¿Se puede asegurar que los sindicatos y la ley laboral alcanzaron su máximo exponente en Cuba con el triunfo de la revolución en 1959?
Al contrario el triunfo de la revolución en 1959 marcó el inicio de la decadencia y pérdida de todos los logros sindicales alcanzados en 50 años de república en Cuba.
El sindicalismo obrero no es un fenómeno que se sucediera en Cuba después de 1959, el país tenía una larga, profunda y compleja participación sindical en su sociedad desde los mismos inicios de la república.
Líderes sindicales importantes consiguieron que los gobiernos de turno modificaran leyes o establecieran nuevos preceptos atendiendo a los intereses de las clases trabajadoras, incluidas los más pobres y de menos ingresos, como eran los cortadores de caña de azúcar.
El líder político y sindical Jesús Menéndez consiguió el pago del diferencial azucarero a favor de los cortadores de caña en la década del 40 del siglo pasado, para ello defendió la posición de los cañeros cubanos tanto en Cuba como en los Estados Unidos, un momento que es recordado como el máximo exponente de las luchas sindicales en Cuba.
Cabe destacar que en esta batalla a favor de los obreros no hay ninguna participación directa o indirecta de las fuerzas que luego conformaron la oficialista central de trabajadores de Cuba o que integran el actual gobierno cubano.
Antes de 1959 en Cuba destacaron líderes sindicales que representaron a todos los trabajadores cubanos, desde los maestros hasta los trabajadores del transporte de todo el país, realizando su labor con independencia y entrega.
La tergiversación histórica cotidiana del gobierno cubano pretende adueñarse de este pasado sindicalista histórico como si fueran actos promovidos o asociados por la actual cúpula del poder.
Pero el trabajo sindical y su autonomía operativa desaparecieron con la represión oficial desatada por el gobierno de Fidel Castro, quien consiguió plegar al dirigente sindical Lázaro Peña y convertirlo en un “títere” más de su poder centralizado.
Igual pasa con el código del trabajo que está redactado de forma engañosa y demagógica para dar la impresión de un documento efectivo paras representar los intereses de la clase trabajadora.
Pero que, como tantos códigos cubanos, no pasa de ser letra muerta, leyes inaplicables y sometidas a la voluntad del máximo líder, ayer Fidel Castro y hoy su hermano Raúl.
Al contrario el triunfo de la revolución en 1959 marcó el inicio de la decadencia y pérdida de todos los logros sindicales alcanzados en 50 años de república en Cuba.
El sindicalismo obrero no es un fenómeno que se sucediera en Cuba después de 1959, el país tenía una larga, profunda y compleja participación sindical en su sociedad desde los mismos inicios de la república.
Líderes sindicales importantes consiguieron que los gobiernos de turno modificaran leyes o establecieran nuevos preceptos atendiendo a los intereses de las clases trabajadoras, incluidas los más pobres y de menos ingresos, como eran los cortadores de caña de azúcar.
El líder político y sindical Jesús Menéndez consiguió el pago del diferencial azucarero a favor de los cortadores de caña en la década del 40 del siglo pasado, para ello defendió la posición de los cañeros cubanos tanto en Cuba como en los Estados Unidos, un momento que es recordado como el máximo exponente de las luchas sindicales en Cuba.
Cabe destacar que en esta batalla a favor de los obreros no hay ninguna participación directa o indirecta de las fuerzas que luego conformaron la oficialista central de trabajadores de Cuba o que integran el actual gobierno cubano.
Antes de 1959 en Cuba destacaron líderes sindicales que representaron a todos los trabajadores cubanos, desde los maestros hasta los trabajadores del transporte de todo el país, realizando su labor con independencia y entrega.
La tergiversación histórica cotidiana del gobierno cubano pretende adueñarse de este pasado sindicalista histórico como si fueran actos promovidos o asociados por la actual cúpula del poder.
Pero el trabajo sindical y su autonomía operativa desaparecieron con la represión oficial desatada por el gobierno de Fidel Castro, quien consiguió plegar al dirigente sindical Lázaro Peña y convertirlo en un “títere” más de su poder centralizado.
Igual pasa con el código del trabajo que está redactado de forma engañosa y demagógica para dar la impresión de un documento efectivo paras representar los intereses de la clase trabajadora.
Pero que, como tantos códigos cubanos, no pasa de ser letra muerta, leyes inaplicables y sometidas a la voluntad del máximo líder, ayer Fidel Castro y hoy su hermano Raúl.