Para muchos fue una sorpresa que Estados Unidos y Cuba culminaran su nueva ronda de negociaciones sin lograr el esperado acuerdo, la reapertura de nuevas embajadas, más cuando ambas delegaciones calificaron el recién concluido encuentro de “respetuoso, profesional y altamente productivo”.
Así funciona el gobierno de la isla, maneja con esmerada zorrería todo proceso que conlleva trascendencia sociopolítica para el país.
Espero, aunque a veces lo ponga en duda, que el Departamento de Estado y las autoridades estadounidenses implicadas tengan claro que ni Josefina Vidal, miembro del Comité Central y directora para Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, ni José Ramón Cabañas, jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington, ni ningún otro miembro de la delegación cubana, cuentan con arbitrio para tomar decisiones. Son simplemente empleados con orientaciones precisas: explorar las acciones y reacciones de sus interlocutores, ganar tiempo, tomar ventaja mediática (cosa que logran sin mucho esfuerzo, porque todos los medios del mundo quieren cubrir el notición) y mostrar virilidad.
Para el gobierno cubano, perdón, para las 7 u 8 personas que hoy integran el grupo de poder cubano, restablecer relaciones con USA es simplemente el arroz, del arroz con pollo. La brújula, el pollo de este arroz, está dirigida a lograr dos objetivos: salir de la lista de países que patrocinan el terrorismo y presionar el fin del “Embargo”. Lo demás, es parte del mismo teatro con premeditada actuación.
No es difícil entender que sacar a Cuba de esa lista surtirá efecto inmediato sobre las instituciones bancarias que dejarán de mirar a la mayor de Las Antillas a través de la “lupa antiterrorista”, y de paso, borrar el sobresalto de recibir una sanción por realizar operaciones con Cuba.
Yo no puedo asegurar que hoy nuestro país se ajuste a la definición de un estado que apoya o patrocina el terrorismo. Aunque he escuchado a Fidel y a Raúl pronunciar discursos denunciando actos terroristas como los de Charlie Hebdo; a un alto militar cubano hablar de cómo vive en La Habana, muy cerca de la residencia del embajador español, cómodo y relajado, un representante de estos grupos terroristas; y a un buen amigo narrar una simpática anécdota en la cual un día, sin comerla ni beberla, se vio transformado en un regalo al Medio Oriente, donde lo presentaron ante un grupo de líderes islámicos con tendencia hiper radical quienes, con traductor de por medio, querían conocer historias íntimas sobre su padre que aún muerto sigue siendo un ícono de la historia, la histeria y la esquizofrenia.
El fin del Embargo abrirá al país las puertas de acceso a los créditos y al dinero, y con ello, a la posibilidad real de comprar y exportar armas, servicios, información, médicos, medicamentos o cualquier otro producto nocivo o no para la tranquilidad planetaria.
No tengo dudas, Cuba saldrá de tan polémica lista, restablecerá sus relaciones con los Estados Unidos y, si el viento continúa soplando en la misma dirección, igual se levantará el Embargo. ¿Es justo? no creo; pero aprendí a ser pragmático, porque como decía mi abuela después de encender por cuarta vez el mismo mocho de tabaco: “En este mundo no hay justicia, Dios perdona a todos”.