En los puntos de venta se encontraban desde ropa de moda hasta la sifa del lavamanos que no aparecen en las shopings, o el cuentapropista daba mejor precio y calidad, apunta el escritor.
En un artículo que publica el portal Café Fuerte sobre la reciente disposición que prohíbe a los cuentapropistas cubanos la venta de productos textiles o industriales importados, el escritor Leonardo Padura opina que de lo que se trata ahora es de "cortar la fruta porque el árbol que la producía siguió creciendo y pariendo".
Para secar el árbol de raíz, sugiere el autor, el gobierno había implementado restricciones aduanales que exigen a todo cubano residente en el exterior pagar en divisas el precio de sus importaciones más allá de los objetos de uso personal, o que sobrepasen los 30 kilogramos libres de impuestos.
En cuanto a los residentes cubanos, solo una vez al año tienen derecho a importar productos que no sean de uso personal y pagar en pesos cubanos: en las siguientes ocasiones deben hacerlo en moneda fuerte y al final pagar casi el doble del valor del producto importado.
El articulista se pregunta cómo es posible que existiendo tan gravosas regulaciones —que obligan a pagar las tarifas de importación y el precio de los productos, más lo que cuestan los billetes aéreos, los impuestos cubanos y todo lo demás— pueda haber personas que se dediquen a importar, como viajeros, estos productos por los aeropuertos cubanos.
También, cómo puede ser no solo rentable, sino floreciente, e incluso competitivo frente al Estado, el negocio de la venta de ropas, zapatos y otros artículos importados hasta el punto de que se decida prohibirlo.
Padura opina que con la medida el Estado resolverá el problema de esa competencia, pero generará un nuevo problema, al afectar al ciudadano que por diversas razones prefería acudir a estos negocios privados antes que a las tiendas recaudadoras de divisa estatales.
“El gran perdedor en este juego comercial va a ser, entonces, ese cubano de a pie que encontraba en los distintos puntos de venta desde la ropa de moda hasta la sifa del lavamanos que no aparecen en las shopings, o que optaba por comprársela al cuentapropista porque le daba mejor precio y calidad”, termina diciendo el laureado novelista.
”O perderá, al menos, la posibilidad de escoger con libertad, cuando los implicados en todos los puntos de esta cadena encuentren la alternativa para sostener su negocio, tal vez con más riesgos, pero con iguales o mayores beneficios: el mercado negro”.
Para secar el árbol de raíz, sugiere el autor, el gobierno había implementado restricciones aduanales que exigen a todo cubano residente en el exterior pagar en divisas el precio de sus importaciones más allá de los objetos de uso personal, o que sobrepasen los 30 kilogramos libres de impuestos.
En cuanto a los residentes cubanos, solo una vez al año tienen derecho a importar productos que no sean de uso personal y pagar en pesos cubanos: en las siguientes ocasiones deben hacerlo en moneda fuerte y al final pagar casi el doble del valor del producto importado.
También, cómo puede ser no solo rentable, sino floreciente, e incluso competitivo frente al Estado, el negocio de la venta de ropas, zapatos y otros artículos importados hasta el punto de que se decida prohibirlo.
Padura opina que con la medida el Estado resolverá el problema de esa competencia, pero generará un nuevo problema, al afectar al ciudadano que por diversas razones prefería acudir a estos negocios privados antes que a las tiendas recaudadoras de divisa estatales.
“El gran perdedor en este juego comercial va a ser, entonces, ese cubano de a pie que encontraba en los distintos puntos de venta desde la ropa de moda hasta la sifa del lavamanos que no aparecen en las shopings, o que optaba por comprársela al cuentapropista porque le daba mejor precio y calidad”, termina diciendo el laureado novelista.
”O perderá, al menos, la posibilidad de escoger con libertad, cuando los implicados en todos los puntos de esta cadena encuentren la alternativa para sostener su negocio, tal vez con más riesgos, pero con iguales o mayores beneficios: el mercado negro”.