Cuba 2018: alcohol, béisbol y reguetón

Vida diaria en La Habana

La Habana - Mientras se pueda, fiesta. Tarimas de madera con tubos de aluminio y toldos de colores desgastados. Un par de urinarios portátiles, pipas con cerveza de pésima calidad y tres brigadas policiales que se encargarán de mantener el orden.

Ése será el panorama en Diez de Octubre para celebrar el 60 aniversario de la revolución de Fidel Castro, según un funcionario del Partido Comunista en el municipio más poblado de La Habana.

Con una extensión territorial de 12,28 kilómetros cuadrados, en Diez de Octubre viven 213,583 personas, de las cuales más de la mitad son del sexo femenino. La densidad demográfica es de más de 17 mil habitantes por kilómetro cuadrado.

Situado al sur de la capital y a media hora en auto del centro de la ciudad, Diez de Octubre no tiene hoteles, playas, ni hectáreas de tierra dedicadas al cultivo agrícola. Tampoco rascacielos, restaurantes ni bares históricos recomendados en guías internacionales de turismo. Luyanó, Lawton, Santos Suárez, Víbora y Sevillano son sus cinco barrios principales.

El 53% de las casas, cuenta Olga, funcionaria del instituto municipal de la vivienda, se encuentran en regular o mal estado constructivo. El número de indigentes -denominados deambulantes por el régimen- ronda los 4 mil y más de 70 mil núcleos familiares residen en condiciones de pobreza extrema.

Los espacios deportivos, como el Conte y el Ferroviario en Lawton o el Cardona en el Sevillano, están depauperados y piden a gritos un remozamiento integral. Por la tasa de homicidios, pandillerismo, robo con fuerza, hurto y carterismo, ocupa el tercer puesto en La Habana, detrás de San Miguel del Padrón y Arroyo Naranjo, éste último el municipio con más hechos de sangre en Cuba.

En Diez de Octubre apenas se ven extranjeros y los pocos que se ven suelen ser suizos, que viajan a la capital cubana a recibir cursos de español en una antigua escuela de esperanto, hoy Estudio Sampere, en Vista Alegre entre Luz Caballero y Juan Bruno Zayas, Víbora.

Al igual que en el resto de los municipios habaneros, el sistema de transporte es caótico. Y también en esta localidad, como en El Cerro, Habana Vieja y Vedado, los espléndidos colegios laicos y religiosos hoy se encuentran en estado ruinoso, salvo algunos casos, como el antiguo seminario de los Hermanos Maristas, reconvertido en cuartel general de la policía política.

La mayoría de los habitantes del populoso municipio desearían tener calles asfaltas -el 80 por ciento de las vías necesitan ser reparadas-, un acueducto eficiente, mejor higiene, mercados abastecidos y viviendas de calidad.

“La prioridad en 2018 es esperar con júbilo el 60 aniversario de nuestra revolución", pero el funcionario del Partido Comunista municipal aclaró a este periodista. “Hay calendarizado un programa extenso de actividades culturales y deportivas y también ferias agrícolas. Se realizarán charlas y simposios recordando a Fidel Castro. Y con la participación de los cuentapropistas, se organizarán actividades en parques infantiles y fiestas con música grabada y la Plaza Roja se transformará en una sede fija de orquestas bailables”.

El primer día del año ya se puso a prueba la nueva dinámica territorial. La llamada Plaza Roja, que no es plaza ni está pintada de rojo, es una simple calle de cien metros de largo por treinta de ancho que nace frente al otrora Instituto de Segunda Enseñanza de la Víbora y muere en la Calzada de Diez de Octubre. Recientemente fue asfaltada.

El pasado lunes 1 de enero, una brigada del Poder Popular levantó una tarima de madera, colocó dos baños portátiles y varias pantallas planas para el concierto de Alexander Abreu y su banda Havana D’Primera.

Pasadas las ocho de la noche, la Calzada Diez de Octubre, desde Santa Catalina hasta Acosta, fue cerrada al tráfico.

