A pesar que la propaganda oficial afirma que la revolución de 1959 promovió transformaciones sociales concernientes a la igualdad racial, las políticas públicas no han logrado eliminar los prejuicios con el color de la piel en Cuba.
“El racismo en Cuba yo lo califico con estos tres términos: un racismo de comunión, por el lado del catolicismo; un racismo de abrazo, que también tiene su base en el catolicismo; o un racismo cordial, y se entiende mejor esta última clasificación del racismo cordial con aquella frase de que ‘mi mejor amigo es negro, pero no permito que se case con mi hermana’. Es, digamos, la traducción popular de ese racismo que se logra siempre enmascarar y camuflar, porque es un racismo que trata de incluir para subordinar; que discrimina, pero desde la subordinación dentro de un mismo ámbito, un mismo espacio”, explicó el analista político y activista Manuel Cuesta Morúa, desde La Habana.
“Cuando uno mira los segmentos superiores de la sociedad, la escala de ascenso social es donde más claro se ve el racismo, porque está poblada solamente por gente blanca”, apuntó.
Los estudios de las desigualdades por color de la piel en Cuba: 2008-2018”, desarrollados por un grupo de académicos de la Universidad de La Habana, arrojaron un aumento de la proporción de dirigentes blancos en la medida que se asciende en la jerarquía de dirección, explicó el opositor.
En los últimos años, se aprecia mayor promoción de afrodescendientes a cargos políticos y públicos, pero la cifra es desproporcionada en relación con los habitantes adultos del país.
“Durante mucho tiempo, las fotos del poder reflejaban cómo se estaba estructurando el racismo: los negros y las negras cubanas, no tenían posibilidades de decidir y de definir cuál es la estructura del poder, cuáles son los términos de la discusión pública y del debate cultural porque Fidel Castro decretó al principio de la revolución que ya el racismo iba a ser superado institucionalmente”, subrayó Cuesta Morúa.
En el Parlamento, el 45% de los 470 diputados son negros y mestizos, incluyendo su presidente Esteban Lazo, pero más de 60 años después de que Fidel Castro decretara, durante la Segunda Declaración de La Habana, el fin del flagelo “heredado del capitalismo”, las manifestaciones racistas se hacen más definidas.
“El racismo cordial es el que te permite ver esa comunión en las clases bajas, entre negros y blancos. Mientras más se desciende en la escala social, hay menos racismo, pero cuando uno lo ve en otras estructuras se da cuenta de que si hay racismo. Es lo que se llama racismo institucionalizado y racismo estructural, ambos”, explicó el analista.
El racismo institucional es la existencia de políticas y prácticas en las instituciones, que colocan a grupos raciales en desventaja. En tanto que el racismo estructural abarca todos los sistemas sociales, políticos y económicos de la sociedad juntos.
El activista de derechos humanos indicó que el racismo estructural coge fuerza a partir de los 90, cuando la desigualdad social se abre camino, patentemente, en la sociedad cubana y los que tienen menos posibilidades de desarrollo económico individual, y a los niveles ascendentes de la sociedad, son los afrodescendientes.
“Son los que pueblan hoy los barrios marginados, son los que no están representados en el poder y son los que tienen que ‘agradecerle’ al poder, porque en la medida en que la desigualdad se hace mucho más visible, más recuerda el poder a los afrodescendientes que tienen que agradecerle a la revolución el fin de la discriminación y su elevación en la educación, la salud pública, etcétera. Esto es un reflejo de racismo que se reproduce por aquello de que el ex esclavo tiene que agradecerle a su amo que lo haya liberado”, recalcó Cuesta Morúa.
“Eso pasó a principio de la República y se vuelve a reproducir bajo los términos de la revolución. Hoy está claro que, con el aumento de este racismo estructural, racismo estructural le digo porque bloquea, de alguna manera, a través de las instituciones, el acceso de los afrodescendientes al bienestar, a las estructuras de poder económico, a las del poder político, a la cultura. En la medida que eso sucede así, el racismo se estructuraliza”, señaló el estudioso.
Las escaseces económicas, aunque impactan a la mayor parte de la población, se acrecientan entre la población afrodescendiente, que representa un alto por ciento de las personas más vulnerables desde el punto de vista de la pobreza.
De acuerdo a investigaciones recientes, los afrodescendientes tienen mayores dificultades para ser contratados en el sector no estatal y en los espacios estatales más favorecedores, y si están sobrerrepresentados en las ocupaciones no calificadas y en el trabajo informal; lo que impacta en los ingresos personales y familiares.
“Hoy uno lo ve en los nuevos modelos de economía cubana, sobre todo en el sector privado, en muchos lugares ha sido un escándalo el hecho de que muchos de estos nuevos empresarios, la mayoría blancos, sobre todo los más pudientes, han puesto carteles diciendo, ‘aquí no contratamos a negros’ o, más sutilmente, impiden la contratación de afrodescendientes. Lo ves en el turismo, en los hoteles, los afrodescendientes están en la puerta, no en las estructuras de poder”, precisó Cuesta Morúa.
“En La Habana Vieja, las afrodescendientes reproducen las viejas figuras coloniales de la negra o la mulata con la cesta de manzanas o pregonando lo que vende y así el racismo ha ido atravesando la sociedad cubana de una manera más o menos invisible, de una manera más o menos oculta, que se esconde muy bien detrás de esto que yo llamo el racismo cordial”.
Estudios han concluido que son también menos las personas de raza negra que reciben remesas del extranjero y los agentes policiales acostumbran a pedir en las calles la identificación personal a personas negras y mestizas, con una mayor frecuencia que a las blancas.
En 2019, seis décadas después del arribo de la Revolución “de los humildes, con los humildes y para los humildes”, el Estado instituyó el Programa Nacional contra el racismo y la discriminación racial, presuntamente, para acabar con “los vestigios de esa lacra social”.
“El régimen cubano coloca el debate racial en la línea ideológica frente al conflicto con Estados Unidos y para ello, intenta hacer creer que el tema racial se viene utilizando para la subversión ideológica, para movilizar los grupos más desfavorecidos de la sociedad, lo que criminaliza la acción cívica de la sociedad civil”, precisó Juan Antonio Madrazo Luna, director del Comité Ciudadano por la Integración Racial (CIR), con sede en la capital cubana.
Las protestas populares del 11J tuvieron una presencia significativa de población afrodescendiente.
“Uno de los índices que da señal de cómo ha habido un reforzamiento del racismo y de la discriminación racial, se manifiesta después de las protestas del 11 y el 12 de julio de 2021, cuando las mayores condenas cayeron sobre los afrodescendientes, particularmente aquellos, tanto hombres como mujeres, que viven en zonas periféricas, en asentamientos humanos, donde la vida es difícil”.
“Después del estallido social, lo que ha habido es una política de maquillaje en determinados escenarios de la capital y al interior del país, pero no hay una política pública para el desarrollo de las comunidades afrodescendientes. No hay una agenda para enfrentar las desigualdades territoriales ni para cambiar toda la narrativa del discurso de racismo y la discriminación racial que está enclavada en la sociedad cubana”, puntualizó Madrazo Luna.