Agromercados en Cuba, entre el desabastecimiento y el acoso estatal

Varias personas recorren un agromercado desabastecido. Foto Archivo

La Habana - Al fondo de una casona construida a inicios del siglo XX, en una antigua habitación de criados, hay tres neveras chinas repletas de tomates, guayabas maduras, fruta bombas y un par de melones partidos a la mitad mostrando su rojísima pulpa. Pegados a la pared, cinco estantes con cajas de madera de pepinos, ajos, cebollinos y diez u once racimos de plátanos verdes. El piso de granito del cuarto está empercudido y con tierra rojiza, debido al acarreo de productos agrícolas recién comprados a dueños de fincas rurales en las afuera de La Habana.

En una mesa de caoba oscura, llamémosle Eddy, un tipo cincuentón en buena forma física, con un vaquero gastado y una camiseta amarilla de los Cavaliers de LeBron James, en una libreta escolar apunta la mercancía que entra y sale.

muchos niños, adolescentes y jóvenes ni siquiera han probado alimentos que antes de 1959 formaban parte del menú hogareño.

“Soy almacenero. Durante años laboré en empresas y agromercados estatales. La diferencia, cuando se trabaja pa’l gobierno o un particular, es simple: con el Estado uno roba, pero cuando el “bisne” es tuyo, todo lo contrario, uno intenta maximizar las ganancias”, confiesa Eddy.

Por toda La Habana, pululan casas transformadas en almacenes agrícolas privados, sobre todo en zonas céntricas con mucha afluencia de ciudadanos.

“Casi siempre son familias que tienen una gran necesidad económica, pues es del carajo que tu vivienda, o una parte de ella, se convierta en almacén de productos agrícolas. Eso trae cucarachas, tierra por donde quiera y un trasiego de gente a cualquier hora. A la familia se le paga diez o quince chavitos (cuc) diarios, a veces más. A partir de las cuatro de la madrugada comienzan a llegar los camiones. Yo despacho a once carretilleros y a varios puntos privados de venta. El dueño de la mercancía pone un precio de partida y los compradores la revenden con un diez o quince por ciento de aumento, para ganarle algo. Es un buen negocio cuando el Estado no anda tras de ti, como el gato cazando ratones, pa’joderte”, explica Eddy.

El régimen ya anunció que no iba entregar más licencias de carretilleros, como se le denomina a los vendedores callejeros de frutas, hortalizas y viandas. Según un funcionario de la ONAT (Oficina Nacional de Administración Tributaria), organismo que rige el cuentapropismo, “la causa fue debido a la excesiva ambición de los carretilleros e intermediarios. Quieren buscar más dinero que los propios campesinos que labran la tierra. Al dispararse los precios, el descontento popular nos obligó a topar precios en los agros y retirar las licencias de los carretilleros”.

La escalada de precios de los alimentos en Cuba no acaba de tocar fondo. Y en La Habana son escandalosos. “Sudas frío cuando ves los precios en los agromercados y en las tiendas por divisas. Una libra de carne de puerco está costando 45 pesos, 20 la de cebollas, 20 a 25 pesos por una libra de tomaticos chirriquiticos, 10 la libra de limón y una naranja medio ácida cuesta 2 pesos”, se queja Julia, ama de casa.

Agromercado en La Habana (Cuba)

Los agros estatales, con precios topados, tampoco salen bien parados en opinión de la población. “Fíjate, hace dos años, antes de que el gobierno comenzara la guerra con los agros particulares, en cualquiera de ellos había un surtido de veinte a treinta productos. Eran caros, pero el que tenía dinero los podía comprar. Ahora, en los agros estatales, la mayoría en la capital, solo encuentras de seis a siete productos, sucios y de mala calidad. Una vez más, el Estado, demuestra que es un pésimo administrador”, expresa Enrique, chofer de ómnibus urbanos.

