Carta de despedida del senador John McCain

El senador John McCain falleció este sábado, 25 de agosto, a los 81 años.

Este es el texto completo de un mensaje de despedida a la nación del senador estadounidense John McCain, quien falleció el sábado. El mensaje fue entregado póstumamente el lunes y lo leyó su exjefe de campaña, Rick Davis.

Mis compatriotas estadounidenses, a quienes con gratitud he servido durante 60 años, y especialmente mis compatriotas de Arizona: gracias por el privilegio de servirles y por la vida gratificante que el servicio en uniforme y en cargos públicos me ha permitido vivir. Intenté servir a nuestro país honorablemente. He cometido errores, pero espero que mi amor por los Estados Unidos se valore favorablemente comparado con ellos. A menudo he observado que soy la persona más afortunada de la Tierra. Me siento así incluso ahora, mientras me preparo para el final de mi vida. He amado mi vida, toda ella.

He tenido experiencias, aventuras, amistades suficientes para diez vidas satisfactorias, y estoy muy agradecido. Como la mayoría de las personas, me arrepiento, pero no cambiaría ni un día de mi vida, buenos o malos momentos, por el mejor día de nadie. Le debo esa satisfacción al amor de mi familia. Ningún hombre tuvo nunca una esposa o unos hijos tan amorosos de los que estuviera más orgulloso que yo. Y le debo a Estados Unidos estar conectado con las causas estadounidenses, la libertad, la justicia igualitaria, el respeto por la dignidad de todas las personas, nos causan una felicidad más sublime que los placeres fugaces de la vida. Nuestras identidades y sentido del valor no están circunscritos, sino que se agrandan al servir a causas buenas y más grandes que nosotros mismos.

Compatriotas estadounidenses, esa asociación ha significado más para mí que cualquier otra. Viví y muero como un estadounidense orgulloso. Somos ciudadanos de la más grande república del mundo. Una nación de ideales, no solo sangre y tierra. Somos bendecidos y somos una bendición para la humanidad cuando defendemos y adelantamos esos ideales en nuestra patria y en el mundo. Hemos ayudado a liberar a más personas de la tiranía y la pobreza que nunca antes en la historia. Hemos adquirido del progreso gran riqueza y poder.

Debilitamos nuestra grandeza cuando confundimos nuestro patriotismo con rivalidades que han sembrado resentimiento, odio y violencia en todos los rincones del mundo. La debilitamos cuando nos escondemos detrás de muros en lugar de derribarlos, cuando dudamos del poder de nuestros ideales en lugar de confiar en que sean la mayor fuerza de cambio que haya existido. Somos 325 millones de individuos obstinados y clamantes. Discutimos y competimos y, a veces incluso nos vilipendiamos en nuestros estridentes debates públicos.

Pero, siempre hemos tenido mucho más en común entre nosotros que desacuerdos. Si solo recordamos eso y nos damos el beneficio de la presunción de que todos amamos a nuestro país, superaremos estos tiempos difíciles. Saldremos al otro lado más fuertes que antes. Siempre lo hacemos Hace diez años, tuve el privilegio de reconocer mi derrota en las elecciones para presidente. Quiero terminar mi despedida con la sincera fe en los estadounidenses que sentí tan poderosamente esa noche. Aún la siento poderosamente.

No nos desesperemos por nuestras dificultades actuales, siempre creemos en la promesa y la grandeza de Estados Unidos, porque aquí nada es inevitable. Los estadounidenses nunca se rinden, nunca nos rendimos, nunca nos escondemos de la historia, sino que hacemos historia. Adiós conciudadanos estadounidenses. Dios los bendiga y Dios bendiga a los Estados Unidos de América.

(Traducción al español de Rolando Cartaya)