Los trabajadores cubanos necesitan sindicatos enérgicos y creíbles. Que estén de su mismo lado en la trinchera. Y con mayor autonomía.
Con esa proverbial capacidad para la magia semántica, los clichés y las jergas que tiene el régimen de los Castro, pomposamente denominan ONG a cientos de organizaciones fundadas y supervisadas por el partido gobernante.
Desde la asociación de escritores, pasando por los comités de defensa de la revolución en cada barrio a la única central de trabajadores, se nos dice que son agrupaciones independientes.
Es una auténtica pirueta gramatical. De independiente nada. Reciben ‘orientaciones’ de los mandarines ideológicos. Y a un llamado de ‘la revolución’ salen a las calles a linchar verbalmente a un disidente o firman de manera unánime una carta solicitando la liberación de los 4 espías presos en Estados Unidos.
Todas esas agrupaciones deben hacer público su lealtad a los hermanos Castro. De lo contrario no existirían. Una empleada de una fábrica en las afuera de La Habana me cuenta cómo funciona su sindicato.
De vez en cuando hacen un matutino, recordando una fecha patria o condenando la chapuza diplomática que sufrió recientemente el mandatario boliviano Evo Morales, donde tres países europeos desautorizaron el vuelo por sus corredores aéreos. Después de dar vivas a Fidel, Raúl y la revolución comienza la jornada laboral.
Los sindicatos cubanos mantienen una perenne luna miel con el partido comunista. Son la misma cosa. Se intercambian camisas de acuerdo a la ocasión. El 90% de los líderes sindicales pertenecen al partido. Y viceversa.
Las reuniones sindicales son aburridas, pocas veces discuten o gestionan algo importante. Se suelen efectuar después de la jornada laboral. Puro actos protocolares. Los trabajadores desean llegar rápido a su hogar, apenas debaten y levantan la mano de forma unánime para aprobar cualquier agenda.
Unos años atrás, los sindicatos repartían efectos electrodomésticos y casas de veraneo en la playa a los trabajadores destacados. También autorizaban a formar una brigada de la empresa para la construcción de apartamentos.
Se premiaba a quienes habían demostrado su lealtad a la revolución en una trinchera en Angola o haciendo horas extras de trabajo voluntario. Si eras un innovador brillante, en tu fábrica te vendían a plazos una moto rusa de dos velocidades. O un viaje de 15 días a la Alemania de Honecker. Ya ni eso.
La Central de Trabajadores de Cuba, creada en 1961, es un apéndice del partido y el gobierno. Cuenta con 18 sindicatos en diferentes ramas y cerca de 3 millones de afiliados. El 96% de los trabajadores cubanos pertenecen a la CTC.
Sus estatutos establecen que se efectúen congresos cada cinco años y en ellos se elija al secretario general y a los nuevos representantes en el comité nacional y el secretariado. El máximo representante de la CTC tiene que ser miembro del partido comunista.
Semanalmente editan un periódico, Trabajadores. A no ser Lázaro Peña, en los primeros años después de la llegada al poder de Fidel Castros, los posteriores secretarios generales ni pintan ni dan color. Roberto Veiga, Pedro Ross Leal y Salvador Valdés Mesa han estado más cerca de la cúpula gobernante que de los intereses de la clase obrera. A partir de marzo de 2013, al frente de la CTC está una mujer, Carmen Rosa López.
La necesidad de sindicatos auténticos e independientes es un clamor dentro de un amplio sector laboral. Desde hace dos décadas, gradualmente, las condiciones laborales han empeorado. El reclamo principal son los bajos salarios y la doble moneda en uso. Con la pérdida del millonario subsidio soviético, el 'estado benefactor' se ha hundido.
Hoy los precios de casi todos alimentos los rige la oferta y demanda. Sin embargo, los salarios apenas han crecido en los últimos 24 años. Cada buró sindical conoce de esas quejas.
Pero están atrapados por la disciplina partidista. Son juez y parte. Dentro de pocos meses se efectuará el XX Congreso de la CTC. Es improbable que se aborden las innumerables fallas que lastra las funciones sindicales.
Un sindicato moderno debe velar por la rentabilidad de su empresa, la permanencia de los empleos y salarios acordes a los beneficios de la empresa. Un sindicato independiente puede y debe, mediante negociación colectiva, intentar mejorar las condiciones laborales.
Los trabajadores cubanos necesitan sindicatos enérgicos y creíbles. Que estén de su mismo lado en la trinchera. Y con mayor autonomía. Lo ideal sería un central obrera que pueda sentar al régimen en una mesa de diálogo, con armas de presión como las huelgas y protestas laborales.
Hace rato que en los bolsones de capitalismo existentes en Cuba se viene explotando salarialmente a los trabajadores. Compañías foráneas que pagan entre 800 y 2 mil dólares mensuales al gobierno por cada empleado. Y el régimen solo desembolsa al trabajador el 2%. En foros internacionales se ha denunciado esa feroz explotación que sufre un sector empadronado en negocios con firmas extranjeras.
