Anna Sotelo: "Ellos me hicieron apátrida, y yo me hice norteamericana"

Ana Sotelo

Anna Sotelo habla como piensa y piensa, como es habitual, con la estructura mental propia de su profesión. Anna, la Arquitecta, sabe de ángulos, colores, espacios, intensidad y peso, todo lo necesario para el diseño seguro y perfecto de ese hermoso edificio que llamamos vida.

¿Cuál fue el detonante que te impulsó a marcharte de Cuba?

La varicela de mi hijo fue a los diez, lo que se considera tardía. Por fuerza mayor, tuvimos una oportunidad de pasar un tiempo juntos, sin la prisa de la cotidianidad. Aunque me mantenía ocupada limpiando y desinfectando sábanas para cambiar cada día; le daba vueltas para atender la fiebre y aprovechar la enfermedad para chiquearlo un poco.

En una de esas que andaba por el patio, escuché a unos pioneros que pasaban, con la consigna de moda “que lo sepan los nacidos y los que están por nacer…” en lo que me extrañaba de lo inusual de la excursión, mi hijo se acercó y me dijo a voz en cuello:

"¿Mami, viste a los comunistas esos?"

"!​Tú también eres comunista!" Le dije casi un como reflejo.

Me olvidé de la ropa blanca, las llagas de la china y hasta cerré las ventanas. Tuvimos una charla donde me dejó bien claro que a él no le importaba que en Cuba no hubiera “cosas". "Yo quiero a mi país, pero no soy comunista".

Cuando un niño como él te habla con más claridad que vocabulario, tus ideas se atropellan y se impone otra álgebra entre la carrera, los trámites y la edad “del servicio”.

En ese momento fui consciente de que lo había criado para que fuera libre y tenía ante mí la consecuencia. Hasta ese momento no me lo había planteado en ningún diálogo interior, vivía la dulce inercia de no pertenecer ni cuestionármelo; pero los hijos saben de sus padres más de lo que somos capaces de imaginar.

¿Qué esperabas encontrar del “otro lado”?

Trabajo de lo que fuera, decencia, cultura, americanos, libros y una computadora para mí sola. Vine sin noción de libertad y con el miedo criollo. No esperaba nada, sabía que no podía ni imaginármelo. Era toda sentidos

¿Qué encontraste?

Oportunidad de trabajo relacionado con la arquitectura, culturas tan distintas, !incluso entre cubanos ! Y sí, libros, pero poco tiempo mental para leer, de computadoras no me puedo quejar. Quise haber vivido una vida más americana, pero hay más tiempo que vida.

¿Qué has aprendido durante el proceso?

Humildad, gratitud, independencia. El gran binomio de compasión y cuidado, un poco de tolerancia y la maravilla de olvidar.

Aprendí a engañar a la suerte -sin hacer trampas - porque si no te toca y te esfuerzas el doble, tendrás la mitad del logro que NO ibas a tener, y así in- crescendo. Lo de creer en mí, ya lo traía adelantado.

¿Qué es para ti La libertad?

Encoger los hombros y administrar mi silencio como cuando tenía 7 años. Decidir, escoger, antojarme… Decir la verdad, la mía, en cualquier contexto, y no hacer ni oír lo que no quiero. Ser yo. Me responsabilizo.

¿Las experiencias vividas han cambiado en ti el concepto Patria?¿Piensas a menudo en “Ella”?​

Eso sucede con la madurez. Cualquier calle puede ser la tuya, pero cuando se acaban tus fuerzas, no hay escudo ni palacio, sabes a dónde tienes que llegar en el micro y en el macro mundo.

Mi bisabuela nació en el barco en que venía toda la familia desde Italia. La edad de las preguntas me la pasé averiguando cuál era, para ella; cuál sentía como su patria. Llegué a pensar que era el barco y abuela vino con lo de que la bandera, entonces decidí que tenía que ser el mar y no pregunté más. Hace unos años, mi madre me contó que fui engendrada en New York y toda mi gestación se hizo en Miami. A La Habana llegó ella, para que yo naciera donde no voy a morir.

Uno es quien es, pero la patria está donde tu alma planta bandera y marca la parcela que va a amar. El resto son ajustes.

No. No pienso en Ella a menudo. A los cinco años de estar aquí, regresamos y no vi La Habana edulcorada y destruida, para la que me habían preparado, sino la misma desesperanza descolorida y ajada de la que me marché, con degradación en progreso. Ahora, bajo el alivio de otra perspectiva, la del regreso.

La Cuba de los otros es una deuda moral con la niña que aprendió el concepto. Ellos me hicieron apátrida, y yo me hice norteamericana, me parece bien. Involuntariamente, reacciono a noticias, por vicios de la libertad.

Quienes fuéramos Ella y yo entonces, no existen fuera de mi imaginación.