La Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia fue continuación lógica de las transformaciones democráticas en los países del este de Europa. Vaclav Havel, que se había opuesto a la invasión soviética de 1968, envía carta abierta al entonces presidente Gustav Husak, donde critica el sistema y sus antagonismos, fue el primer portavoz del grupo opositor Carta 77 y junto a otros opositores estuvo en la cárcel, de donde salía y entraba con frecuencia.
El 3 de octubre de 1989 Vaclav Havel era un opositor recién liberado de la prisión, al que todavía vigilaban agentes de la policía política del régimen, controlando sus encuentros con la prensa extranjera. Las autoridades checas apoyaban las medidas de Honecker en Alemania para impedir la salida de los germanos orientales e inclusive intentaron detener a los que buscaban refugio en la embajada de Alemania Occidental en Praga. Los vecinos de la sede diplomática de Bonn apoyaron a los refugiados alemanes. Había solidaridad con los que buscaban libertad y el ejemplo ya era cercano y contagioso.
El año de 1989 fue tumultuoso en Checoslovaquia, comenzando enero con una fuerte represión policial (chorros de agua fría –en invierno, gases lacrimógenos y porrazos), mientras miles de manifestantes rindieron homenaje a Jan Palach, el estudiante que se inmoló en 1969 protestando por la invasión soviética. En febrero y marzo se recopilaron cientos de miles de firmas que exigían mayor libertad religiosa. Las noticias de los cambios en los países vecinos, desde la URSS a Polonia, no se podían ya censurar.
El 17 de noviembre es un día sagrado en el calendario checo. En 1939 fueron ejecutados siete estudiantes checos tras protestar contra la ocupación nazi en el entonces protectorado de Bohemia y Moravia. Pasó a ser el Día Internacional de los Estudiantes.
Se acercaba el homenaje por el medio siglo y el mensaje era claro, una manifestación contra otro régimen. En la plaza Wenceslao, ante el Teatro Nacional se reunió un pequeño grupo, primero, que fue creciendo con las horas y llegó a contar con una decena de miles de personas al caer la noche. En sus manos llevaban velas y flores.
Todos los presentes sacaban las llaves de sus bolsillos y las hacían tintinear, un símbolo muy local, anunciando que llegaba la hora de marcharse de un lugar. La alusión era a Milos Jakes, sustituto de Husak, al frente de los comunistas checos.
Las peticiones eran simples: renuncia de los comunistas responsables por la invasión soviética de 1968, investigación de la represión contra los estudiantes del 17 de noviembre y apoyar la huelga estudiantil.
La policía repitió la represión de enero, pero esos golpes y gases lacrimógenos con un saldo de 38 heridos, fueron el detonante de las gigantes manifestaciones en Praga, Bratislava y otras ciudades del país. Fue un viernes, y al día siguiente los estudiantes de teatro de la Universidad Carolina de Praga llamaron a una huelga general, secundado por las facultades de periodismo y filosofía. Después los artistas, músicos y maestros del país apoyaron el llamado. Y el domingo se crea el Foro Cívico, que agrupaba a todas las fuerzas democráticas.
Para el lunes 20 del mediodía a las 2:00 p.m. se hace el llamado a la huelga general. Las peticiones eran simples: renuncia de los comunistas responsables por la invasión soviética de 1968, investigación de la represión contra los estudiantes del 17 de noviembre y apoyar la huelga estudiantil.
El lunes al mediodía eran cientos de miles los que ocupaban la Plaza de Wenceslao y sus alrededores, demasiados para ser controlados por la policía. El propio rector de la Universidad Carolina de Praga apoyaba la huelga estudiantil. El Primer Ministro prometió no utilizar la fuerza contra los manifestantes, que ya llevaban tres días en el centro de la ciudad, sin importar las bajas temperaturas de noviembre. El temor de que esto significara una variante china, estilo Tiananmen, rondaba en el ambiente.
Los organizadores de Foro Cívico se reunían en el Teatro Linterna Mágica (Laterna Magika), y desde allí envíaban proclamas para una huelga general el 27, de 2:00 a 4:00 p.m., mientras moderados del Comité Central piden una reunión con los líderes opositores. Un balcón del rotativo Palabra Libre (Svobodne Slovo) en la Plaza Wenceslao se convirtió en tribuna para los opositores que desde allí, con las llaves en las manos mostraban a los manifestantes la lucha hasta la renuncia de los comunistas.
El apoyo a la huelga de los trabajadores de las compañías de autos Tatra y Skoda y la fábrica de locomotoras CKD, fue decisivo. Cuando junto a Havel apareció Alexander Dubcek, el 24 de noviembre, el mundo comprendió que ya había triunfado el cambio en Checoslovaquia, que exigía, con libertad, unirse a Europa. El 25 y 26 de noviembre, 750 mil personas de todo el país se congregaron en el Parque Letna, para exigir la renuncia del Gobierno, que dimite el 28 de ese mes. Bastaron diez días. Para diciembre había un gobierno democrático, y el 29 de ese mes Havel era proclamado Presidente de Checoslovaquia por el Parlamento federal.
Vendría la separación (también de terciopelo) de los checos y los eslovacos; la entrada a la OTAN, a la Unión Europea, con las responsabilidades y riesgos propios. Pero no desean una vuelta al pasado.