El panorama que se nos viene encima es desolador. Maquilas instaladas en la zona portuaria del Mariel donde los salarios promedios serían de dos dólares diarios. O menos. Como en China, Indonesia o Bangladesh.
Desde la asociación de escritores, pasando por los comités de defensa de la revolución en cada barrio a la única central de trabajadores, se nos dice que son agrupaciones independientes.
Es una auténtica pirueta gramatical. De independiente nada. Reciben ‘orientaciones’ de los mandarines ideológicos. Y a un llamado de ‘la revolución’ salen a las calles a linchar verbalmente a un disidente o firman de manera unánime una carta solicitando la liberación de los 4 espías presos en Estados Unidos.
Todas esas agrupaciones deben hacer público su lealtad a los hermanos Castro. De lo contrario no existirían. Una empleada de una fábrica en las afuera de La Habana me cuenta cómo funciona su sindicato.
De vez en cuando hacen un matutino, recordando una fecha patria o condenando la chapuza diplomática que sufrió recientemente el mandatario boliviano Evo Morales, donde tres países europeos desautorizaron el vuelo por sus corredores aéreos. Después de dar vivas a Fidel, Raúl y la revolución comienza la jornada laboral.
Los sindicatos cubanos mantienen una perenne luna miel con el partido comunista. Son la misma cosa. Se intercambian camisas de acuerdo a la ocasión. El 90% de los líderes sindicales pertenecen al partido. Y viceversa.
Las reuniones sindicales son aburridas, pocas veces discuten o gestionan algo importante. Se suelen efectuar después de la jornada laboral. Puro actos protocolares. Los trabajadores desean llegar rápido a su hogar, apenas debaten y levantan la mano de forma unánime para aprobar cualquier agenda.
Unos años atrás, los sindicatos repartían efectos electrodomésticos y casas de veraneo en la playa a los trabajadores destacados. También autorizaban a formar una brigada de la empresa para la construcción de apartamentos.
Se premiaba a quienes habían demostrado su lealtad a la revolución en una trinchera en Angola o haciendo horas extras de trabajo voluntario. Si eras un innovador brillante, en tu fábrica te vendían a plazos una moto rusa de dos velocidades. O un viaje de 15 días a la Alemania de Honecker. Ya ni eso.
La Central de Trabajadores de Cuba, creada en 1961, es un apéndice del partido y el gobierno. Cuenta con 18 sindicatos en diferentes ramas y cerca de 3 millones de afiliados. El 96% de los trabajadores cubanos pertenecen a la CTC.
Sus estatutos establecen que se efectúen congresos cada cinco años y en ellos se elija al secretario general y a los nuevos representantes en el comité nacional y el secretariado. El máximo representante de la CTC tiene que ser miembro del partido comunista.
Semanalmente editan un periódico, Trabajadores. A no ser Lázaro Peña, en los primeros años después de la llegada al poder de Fidel Castros, los posteriores secretarios generales ni pintan ni dan color. Roberto Veiga, Pedro Ross Leal y Salvador Valdés Mesa han estado más cerca de la cúpula gobernante que de los intereses de la clase obrera. A partir de marzo de 2013, al frente de la CTC está una mujer, Carmen Rosa López.
La necesidad de sindicatos auténticos e independientes es un clamor dentro de un amplio sector laboral. Desde hace dos décadas, gradualmente, las condiciones laborales han empeorado. El reclamo principal son los bajos salarios y la doble moneda en uso. Con la pérdida del millonario subsidio soviético, el 'estado benefactor' se ha hundido.
Hoy los precios de casi todos alimentos los rige la oferta y demanda. Sin embargo, los salarios apenas han crecido en los últimos 24 años. Cada buró sindical conoce de esas quejas.
Pero están atrapados por la disciplina partidista. Son juez y parte. Dentro de pocos meses se efectuará el XX Congreso de la CTC. Es improbable que se aborden las innumerables fallas que lastra las funciones sindicales.
Un sindicato moderno debe velar por la rentabilidad de su empresa, la permanencia de los empleos y salarios acordes a los beneficios de la empresa. Un sindicato independiente puede y debe, mediante negociación colectiva, intentar mejorar las condiciones laborales.
Los trabajadores cubanos necesitan sindicatos enérgicos y creíbles. Que estén de su mismo lado en la trinchera. Y con mayor autonomía. Lo ideal sería un central obrera que pueda sentar al régimen en una mesa de diálogo, con armas de presión como las huelgas y protestas laborales.
Hace rato que en los bolsones de capitalismo existentes en Cuba se viene explotando salarialmente a los trabajadores. Compañías foráneas que pagan entre 800 y 2 mil dólares mensuales al gobierno por cada empleado. Y el régimen solo desembolsa al trabajador el 2%. En foros internacionales se ha denunciado esa feroz explotación que sufre un sector empadronado en negocios con firmas extranjeras.
El panorama que se nos viene encima es desolador. Maquilas instaladas en la zona portuaria del Mariel donde los salarios promedios serían de dos dólares diarios. O menos. Como en China, Indonesia o Bangladesh.