La República de Colombia amanece con Iván Duque como presidente. Con más de 10 millones de votos en su haber, el candidato del Centro Democrático se impuso en las urnas sobre el izquierdista Gustavo Petro.
Pero a partir de ahora el pueblo colombiano tendrá que comenzar a mirar dentro de ese electorado que, con más de 8 millones de votos, respaldó las propuestas de un candidato del perfil de Petro, con un historial de violencia y gestión pública fallida.
Las redes sociales se encienden hoy con el #DuqueNoEsMiPresidente, incitado por un Petro perdedor que llama a la “resistencia”, la confrontación y el revanchismo, que no traerá sino más dificultades para gobernar al elegido por el pueblo en las urnas.
Si ya de por sí Juan Manuel Santos deja un país en una crisis de toda índole: social, económica y política, haciendo su retirada, con Nobel, pero por la puerta de atrás, con tan solo el 12 % de aprobación popular a su gestión, Duque deberá afrontar desde el primer día un mandato de mano férrea, de mano que enderece y retorne el país al fortalecimiento de las instituciones, al regreso a la confianza en la justicia, porque sin el imperio de la ley la democracia no existe.
En su discurso de victoria, Iván Duque resaltó la importancia de la unión de los colombianos. “Aquí no se trata de duquismo ni petrismo… vamos a gobernar para todos los colombianos”, y otras frases esperanzadoras y de conciliación rodearon sus primeras palabras como nuevo presidente electo de Colombia.
Lucha anticorrupción, seguridad ciudadana y justicia son los ejes principales en los que se centrará este joven, estudioso y metódico nuevo presidente. Duque pasa a ser el segundo presidente más joven que haya tenido Colombia, luego de Alberto Lleras Camargo, presidente de 1958 a 1962, quien fue electo con 39 años.
Su fórmula vicepresidencial también marca un hito, Marta Lucía Ramírez pasa a convertirse en la primera mujer vicepresidente de este país; una mujer que como ministro de defensa (2002) puso a marchar a los férreos militares de Colombia.
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La paz no es solo ausencia de violencia
El abogado y economista Duque resaltó que la paz requiere de seguridad y justicia. Esa paz tan añorada y a la vez tan vilipendiada, usada en discursos sofistas durante los últimos 8 años, que no se traducen en realidad en los campos y urbes colombianas es la que intentará reestablecer “poniendo a las víctimas en el centro del proceso” y no a los victimarios.
Los acuerdos firmados por el gobierno saliente de Santos y las Farc en La Habana se acercarán a la justicia y se alejarán de la impunidad. Duque plantea sanciones más severas, acorde a los delitos de lesa humanidad cometidos por los miembros de las Farc, y reformas en cuanto a su participación política con 10 curules en el Senado.
Referente al ELN, sentado en Cuba en espera de un acuerdo, ha sido claro: “si quieren desmovilización, desarme y reinserción” primero deben suspender todas sus actividades criminales.
El 42% de los votantes que debería preocupar a los demócratas
Pero Petro y la izquierda radical ganó perdiendo. Ocho millones de colombianos creen en las palabras de un hombre que pertenece al pasado violento de Colombia y le ven perfil de gobernante luego de dejar la capital de Bogotá sumida literalmente en “la basura”. Como gestor público en la alcaldía de Bogotá no cumplió ni con una tercera parte de sus promesas sobre educación, salud, infancia ni transporte.
Un hombre de palabra beligerante y comportamiento autócrata arrastró hasta las urnas al 42% de los votantes, siendo así el primer candidato de izquierda que llega a ese nivel de votación y a una segunda vuelta electoral, rozando la posibilidad de la presidencia.
Desde la palestra de su discurso de derrota, Petro anunció que “no me es grata la idea de volver al Senado”, pero que volverá para, desde allí, “movilizar a la ciudadanía” y ser la oposición.
“Esta elección es la oportunidad que esperábamos para pasar la página de la polarización… de los agravios… de las ponzoñas. Yo no reconozco enemigos en Colombia. No voy a gobernar con odios”, le dijo Duque a un país fracturado.
Ganó la esperanza, el ansia de justicia, la urgencia de certidumbre y la necesidad de prosperidad. Pero ¿ganó el retorno a la seguridad democrática? Eso será lo que a partir de hoy los periodistas y la sociedad civil fiscalizarán. Serán el ojo crítico y severo de su gestión, para garantizar que a Colombia no la vuelvan a embaucar en nombre de la paz.