La competencia en el reino de la incompetencia

El restaurante estatal Castillo de Jagua, se ubica en la céntrica intersección capitalina de 23 y G, sin embargo, permanece vacío.

Al parecer la única manera de “actualización” del socialismo es el retorno a las formas de producción y mercado del capitalismo
He sabido de buena fuente que el gobierno “está estudiando” el modo de permitir que los restaurantes y otros establecimientos gastronómicos estatales se conviertan en mini-cooperativas en manos de sus propios trabajadores, a fin de hacerlos productivos y lograr que roten los alimentos que –debido a la mala calidad de la comida, a las pésimas condiciones de los locales o a la combinación de estos y otros factores– se acumulan en los almacenes de dichas entidades.

Todo un proceso de operativos de inspección desatados en la capital en el sector gastronómico, específicamente en los locales pertenecientes a la Empresa Provincial de Restaurantes de Lujo – ¡vaya nombrecito para denominar los lamentables tugurios gastronómicos que otrora fueran orgullos de los habaneros! –, ha revelado que el valor de los productos almacenados, sin rotación por falta de clientes, es de varios millones de pesos, sin contar las numerosas violaciones y casos de corrupción detectados que son inmanentes al sistema. Así, “se está analizando” por las autoridades (¿competentes?) establecer el sistema de alquilar esos locales a cooperativas gastronómicas para el próximo año, 2013.

Es un secreto a voces que, mientras los restaurantes y cafeterías estatales permanecen completamente huérfanos de clientes, muchos de las llamadas “paladares”, en manos privadas, gozan de la preferencia de cubanos y extranjeros. Algunas de estas últimas usualmente tienen colas, desde su apertura hasta su cierre, lo que demuestra la superioridad en cuanto a calidad, condiciones de trabajo, confort de los clientes, etc., del trabajo privado sobre el estatal.

La cooperativización (perdonen los lectores el uso de una palabra tan fea) no deja de ser una buena noticia. En todo caso, hace mucho tiempo la prestación de servicios en su totalidad debería haber gozado de autonomía. De hecho, esta vuelta de hoja hacia lo que oficial y eufemísticamente ha dado en llamar “otras formas de trabajo y empleo”, es el reconocimiento tácito del fracaso de la estatización y de la necesidad de privatizar como única forma de hacer rentables y productivos éstos y otros espacios de la economía interna. La mala noticia es que seguramente el proceso estará plagado de trabas y controles excesivos que ralentizarán los resultados, y que los empleados de la gastronomía estatal deben tener paciencia: un gobierno tan anciano anda a paso muy lento y es lerdo para el aprendizaje.

Ahora bien, la autonomía de estos establecimientos estatales en la cadena gastronómica autónoma añade un importante componente a la competencia que ya existe entre los privados, y un potencial incremento de la demanda de productos alimenticios que el gobierno es incapaz de satisfacer. Es de esperarse que esta nueva medida (¿reforma?) venga acompañada de mayor libertad económica para los productores de alimentos, es decir, el sector privado campesino, habida cuenta de la proverbial incompetencia de las producciones agropecuarias estatales. A la postre, el gobierno se verá forzado a liberar de trabas a los productores y flexibilizar el sistema de comercialización de los productos alimenticios.

La competencia, resultado natural del mercado, pondrá en evidencia la incompetencia del sistema socialista que actualmente el General reformista insiste en “renovar”. Nada, que al parecer la única manera de “actualización” del socialismo es el retorno a las formas de producción y mercado del capitalismo… Como dice la voz popular: ¡tanto y tanto nadar para venir a morir en la orilla!

Más de esta autora en su blog Sin Evasión