para que fuera finalmente derogada.