Cuba, en la prehistoria de Internet

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Dicen que el gobierno cubano “ha ampliado” el acceso a internet. Pero más bien, y siendo muy optimistas, no es que Cuba haya aterrizado por fin en la era de la información, es que ni tan siquiera ha empezado a despegar, ni tampoco ha llegado a la terminal.

El anuncio de la apertura de 118 salas, con 334 equipos, que el régimen pondrá a disposición de una minoría del pueblo, a precios que pocos pueden pagar -a no ser que renuncien a un plato (o dos) de comida-, no es más que una nueva maniobra de los que no dejan el poder ni a tiros para seguir ganando tiempo, un tiempo que ni ellos mismos saben para qué lo necesitan. Lo que sí es seguro es que todo el tiempo que ellos ganan lo pierde el pueblo cubano, y lo que es peor, sus nuevas generaciones.

Se ha dicho en otras ocasiones, y hay que insistir, la Revolución cubana no está preparada para la web 2.0 porque jamás fue concebida bajo estos parámetros en los que la civilización humana se está adentrando desde hace algunos años. Vamos hacia un mundo de organización horizontal y en Cuba todavía creen en los pedestales y la glorificación de comandantes en jefe y líderes supremos, el jardín de esculturas. Esto está totalmente demodé, pero en La Habana todavía no han tomado nota.

La apuesta por la Revolución cubana ya no es solo la apuesta por un sistema económico alternativo (fallido e ineficiente) sino también una apuesta por mantenerse al margen de la civilización. ¿Hipérbole? No, descripción fiel y exacta de la situación. Con esta resistencia a Internet diríamos que el próximo proyecto del régimen castrista es ver cómo un ser humano puede vivir sin su dimensión digital, aquella a la que todos, poco a poco, nos vamos acostumbrando.

Las excusas para ofrecer el servicio de Internet en los domicilios particulares, básicamente en base al embargo comercial de Estados Unidos, resultan risibles y poco creíbles, al estar ya operativo el cable de fibra óptica que llega de Venezuela. Asimismo, las promesas del régimen sobre la implementación del Wi Fi y de la conexión doméstica sin intervención institucional siguen posponiéndose a un futuro y condicionadas a una mejoría económica en la Isla. Siendo así, si se espera una recuperación de las financias estatales, habrá que esperar al año 5020 para que este sueño se haga, finalmente, realidad.

Por otro lado, en todo el mundo se observan las ventajas de una sociedad interconectada para el desarrollo económico. No solo por ser un elemento que dinamiza la economía, sino también porque contribuye a llevar a cabo políticas que suponen un ahorro para los gobiernos y para los ciudadanos. El régimen cubano no está dispuesto a explorar este filón porque en paralelo tiene que asimilar una apertura que pone en riesgo sus fundamentos, basados en el control y en mantener a la población maniatada y con la boca cerrada.

A la noticia de la apertura de los cibercafés, que dispondrán de una conexión a una intranet nacional con contenidos dispuestos a conveniencia por el propio gobierno, se le tiene que sumar la opinión de un bloguero oficialista que acaba de pedir a las autoridades una Ley de Medios para regular las opiniones que puedan aparecer en un Internet más difícil de controlar. Asegura el joven bloguero Osmany Sánchez que es preciso evitar que se pueda “afectar a la imagen del país y del sistema” mediante la publicación más libre en la red. Realmente resulta paradójico que, precisamente desde el ámbito del periodismo, se hagan demandas de este tipo. Quien afecta negativamente la imagen de un país no serán en todo caso los ciudadanos que denuncian los desmanes de un gobierno, con la intensidad y fuerza que consideren oportunos, esa mala imagen en todo caso se la procuran los gobernantes y las autoridades al hacer mal su trabajo.

Por alguna razón el esquema mental de algunos cubanos en la Isla todavía no acaba de entender este concepto, que encaja más en una sociedad libre y democrática, en la que no se exige al ciudadano que se cuadre frente a sus gobiernos, sino que tiene la libertad de criticarlos ya sea en el espacio público físico como virtual. Hasta que no acepten esta premisa Cuba no va a poder cambiar de ninguna de las maneras. Y así ellos seguirán ganando tiempo para hacérselo perder a todos los demás con el mantenimiento de un sistema que no avanza y que se mantiene así suspendido en el aire y el tiempo, con todas sus penurias y miserias intactas.