El poeta presentará su antología en La otra esquina de las palabras, Café Demetrio, en 300 Alhambra Circle, Coral Gables, este viernes a las 8 de la noche.
Con motivo de la presentación de la antología Siempre habrá un poema, publicada por el importante sello Visor, 2013, el poeta cubano Armando Álvarez Bravo dijo a MartiNoticias que “escribo porque es la mejor manera de ser y seguir, mi vida está en este libro”.
Álvarez Bravo, entre los más señeros aedas de la denominada Generación del 50 en Cuba, es autor de títulos imprescindibles de las letras isleñas como el poemario El azoro y el ensayo Órbita de Lezama Lima, ambas obras sometidas al asedio del arte proletario, quiere decir, del antiarte al servicio no ya de la dictadura del proletariado, sino de los dictadores del proletario, del proletariado y de los burgueses y de todo lo que se mueva.
El poeta viene ahora a ser reafirmado, justicia poética de por medio, en la valía de su quehacer intelectual al publicar Visor la presente antología de sus poemas.
Visor es la más importante editorial de poesía en lengua española y una de las más importantes en cualquier idioma. Allí están, entre otros grandes, desde Rubén Darío hasta Pablo Neruda, y Álvarez Bravo estaría entre los poquísimos cubanos que han tenido ese honor, entre ellos José Lezama Lima, Nicolás Guillén y Manuel Díaz Martínez.
Aunque no está Gastón Baquero, otro grande, quien fuera amigo de Álvarez Bravo, al punto de que éste ha dicho a MartiNoticias: “La amistad con Gastón era el hablar con una persona como si fuera mí mismo”.
Con respecto a Lezama, que sí está en Visor, Álvarez Bravo dijo que “es mi compadre, entrañable amigo; amigo de infancia de mi padre. Es alguien que desde que nos conocimos sabíamos que teníamos que mantener una entrañable amistad, sencillamente porque ambos, en tiempos temibles del totalitarismo castrista, vivimos por y para la poesía”.
Preguntado sobre la grandeza de Lezama y Baquero, sobre las probables diferencias entre ambas grandezas, Álvarez Bravo ha dicho que “más allá de la amistad no establezco diferencias entre Lezama y Baquero. Son dos grandes poetas. No dejo de soñar y desear ser como ellos. Espero que se cumpla ese deseo y ese sueño, que es imposible de precisar, pero eso sí, no dejo de hacer mi poesía como ellos hicieron la suya. Un poeta, que es alguien que escribe para siempre, nunca cae en comparaciones; sigue haciendo poesía como la hicieron sus mayores. Establecer diferencias, matices, carece de diferencias. Yo soy el que soy porque Lezama y Baquero fueron los que fueron”.
Cuestionado por MartiNoticias sobre el criterio que había seguido para escoger los poemas publicados en el volumen de Visor, Álvarez Bravo contesta: “Yo siempre escribo un único poema. Hacer esta antología, que es para mí un inmenso halago y reconocimiento, fue concentrar toda mi vida y poesía en unos cuantos versos. Creo, espero haberlo logrado. Esta antología me cuenta de cuerpo y alma enteros. Si se quiere saber de mí, sólo hay que leer toda mi poesía”.
El destacado poeta, quien es además miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española, y de la Academia Norteamericana de la Lengua, agregó que “siempre he creído, porque escribo un único poema, que todos mis libros son de capital importancia. Pero, a estas alturas de mi vida y copiosa obra, si debo elegir entre todos mis títulos publicados e inéditos, sólo puedo decir que mi obra y poesía han sido resumidas en Siempre habrá un poema”.
Una vida y una obra que le adeuda a Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, cumbres de la poesía mística española, no porque Álvarez Bravo sea santo -Dios me libre de asegurar algo semejante-, sino porque se santifica en la poesía, en los misterios del que vislumbra una realidad que le sobrepasa, sin desdeñar la subrealidad del día a día, y no tiene otra opción que recurrir al verso para transmitir lo vislumbrado.
Todo ello no porque Álvarez Bravo sea un fervoroso católico, que lo es, sino porque tiene un compromiso, no ya con el dogma católico, sino con la divinidad, con el devenir humano en su inextricable interrelación con la divinidad.
Así, escribe en Carta, poema de la presente antología:
Un hombre tiene su oficio, sus cicatrices, unas pocas certidumbres, quizá algunas explicaciones, y una voluntad de dicha.
Y en La herida, poema de la misma antología:
…el palpitar de la sucia herida de una sucia batalla, es la caricia de un Dios al que no se sabe acceder desde todo el desvelo y la furia que cercenó el alma.
Álvarez Bravo sabe, lo plasma en su obra y se aprecia en su vida, que no tiene sentido la imitación del Cristo pues, va de suyo, todo hombre al venir a este plano no encontrará modo de escapar a la cruz, ergo, de repetirse un poco como el mismo Cristo que, visto así, vendría a lavar nuestros pecados pero no a aliviar nuestros dolores.
Pero Álvarez Bravo ha padecido al menos una cuota triple de disímiles dolores, la que le corresponde a todo mortal al venir a este plano, la que le corresponde por la pérdida de la patria y la que le corresponde por ser poeta. La antología Siempre habrá un poema, que con buen tino publica Visor, no deja de nutrirse de esa triple fuente de dolor y, albricias, de una suerte de sosegada e insospechada alegría que suele advenir a los sobrevivientes de las grandes catástrofes.
