Una lancha lo atropelló donde el agua le daba por debajo de los hombros. A la esposa sólo le mostraron las patas de rana; abandonó Cuba sin ver el cuerpo ni saber la causa de la muerte.
Las autoridades del hotel Gran Club Santa Lucía, en la cayería del Norte de Camagüey, le comunicaron a una vacacionista canadiense que su marido había muerto en la playa pero la policía nunca le informó que su marido falleció a consecuencia de graves heridas en la cabeza y la espalda, infligidas por la propela de una lancha rápida que al parecer incursionó en el área para bañistas del balneario.
Anca Tonea contó al diario Toronto Star que el pasado 22 de mayo vio desde la arena una lancha rápida detenerse en las aguas sobre los arrecifes donde su marido, Gigel, de 66 años, estaba buceando con careta y snorkel. Comprendió que algo andaba mal cuando vio que los de la embarcación sacaban a un hombre del mar, con las piernas colgando inertes.
Su esposo nunca volvió a la orilla. Tras horas buscando respuestas, un empleado del balneario le dio la mala noticia a Anca.
Mientras llora a Gigel, la familia está cuestionando la forma en que trataron a la mujer en Cuba. Aseguran que nunca le permitieron ver el cuerpo de su esposo, que para que lo identificara sólo le mostraron las patas de rana, y que nunca le notificaron la causa de la muerte. Ella salió de Cuba creyendo que su cónyuge había fallecido de una embolia o un paro cardíaco.
Los Tonea vinieron a descubrir qué había matado al padre de familia cuando escribieron en el traductor de Google fragmentos del reporte policial en español. “La palabra ‘propela’ nos dio la clave”, dijeron al Star. “La idea de que ella se fue de Cuba sin saber cómo murió es bastante siniestra”, dijo el hijo mayor, Alexander Dandy
La policía cubana le aseguró a Yoan Dominguez, el oficial consular canadiense asignado al caso, que en la playa hay un letrero que indica a los bañistas el límite de la zona para nadar. Pero Anca Tonea niega que su marido lo haya traspasado. Recuerda haberlo visto parado sobre la arena del fondo, con el agua por debajo de los hombros.
La familia ha contratado a un abogado, Barry Swadron, quien ha prometido hacer lo que esté a su alcance “para investigar las circunstancias de una muerte obviamente evitable”
Otro de los hijos, Bogdan, dijo al diario de Toronto que su familia quiere saber qué pasó, a fin de evitar otro accidente similar, considerando las hordas de turistas que como aves migratorias huyen del crudo invierno canadiense al Caribe cada año.
Pero Dominguez, el diplomático, les ha advertido que los extranjeros involucrados en casos policiales en Cuba “deben esperar largas demoras en los esfuerzos por resolverlos”, y que las autoridades cubanas no comparten los informes policiales con las embajadas extranjeras ni con el público en general.
La prensa cubana tampoco reporta los accidentes o muertes de extranjeros que ocurren en la isla, según analistas, una forma de secretismo que busca proteger el vital flujo de vacacionistas a la isla, al cual Canadá aporta más de la tercera parte.
Mientras tanto, los Tonea se consuelan pensando que al menos podrán dar sepultura este miércoles a Gigel, cuyos restos llegaron a Toronto desde Cuba la semana pasada.
Anca Tonea contó al diario Toronto Star que el pasado 22 de mayo vio desde la arena una lancha rápida detenerse en las aguas sobre los arrecifes donde su marido, Gigel, de 66 años, estaba buceando con careta y snorkel. Comprendió que algo andaba mal cuando vio que los de la embarcación sacaban a un hombre del mar, con las piernas colgando inertes.
Su esposo nunca volvió a la orilla. Tras horas buscando respuestas, un empleado del balneario le dio la mala noticia a Anca.
Mientras llora a Gigel, la familia está cuestionando la forma en que trataron a la mujer en Cuba. Aseguran que nunca le permitieron ver el cuerpo de su esposo, que para que lo identificara sólo le mostraron las patas de rana, y que nunca le notificaron la causa de la muerte. Ella salió de Cuba creyendo que su cónyuge había fallecido de una embolia o un paro cardíaco.
Los Tonea vinieron a descubrir qué había matado al padre de familia cuando escribieron en el traductor de Google fragmentos del reporte policial en español. “La palabra ‘propela’ nos dio la clave”, dijeron al Star. “La idea de que ella se fue de Cuba sin saber cómo murió es bastante siniestra”, dijo el hijo mayor, Alexander Dandy
La policía cubana le aseguró a Yoan Dominguez, el oficial consular canadiense asignado al caso, que en la playa hay un letrero que indica a los bañistas el límite de la zona para nadar. Pero Anca Tonea niega que su marido lo haya traspasado. Recuerda haberlo visto parado sobre la arena del fondo, con el agua por debajo de los hombros.
La familia ha contratado a un abogado, Barry Swadron, quien ha prometido hacer lo que esté a su alcance “para investigar las circunstancias de una muerte obviamente evitable”
Pero Dominguez, el diplomático, les ha advertido que los extranjeros involucrados en casos policiales en Cuba “deben esperar largas demoras en los esfuerzos por resolverlos”, y que las autoridades cubanas no comparten los informes policiales con las embajadas extranjeras ni con el público en general.
La prensa cubana tampoco reporta los accidentes o muertes de extranjeros que ocurren en la isla, según analistas, una forma de secretismo que busca proteger el vital flujo de vacacionistas a la isla, al cual Canadá aporta más de la tercera parte.
Mientras tanto, los Tonea se consuelan pensando que al menos podrán dar sepultura este miércoles a Gigel, cuyos restos llegaron a Toronto desde Cuba la semana pasada.