Arde la barba de tu vecino

Un grupo de manifestantes quema basura en la plaza Altamira de Caracas.

La hipócrita “conversación” que sostuvo Nicolás Maduro con la oposición indica la temperatura política de lo que acontece en Venezuela.
En contra de su voluntad, el dictador se sentó a la mesa de diálogo. Aunque no quiera reconocerlo, lo hizo exigido por sus asesores cubanos, y por el mismo Raúl Castro, que en frecuentes llamadas telefónicas desde la Isla, le aconseja que no ceda, que no muestre debilidad ni que está desesperado por la presión social.

Cierto es que en Cuba falta mucho para que Raúl Castro reconozca a sus adversarios políticos; más lejos aún está la posibilidad de un diálogo entre ambas partes. Antes tendrán que morir muchos cubanos más, si es que -en alguna oportunidad- nos lanzamos a las calles para exigir lo que nos pertenece por derecho propio, y que nos han robado hace más de medio siglo.

Las circunstancias, las dictaduras y los tiranos son diferentes, pero al percibir que el proceso impuesto por el fallecido Hugo Chávez se extingue, a pesar del poderío y de los abusos que hacen padecer a la parte desilusionada del pueblo, también les han hecho pagar con más de cuarenta vidas la rebeldía.

Para evitar las guarimbas en Cuba, los Castro han mantenido su férreo mandato, que muchas vidas ha costado a quienes se le han opuesto. Aquí, al que respira un ritmo diferente al estipulado por el mandatario, la policía política le abre un expediente e inicia su persecución constante, esperando que agudice la respiración para comenzar a “brindarle” las cuotas de angustia.

En el archipiélago no hace falta un incendio; apenas les basta el humo que escapa de un fósforo apagado para disparar la alerta. No obstante, seguimos soñando con nuestras guarimbas.

Publicado por Ángel Santiesteban-Prats desde la Prisión asentamiento de Lawton. Abril de 2014, en su blog Los hijos que nadie quiso.