Álvarez Bravo, entre los más señeros aedas de la denominada Generación del 50 en Cuba, es autor de títulos imprescindibles de las letras isleñas como el poemario El azoro y el ensayo Órbita de Lezama Lima, ambas obras sometidas al asedio del arte proletario, quiere decir, del antiarte al servicio no ya de la dictadura del proletariado, sino de los dictadores del proletario, del proletariado y de los burgueses y de todo lo que se mueva.
El poeta viene ahora a ser reafirmado, justicia poética de por medio, en la valía de su quehacer intelectual al publicar Visor la presente antología de sus poemas.
Visor es la más importante editorial de poesía en lengua española y una de las más importantes en cualquier idioma. Allí están, entre otros grandes, desde Rubén Darío hasta Pablo Neruda, y Álvarez Bravo estaría entre los poquísimos cubanos que han tenido ese honor, entre ellos José Lezama Lima, Nicolás Guillén y Manuel Díaz Martínez.
Aunque no está Gastón Baquero, otro grande, quien fuera amigo de Álvarez Bravo, al punto de que éste ha dicho a MartiNoticias: “La amistad con Gastón era el hablar con una persona como si fuera mí mismo”.
Con respecto a Lezama, que sí está en Visor, Álvarez Bravo dijo que “es mi compadre, entrañable amigo; amigo de infancia de mi padre. Es alguien que desde que nos conocimos sabíamos que teníamos que mantener una entrañable amistad, sencillamente porque ambos, en tiempos temibles del totalitarismo castrista, vivimos por y para la poesía”.
Preguntado sobre la grandeza de Lezama y Baquero, sobre las probables diferencias entre ambas grandezas, Álvarez Bravo ha dicho que “más allá de la amistad no establezco diferencias entre Lezama y Baquero. Son dos grandes poetas. No dejo de soñar y desear ser como ellos. Espero que se cumpla ese deseo y ese sueño, que es imposible de precisar, pero eso sí, no dejo de hacer mi poesía como ellos hicieron la suya. Un poeta, que es alguien que escribe para siempre, nunca cae en comparaciones; sigue haciendo poesía como la hicieron sus mayores. Establecer diferencias, matices, carece de diferencias. Yo soy el que soy porque Lezama y Baquero fueron los que fueron”.
Cuestionado por MartiNoticias sobre el criterio que había seguido para escoger los poemas publicados en el volumen de Visor, Álvarez Bravo contesta: “Yo siempre escribo un único poema. Hacer esta antología, que es para mí un inmenso halago y reconocimiento, fue concentrar toda mi vida y poesía en unos cuantos versos. Creo, espero haberlo logrado. Esta antología me cuenta de cuerpo y alma enteros. Si se quiere saber de mí, sólo hay que leer toda mi poesía”.
El destacado poeta, quien es además miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española, y de la Academia Norteamericana de la Lengua, agregó que “siempre he creído, porque escribo un único poema, que todos mis libros son de capital importancia. Pero, a estas alturas de mi vida y copiosa obra, si debo elegir entre todos mis títulos publicados e inéditos, sólo puedo decir que mi obra y poesía han sido resumidas en Siempre habrá un poema”.
Una vida y una obra que le adeuda a Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, cumbres de la poesía mística española, no porque Álvarez Bravo sea santo -Dios me libre de asegurar algo semejante-, sino porque se santifica en la poesía, en los misterios del que vislumbra una realidad que le sobrepasa, sin desdeñar la subrealidad del día a día, y no tiene otra opción que recurrir al verso para transmitir lo vislumbrado.
Todo ello no porque Álvarez Bravo sea un fervoroso católico, que lo es, sino porque tiene un compromiso, no ya con el dogma católico, sino con la divinidad, con el devenir humano en su inextricable interrelación con la divinidad.
Así, escribe en Carta, poema de la presente antología:
Un hombre tiene su oficio, sus cicatrices, unas pocas certidumbres, quizá algunas explicaciones, y una voluntad de dicha.
Y en La herida, poema de la misma antología:
…el palpitar de la sucia herida de una sucia batalla, es la caricia de un Dios al que no se sabe acceder desde todo el desvelo y la furia que cercenó el alma.
Álvarez Bravo sabe, lo plasma en su obra y se aprecia en su vida, que no tiene sentido la imitación del Cristo pues, va de suyo, todo hombre al venir a este plano no encontrará modo de escapar a la cruz, ergo, de repetirse un poco como el mismo Cristo que, visto así, vendría a lavar nuestros pecados pero no a aliviar nuestros dolores.
Pero Álvarez Bravo ha padecido al menos una cuota triple de disímiles dolores, la que le corresponde a todo mortal al venir a este plano, la que le corresponde por la pérdida de la patria y la que le corresponde por ser poeta. La antología Siempre habrá un poema, que con buen tino publica Visor, no deja de nutrirse de esa triple fuente de dolor y, albricias, de una suerte de sosegada e insospechada alegría que suele advenir a los sobrevivientes de las grandes catástrofes.