La artista plástica Tania Bruguera, retenida en la isla desde hace cinco meses por intentar un performance en la llamada Plaza de la Revolución, ha recibido apoyo internacional amplio. Siendo una de las figuras más emblemáticas del arte contemporáneo mundial –arte activista y conceptual–, galeristas y curadores de todo el orbe están pendientes de lo que pueda suceder a la artista cubana, acusada por las autoridades castristas de querer usurpar un espacio público para subvertir el orden.
Nada nuevo bajo el sol de Cuba. Lo que sí es nueva es la distribución y mantenimiento de la noticia a través de las redes sociales, algo con lo que, para su desgracia, no contaron los plásticos cubanos que convocaron al debate de ideas en plazas abiertas en los años 80, cuando en el país se respiraban aires de Perestroika y, según parecía, las cosas podían cambiar. Entonces, sucedió más o menos lo mismo que ahora. Algunos artistas emprendieron el camino del performance (acción teatral enfocada desde la plástica, generalmente reivindicativa) para acercar al transeúnte que habitualmente no entra en galerías de arte. Pero el performance, que suele ser polémico por su naturaleza contestataria, resultó una trampa para aquellos creadores de finales de los 80. Muchos terminaron en prisión o fuera de Cuba, como último recurso de escapatoria.
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La realidad se manifestó contraria para la vanguardia. Los estudiantes de Periodismo terminamos en purgas del partido comunista (fue muy acalorado nuestro encuentro en el palacio de gobierno con el dictador Fidel Castro), mientras los plásticos que llevaron el arte a la calle terminaron encarcelados y sus obras decomisadas. Al cabo de 28 años de las redadas "culturales", Martí Noticias habló con uno de aquellos plásticos que pudo escapar milagrosamente de la isla, pero sus compañeros del grupo ART-DE (Arte y Derecho) cumplieron prisión por dos años en cárceles comunes.
Exiliado en Estados Unidos, Juan-Si González recuerda el final de los años 80 todavía con tristeza y frustración. Desde su estudio en Ohio, ofreció testimonios de persecución hacia el arte político, una variante de compromiso social tan natural en el mundo, pero que en Cuba continúa perseguida. La solidaridad de Juan-Si González con Tania Bruguera ha sido inmediata. A pesar de varios intentos, este diario no pudo contactar con los otros fundadores del grupo ART-DE, que viven también en Estados Unidos, excepto el cineasta Ricardo Vega que se exilió en París.
Gracias a la gentileza de Vega, hoy contamos y publicamos en nuestras páginas fragmentos de filmaciones que ellos realizaron y pudieron reconstruir. A la vuelta del tiempo, Vega se ha convertido en un archivero de aquellos años de explosión social, una reacción popular muy vigilada y controlada por el régimen, como se podrá entender.
Juan-Si González se muestra indignado con el video de desprestigio a Bruguera que el castrismo está circulando últimamente en sus redes internas. Ya decíamos, nada nuevo bajo el sol, pero asombra que casi 30 años después la persecución sea idéntica. Es como si lo que ellos hicieron no sirviera de nada, aunque para las generaciones que vivimos la falsa glasnot cubana sí sirvió de reafirmación de que, al menos la vanguardia artística, sí quiso cambiar el rumbo del país.
A continuación ofrecemos la entrevista con Juan-Si González.
El activismo social era visto como panfleto
¿Cómo surgió la idea de hacer arte efímero en el parque de 23 y G? ¿Tuvo algo que ver con la Perestroika?
A finales del 1987 realicé mi primera acción callejera independiente, titulada "El año que viene va a verde todo", que consistía en limpiar las calles con un carro de basura pintado de verde olivo, con un texto en rojo escrito alrededor del tanque que decía eso: "El año que viene va a VERDE todo". Yo estaba vestido con una guayabera blanca; recogía la basura y mientras me desplazaba por la calle 23 loma arriba, entre el Pabellón Cuba y el cine Yara; le repartía a los transeúntes un papel que decía Salud para el arte. Semanas después de esa acción, Jorge Crespo y yo decidimos crear el "Proyecto Imán" y pensar simples acciones de intervención pública que provocaran interacciones espontaneas con los transeúntes. Escogimos acciones que generaran el deseo de sumarse y de participar en otras personas.
Queríamos abrir espacios y, a partir de esa básica idea, comenzamos en el parque de Coppelia, donde siempre había mucha gente. Hablábamos con la gente que nos preguntaban: ¿qué están haciendo?, ¿qué es eso?, ¿eso es alguna actividad artística/cultural? ¿Están autorizados para hacer eso? Les comentábamos sobre la necesidad de crear espacios públicos de intercambio y discusión sobre nuestros problemas cotidianos y sobre el arte y la cultura.
Jorge y yo fuimos detenidos y censurados por esas primeras acciones que hicimos en Coppelia. Nos prohibieron hacerlas bajo la justificación de que en ese parque se reunían muchos homosexuales, delincuentes y vendedores de drogas. Nos dijeron que estábamos incentivando esas actividades ilícitas en Coppelia.