Fin de año en Cuba

“Al no poder garantizarse el ron y la cerveza no armamos quiscos para expender bebidas alcohólicas”, dijo un trabajador. Como si de un carnaval se tratara, miles de personas acudieron al concierto con cajas de ron Planchao, jabas de nailon cargadas de cervezas y pomos plásticos con ron. “La policía no deja pasar con botellas de cristal. Tampoco con ningún perfilo cortante”, comentó Yaudel, un presidario habitual.

A las diez, cuando arrancó a tocar Havana D’Primera, el dueño de la cafetería en divisas más cercana donde la multitud se abastecía de cerveza y ron decidió cerrarla. En su lugar, en la calle Carmen, colindante con la Plaza Roja, tres autos y una camioneta particular improvisaron bares ambulantes. Ofertaban botellas de ron, cajas de Planchao y cerveza de latas.

Ante tanta demanda, los precios se dispararon.

“Ño, asere, no seas apretador, lo único que me quedan son 35 cañas”, suplicó un joven al vendedor de Planchao, que los vendía a 45 pesos, dos veces su precio original. “Los bisneros hicieron zafra. Una botella de ron de 30 de pesos, la echaban en dos pergas de cartón y cada una la vendían a 60 pesos. El laguer (cerveza), que los negocios particulares venden a 35 pesos, a 50 y 60 pesos. Y volaba. La gente estaba seca”, contó Damián, estudiante de preuniversitario.

Julio, dueño de un paladar en la Avenida Acosta, cerró su negocio y en su moto cargó cuatro cajas de ron Planchao y seis cajas de cerveza Bucanero. “Lo vendí todo, men. La cerveza a 50 pesos y el Planchao a 40. La gente me partía pa' arriba como si estuviera vendiendo carne de res”, dijo Julio.

Otros, a precio de oro, ofertaban pan con bistec, pollo frito y bocaditos de jamón o queso.

“No se pudo garantizar con los factores del municipio el abastecimiento gastronómico”, se lamentó el funcionario del Partido Comunista.

Los vecinos de los alrededores de la Plaza Roja sufrieron un apagón de cuarenta minutos cuando se prendieron las pantallas y luces en la tarima. Las quejas eran subidas de tono. “Dicen que hubo un cortocircuito y por eso nos quedamos sin luz. No quieren revolución, pues cojan revolución. Y mira el ‘hombre nuevo’ como se comporta. Meando en la calle o en los portales y curdeando a más no dar”, señalaba Antonio, jubilado.

Dos baños para 20 mil personas desde luego que son pocos. Entonces la multitud orinaba donde quiera. “Tuve que tirarle agua a esa gentuza. Se habían metido dentro de mi portal a orinar y defecar. Y lo peor ocurrió después que se acabó el concierto. Las parejitas hacían el amor en cualquier lado. Los jamoneros y tiradores se pusieron las botas”, expresó Lidia, ama de casa.

Al día siguiente, las zonas aledañas a la Plaza Roja parecían un campo de batalla. El olor a orine y excremento era brutal. Cientos de envases, latas y botellas regadas por toda la calle.

“¿Y ahora quién viene a recoger toda esta porquería?", se preguntaba Arnaldo, vecino de la Plaza Roja."Ná, como en África, que el meao y la mierda se secan solos. Eso es fertilizante, dirá el gobierno.”, reseñó con tono irónico.

Mientras, el funcionario del partido, con la jerga habitual de los comunistas, se jactaba de que después de arrancar por todo lo alto el primero de enero con Alexander Abreu, "el fin de semana todos los habaneros, y por supuesto los octubrinos, están convocados al Estadio Latinoamericano para apoyar a Víctor Mesa y los Industriales, el equipo de béisbol de la capital, a ganar el campeonato”.

Es lo que por decreto oficial les toca a los cubanos en 2018. Mucho circo. Poco pan. Y que siga la fiesta.