Bolsonaro da por concluidas las elecciones: "Se acabó"

El presidente Jair Bolsonaro el 1 de noviembre en su residencia oficial, en el Palacio Alvorada, en Brasilia.

El gobierno del presidente brasileño Jair Bolsonaro indicó su disposición a ceder el poder, dos días después de su ajustada derrota electoral ante el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva y ante las especulaciones de que el líder de ultraderecha podría disputar el resultado.

Bolsonaro habría dicho el martes a los miembros del Supremo Tribunal Federal que su batalla electoral contra Lula, como se conoce popularmente al expresidente, había llegado a su fin. Antes en el día, en un breve discurso desde el palacio presidencial, indicó que "siempre he jugado dentro de las cuatro líneas de la Constitución", aunque no llegó a reconocer su derrota en el balotaje.

Tras una reunión privada con Bolsonaro, el juez del alto tribunal Luiz Edson Fachin apuntó que el líder conservador había dicho que "Se acabó. Miremos hacia adelante". El magistrado realizó las declaraciones en un video difundido por medios locales.

A preguntas de periodistas, otros dos jueces del tribunal rechazaron realizar declaraciones acerca del encuentro, que duró una hora. El ministro de Economía, Paulo Guedes, también estuvo presente, pero no se pronunció al respecto.

En un comunicado posterior, el Supremo Tribunal Federal dijo que los jueces le dijeron a Bolsonaro durante la "reunión cordial y respetuosa" que es importante que reconozca el resultado del balotaje, así como el derecho del pueblo brasileño a la libertad de movimiento. El país está paralizado en parte debido a los cortes de carreteras por parte de partidarios del mandatario.

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Antes en el día, en sus primeras declaraciones públicas desde que se dieron a conocer los resultados, Bolsonaro no reconoció su derrota, pero inmediatamente después su jefe de gabinete dijo a los reporteros que le había autorizado a iniciar el proceso de cesión de poder.

Bolsonaro, quien antes de los comicios había cuestionado en repetidas ocasiones la fiabilidad del sistema electoral brasileño, tenía poco margen para un posible rechazo de los resultados.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y otros líderes internacionales reconocieron públicamente la victoria de Lula, igual que muchos de los aliados más cercanos de Bolsonaro. Y miembros del gobierno, gobernadores electos y líderes evangélicos que habían sido firmes partidarios del presidente, hicieron acercamientos al próximo mandatario de izquierdas.

Bolsonaro perdió el balotaje del domingo por un estrecho margen: logró el 49,1% de los votos frente al 50,9% de Lula, según la autoridad electoral nacional. Fue la carrera presidencial más ajustada desde el restablecimiento de la democracia al país en 1985, y es la primera vez que Bolsonaro pierde unas elecciones en sus 34 años de carrera política.

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Flanqueado por más de una docena de ministros y aliados durante un discurso de dos minutos desde la residencia presidencial, el líder no mencionó los resultados de las elecciones. En su lugar, defendió su gobierno y dijo que respaldaba las protestas de los camioneros que levantaron bloqueos en carreteras de todo el país, siempre y cuando no se vuelvan violentas.

"Los movimientos populares actuales son el resultado de la indignación y de una sensación de injusticia respecto a cómo ocurrió el proceso electoral", manifestó.

La declaración del presidente fue un "arma de doble filo", según Thomas Traumann, un analista político independiente. "No reconoció su derrota, y mantiene el suspenso (...) Pero como quiere seguir dominando, ser un líder, mantiene la posibilidad de manifestaciones pacíficas".

Igual que el expresidente estadounidense Donald Trump, a quien admira abiertamente, Bolsonaro afirmó que las máquinas de votación electrónica son propensas al fraude, pero no aportó evidencias que respalden su denuncia, ni siquiera cuando se lo ordenó el tribunal electoral.

Muchos de sus simpatizantes afirmaron también que las elecciones habían sido fraudulentas y algunos pidieron una intervención militar y la disolución del Congreso y del Supremo Tribunal Federal.

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El alto tribunal había ordenado antes a la policía federal de caminos que despejase de inmediato las carreteras.
La mayoría de los jueces del tribunal respaldaron la decisión, que acusa a las fuerzas de seguridad de "omisión e inercia". A las 20:30 horas de la noche, la policía de carreteras dijo que había retirado 419 bloqueos, pero casi 200 más seguían en pie.

Horas antes, en Sao Paulo, el estado más poblado y la mayor economía de Brasil, los atascos en las inmediaciones del aeropuerto internacional provocaron la cancelación de decenas de vuelos. En redes sociales circulaban videos de viajeros caminando con sus maletas en plena noche por la autopista para tratar de llegar a sus vuelos.

Las carreteras se abrieron el martes por la mañana, pero funcionarios aeroportuarios indicaron que el acceso seguía siendo complicado ya que aún había atascos en las entradas y salidas.

Ahí, Dalmir Almeida, un manifestante de 38 años, dijo que después de tres días de paro, él y otros inconformes llevarán sus camiones a cuarteles militares para pedir su apoyo. "El ejército estará a nuestro favor", aseguró.

En otro bloqueo en el estado de Sao Paulo, los manifestantes prendieron fuego a neumáticos. Varios estaban envueltos en la bandera brasileña, que el movimiento conservador se ha apropiado para sus manifestaciones. En la carretera se podían ver enormes filas de autos.

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El gobernador estatal, Rodrigo García, apuntó que el tiempo de las negociaciones se había terminado y no descartó el uso de la fuerza.

En Minas Gerais, un estado clave durante las elecciones, un video en redes sociales mostraba a un manifestante diciéndole a un reportero de O Tempo que la elección fue "fraudulenta" y que habría más protestas. "Queremos a Bolsonaro en 2023 y durante los próximos años", comentó.

En Itaboraí, una zona del estado de Río de Janeiro, un reportero de The Associated Press vio a camioneros arrodillados ante la policía y negándose a marcharse.

Usuarios de redes sociales, incluyendo en varios grupos en Telegram y WhatsApp, compartieron su exigencia de que el ejército tome las calles o de que el Congreso y el Supremo Tribunal Federal sean disueltos y que Bolsonaro permanezca en el cargo.

La decisión tomada el martes por el alto tribunal permite que las fuerzas policiales estatales regulares refuercen a la policía federal de caminos. Lo mismo ocurrió en 2018, cuando una huelga de camioneros paralizó el país durante 11 días.

Bolsonaro cuenta con un amplio apoyo de las fuerzas policiales y no estaba claro cómo de efectiva sería su participación en las protestas.

El paro de 2018 provocó un aumento en el precio de los alimentos y dejó los estantes de los supermercados vacíos, mientras que las gasolineras se quedaron sin combustible.

La protesta causó pérdidas multimillonarias y puso de manifiesto el gran poder de los camioneros. Bolsonaro, que entonces era un legislador que meses más tarde ganaría las presidenciales, se puso de su lado y los camioneros se convirtieron en una de sus bases electorales.