Personas con las cuales conversé, aseguran que tanto el Estado como los particulares le roban descaradamente al cliente al pesar el producto. “Se ha convertido en un deporte nacional. Sean carretilleros, agros privados o estatales, nunca el peso corresponde con las libras que tú estás pagando. Mientras más libras compras, más te roban. Hace unos días adquirí 30 libras de lomo de cerdo. Cuando llegué a casa y la pesé, solo habían 24 libras. Me robaron seis libras. Privados o estatales, todos son un antro de delincuentes”, dice con enfado Estela, enfermera.

De azucarera del mundo, Cuba pasó a comprar azúcar en República Dominicana para el turismo internacional.

Leonel, ingeniero agrónomo, piensa que al desabastecimiento y la carestía contribuye la no existencia de una cadena comercializadora estatal eficiente. "No existen suficientes frigoríficos ni agroindustrias para en momentos de picos productivos, asumir grandes entregas de frutas o vegetales. A ello hay que sumar que la transportación es pésima y los pagos a quienes producen la tierra no es el adecuado, y no incentiva a los campesinos a cultivar más y más variado. Y para rematar, continúan los impagos por parte del Estado a los campesinos y cosechas completas se echan a perder porque Acopio no las recoge a tiempo. Aunque el factor principal es que la demanda supera la oferta”.

Las producciones agrícolas de 1989, cuando el Estado explotaba la tierra de manera intensiva y disponía de una buena cantidad de fertilizantes y maquinarias, jamás se han vuelto a alcanzar. Posteriormente, los volúmenes de frutas, viandas, hortalizas y legumbres han crecido raquíticamente o decrecido.

El modelo agrícola cubano asigna al sector no estatal (Unidades Básicas de Producción Cooperativa, UBPC; Cooperativas de Producción Agropecuaria, CPA; Cooperativas de Créditos y Servicios, CCS, y campesinos propietarios y arrendatarios privados de tierras estatales), el papel central en la producción nacional de alimentos.

En el Anuario Estadístico de Cuba 2016, la ONEI (Oficina Nacional de Estadísticas e Información) reportaba que el año pasado, con el 80,9% de la superficie cultivada, el sector no estatal aportó 95,4% de los frijoles, 93,2% de las frutas, 92,8% de las viandas, 82,7% de las hortalizas y 78,1% del arroz.

En la industria cañera, un huracán llamado Fidel Castro, tras su errada estrategia de cerrar más de cien centrales azucareros a principios del año 2000, terminó sepultando la otrora primera industria cubana. De azucarera del mundo, Cuba pasó a comprar azúcar en República Dominicana para el turismo internacional. Los cerca de cincuenta centrales que actualmente muelen en el país producen menos que los seis centrales enclavados en la Florida.

La ineficiencia y desidia estatal la paga muy caro el cubano de a pie cuando pone comida en su mesa.

“El culpable del desastre y la escasez es el Estado. Si los trabajadores ganaran salarios mayores y más justos, se podrían afrontar de mejor manera los altos precios de los alimentos. En casi todas las naciones del mundo las producciones agrícolas se han encarecido y los precios han subido. Pero en Cuba sobra la tierra y nadie quiere ponerla a producir, bien por no ser de su propiedad o porque le pagan una mierda. Si el Estado saca las manos de la tierra, tú verás cómo van a sobrar las frutas y vegetales, también la carne de cerdo”, expresa Eddy, almacenero privado de productos agrícolas.

Hasta el momento, continúa el círculo vicioso de improductividad y desabastecimiento. Han desaparecido frutas como el anón, la guanábana o la mandarina. Una comida típica de arroz blanco, frijoles negros, carne de cerdo, tamales y ensalada de estación para cuatro personas cuesta 225 pesos, unos 10 dólares, equivalente al salario mínimo mensual.

Casi seis décadas después de la llegada al poder de Fidel Castro y sus barbudos, cubanos de la tercera edad han olvidado el sabor de la carne de res, el pargo o los camarones. Y muchos niños, adolescentes y jóvenes ni siquiera han probado alimentos que antes de 1959 formaban parte del menú hogareño.

Los vegetarianos tampoco lo tienen fácil. Y es que comer medianamente bien en Cuba es un verdadero lujo.