Unas semanas después, nos reagrupamos en el parque de 23 y G, con el nombre provisional de Grupo Re/unión. Ya ahí se sumó al grupo el artista Eliseo Valdés y también muchos otros colaboradores como los escritores Julio Martínez y Alejandro Robles, los artistas César Ernesto González, Magin, Amaury Suárez, Adalberto Roque, Ibrahim Miranda, Santiago Yanes, Reinaldo Batista, Magda Martínez, el cineasta Ricardo Vega, Ramón García, el cineasta Marco A. Abad, el músico Adrián Morales, Reinaldo Batista, Alexis Núñez Oliva y muchos otros, que pasaban cada miércoles por el parque y nos daban su apoyo.
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Durante la primera caminata que hicimos, "Tarde de Sandwiches", fuimos nuevamente detenidos. Nuestras piezas fueron destruidas por la policía. Jorge y yo fuimos esposados y nos llevaron hasta la jefatura policial de Zapata. Una semana después, hicimos otro evento que se llamó "Alegato contra la censura" y ese día, luego de un gran debate sobre el tema de la censura, surgió el grupo Art-De (Arte y Derecho).
A partir de este momento, ya estábamos convencidos de que lo más importante no eran nuestros performances individuales, sino el tratar de crear y defender la necesidad de un espacio público de encuentros sostenidos, de intercambios y debates, donde pudiéramos hablar y discutir sin intermediarios oficiales provenientes de las instituciones de arte u otras instituciones de gobierno. Nos parecía sumamente hipócrita seguir hablando de arte y estética, cuando se ejercía el control y la censura, donde el más mínimo acto de disentir o actuar con independencia era condenado. El disidente político o estético era marginalizado, estigmatizado, despedido de su trabajo, excluido del mundo del arte y perseguido por ejercer su derecho a opinar o reagruparse.
A partir de entonces, para nosotros la obra era el fenómeno, lo que sucedía en el parque o en cada evento en términos de intercambio y discusión. Para nosotros la obra era crear esa plataforma pública para la libre deliberación. Al parecer, era imposible entonces y lo sigue siendo hasta hoy.
¿Pero tuvo algo que ver con la Perestroika?
Nadie quería hablar o ser asociado con esa actitud ante la obra. El activismo social era visto como panfleto. Por esa justa razón, nosotros nos quedamos solos, ya que lo hacíamos clara y abiertamente, en términos sociológicos y políticos. Nosotros nos negábamos a ser aduaneros estéticos. Eso nos trajo muchos problemas. Decían que lo que hacíamos no era arte, que no había curaduría ni cuidado formal, que nuestros performances no tenían dramaturgia, que éramos unos arribistas que solo queríamos dar la nota y llamar la atención, y nos comparaban con el grupo Pro Arte Libre, que eran vistos como disidentes.
Debido a todo eso, nos fuimos quedando solos, nos separaron y nos convirtieron para el resto de los artistas en lo errado, en lo que no debía hacerse. Eso provocó que nos radicalizáramos, nos alejáramos del mundo del arte, de los artistas y nos vinculáramos más con disidentes políticos. Si te fijas, aquellos eventos que hicimos no están debidamente documentados y quienes lo han hecho con mayor rigor no han sido investigadores cubanos. Han sido Rachel Weiss y Zoya Kokur, justamente por su interés en el carácter sociológico y político de aquellas acciones.
Pero sí. Entre otras, la idea de constituir el grupo Art-De estuvo influenciado por aquellos años de Perestroika. Fuimos ingenuos, ya que teníamos la ilusión de que los cambios en la URSS también llegarían por carambola a Cuba. A partir de 1991, toda una generación se fue de Cuba al ver la reacción represiva por parte del régimen. Yo pude irme a Costa Rica con la ayuda de una amiga y de Amnistía Internacional, organización que me consiguió una visa de cortesía para salir vía Panamá. Meses después, mis amigos de grupo, Jorge Crespo Díaz y Marco A. Abad, fueron detenidos, encarcelados y condenados a dos años de privación de libertad. Nos reencontramos en Miami en 1993.
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¿Cómo fueron tratados aquellos artistas por las autoridades del Gobierno?
Fuimos tratados como disidentes, traidores al servicio de la Oficina de Intereses. A mí me expulsaron deshonrosamente de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, oficialista) y de mi trabajo como ilustrador de La Gaceta. Me invalidaron mi certificado de graduación del Instituto Superior de Arte. Yo trabajaba como profesor de dibujo en el Instituto Superior de Diseño Industrial, de donde también me expulsaron. No podía exhibir dentro de Cuba y mucho menos fuera, así que en 1990, con la ayuda de Néstor Almendros, enviamos dos de nuestras películas independientes al Festival Latino de New York y eso le puso la tapa al pomo. La represión y detenciones se agudizaron, lo cual me llevó a dejar Cuba en 1991.
Marco A. Abad fue a filmar el mitin de repudio contra la poetisa María Elena Cruz Varela en su casa de Alamar. Ese día fue detenido y luego detuvieron a Jorge Crespo. Casi un año después de estar detenidos en Villa Marista, fueron condenados.
Es impresionante y muy frustrante ver que lo que nos ocurrió hace 28 años no sirvió de nada. Hoy el régimen sigue obrando de una manera represiva y mentirosa; solo tienes que ver lo que han intentado hacer con Tania (Bruguera), El Sexto, Ángel Santiesteban-Prats y tantos otros. A nosotros nos dejaron solos, incluyendo a los artistas. Hoy el silencio sigue siendo el mismo. Esa estrategia de dividir a los artistas en relación con sus privilegios y prebendas sigue teniendo efecto.