A ella la acusaron de loca, pero demostró en pocas horas que una mujer violada y humillada puede a veces más que cientos de miles de rebeldes o decenas de aviones extranjeros en el cielo libio.
Iman al-Obeidi, una joven abogada libia, raptada, violada y ultrajada, ha obligado al régimen de Muamar Kadafi a lanzar quizás su última batalla de propaganda para aparentar decencia y legalidad.
Ella les puso a la defensiva en materia de derechos humanos. Denunció ante la prensa las vejaciones a que el ejército de Kadafi y sus fuerzas de seguridad someten al pueblo libio. El delito de la chica es ser de Bengazi, el bastión rebelde. Fue interceptada en un punto de control de las fuerzas de Kadafi y allí, como relató a la prensa extranjera, fue atada, violada por quince hombres, que defecaron y orinaron sobre ella. Solo dos días fue el cautiverio, pero tuvo que parecerle una eternidad.
Con mucho coraje, interrumpió a los periodistas en el comedor del hotel Rixos; y les contó su historia. Lo hizo en medio de lágrimas y sollozos, mostrando los rasguños, moretones y las marcas de las ataduras en brazos, espaldas y rostros. Y ahí no paró la agonía de la joven. Fue sacada a la fuerza del hotel por empleados y personal de seguridad, entre insultos y ofensas.
Las imágenes filmadas por varias agencias de prensa muestran el dramatismo del momento, la crueldad de seguidores y seguidoras del régimen, que utilizaron armas blancas y de fuego y la solidaridad de la prensa.
Empujones, gritos, brazos torcidos, cuerpos en el piso, patadas, y equipos de televisión dañados. Iman no paraba de gritar sus verdades entre gemidos y lamentos; lo hacía en árabe e ingles. Desapareció en un auto blanco por las calles de Trípoli.
Un reportero fue expulsado del país por defender a la chica. Las autoridades oficiales en un inicio la declararon demente; después que era borracha, para añadir que podría ser prostituta.
La insistencia de la prensa, las imágenes filmadas en el hotel y las redes sociales (de nuevo Twitter y Facebook) obligaron al portavoz del régimen a cambiar a paso apresurado el relato oficial. Ahora afirman que se investigara la violación, que es un caso criminal y uno de los implicados es el hijo de un alto cargo del gobierno, etc.
La madre de la joven dijo a la cadena Al Jazeera que del gobierno le exigieron que su hija cambiara las declaraciones y fueron pasando de la presión al soborno. Prometieron dinero, apartamento y seguridad para toda la familia. Ella le dijo a la madre que moría antes que retractarse.
Durante todo el lunes fuerzas de seguridad bloqueaban los accesos a la casa de la familia y no permitieron a la prensa extranjera entrevistar a la hermana. Amnistía Internacional exige una investigación inmediata, imparcial e independiente de los hechos denunciados por la joven.
En La Habana hace unos meses el opositor Guillermo Fariñas denunció la reclusión de Juan Juan Almeida, hijo del Comandante de la Revolución Juan Almeida, en la sala de psiquiatría de un hospital habanero, cuando realizaba una huelga de hambre. Galenos como Alfredo Melgar han denunciado en innumerables ocasiones el uso de la psiquiatría como arma y no como ciencia en la Isla.
Ante la justicia estadounidense compareció un enfermero que en el hospital psiquiátrico de La Habana aplicada electroshock. Existe una detallada investigación de Armando Lago y Charles J. Brown titulada The Politics Of Psychiatry in Revolutionary Cuba, cuya introducción fue escrita por el disidente soviético Vladimir K. Bukovski.
Precisamente Bukovski estuvo recluido en varias clínicas psiquiatritas en la URSS, tras ser arrestado en 1963 y acusado de intentar distribuir copias del libro “La Nueva Clase” (entonces clasificada como literatura antisoviética) del yugoslavo Milovan Dilas. Por esas clínicas pasaron disidentes como el general Peter G. Grigorenko, Mijail A. Naritsa, Iosef A. Brodsky, y otros. En la Unión Soviética desde 1921 se trataba como dementes a los opositores.
El estar contra el régimen socialista era síntoma de locura. Fármacos y la terapia electroconvulsiva eran recetas comunes. El diagnostico de “esquizofrenia lentamente progresiva” se aplica a todo el que disiente del régimen o denuncia abusos y atropellos.
Libia no ha sido la excepción. Iman Al-Obeidi fue tildada de orate por las autoridades porque tuvo el coraje de romper el silencio y denunciar violaciones y ultraje. No está loca, le sobra coraje y dignidad.