La reciente publicación en el diario Trabajadores de un caso de corrupción en los Astilleros de La Habana desató un motín virtual entre los lectores del órgano de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC).
“La confianza en las instituciones revolucionarias está agotada”, escribió el lunes Yander Guevara al pie del reportaje. “El comandante [Fidel Castro] una vez expresó que solo nosotros podríamos desmontar el proceso revolucionario; pues bien, vamos en camino de hacerlo”.
De acuerdo con Trabajadores, la Empresa de Astilleros compró rones, vinos, cervezas, vodka, tequila y otras bebidas alcohólicas en pesos convertibles (CUC), y las vendió en pesos cubanos (CUP) a sus propios empleados como si fuera parte de su gestión comercial, lo que representó una pérdida de 711,000 pesos cubanos para la economía del país.
Fue una denuncia anónima recibida por la Contraloría General de la República la que puso en marcha una investigación por parte de la llamada UCAI (Unidad Central de Auditoría Interna) en la Empresa de Astilleros, subordinada al Grupo Empresarial Marítimo Portuario (GEMAR) del Ministerio de Transporte.
“En diez años cuántas auditorias pasaron y no detectaron nada”, dice otro lector, que firma Armando Rafael. “Me imagino cómo fueron las atenciones a esos auditores y controladores. Nuestra prensa informa de barbaridades que se cometen a diario, en todos los diarios del país, pero da la impresión de que la prensa solo la lee el cubano de a pie, que no puede resolver nada”.
Según el lector, este caso inspirará tarde o temprano otro episodio del programa policiaco Tras la Huella, sin que ocurra nada más, y lamenta que quienes tienen poder de decisión en el país tampoco vean la televisión cubana.
Una trabajadora de los Astilleros, Zulema Pérez González, revela que los empleados de la empresa se enteraron de que había un proceso penal en curso y 12 dirigentes sancionados gracias al reportaje de Trabajadores, porque nunca les dijeron nada.
“¿Cómo ver un presunto delito en algo que era una práctica común y en tantos años nunca se detectó como deficiencia?, escribe Pérez González. “Es una total barbaridad, y ni hablar del disgusto y estado de opinión que hay en estos momentos en todos los trabajadores; hemos exigido la presencia de varias instancias en matutino general por este tema (administrativa, sindical y partidista) y no hemos obtenido respuesta; hasta cuándo tendremos que aclamar ser oídos para decir nuestra verdad”.
Tanto ella como otra lectora que firma Mileidy creen que detrás de la auditoría hay un propósito oculto: restructurar y eliminar la Empresa de Astilleros a mediados de año.
Lee también Un solo barco en el Mariel“Esta es la trama que dan con el objetivo de justificar la desintegración de la empresa, sin dar explicaciones a nadie”, dice Mileidy, y cuestiona al periódico Trabajadores. “Otra vez la prensa se hace eco de información sin constatar la verdad; están igual que la prensa sensacionalista de afuera que tanto critican”.
Para alguien que firma su comentario bajo el nombre de Lory, robos como este ocurren en las narices de todo el mundo y no pasa nada.
“Es indignante que la contraloría solamente encuentre descontrol cuando hay anónimos que describan los hechos, porque el llamado Control Interno…”, comenta.
Cuando otro lector que firma Landy se pregunta cómo es posible que sucedan estas cosas en una empresa socialista donde hay tantas entidades de fiscalización, más de uno se animan a responderle, a polemizar y hasta a bromear.
Lee también Corrupción se agudiza en Cuba con deterioro de condiciones de vida“Cubano” dice que simplemente porque todos esos sistemas no funcionan: “Lo que es de todos, no es de nadie”.
Arturo Chang opina que cuando la propiedad social está bien administrada, “esos sistemas en su conjunto pueden funcionar bien”. Y Manuel cierra el diálogo: “Porque todos ellos estaban pegados a la ubre de la vaca etílica”.
Y Joaquín Martínez Matos introduce el tema de los administradores que, “gracias al descontrol”, roban y desfalcan para luego irse del país con miles de pesos.
“Aquí en Guantánamo, en la empresa de la Alimentaria (harina) municipal, se han ido como tres o cuatro”, escribe Martínez Matos. “Hace poco se fue uno que debía más de 100,000 pesos, lo sabía el director, pero no lo denunciaron y se fue del país. Casos como estos nos afectan a todos”.