Cuba, libertad de prensa y trampa constitucional

Luego de haber cumplido solo dos años de una condena de 15 por el asalto al cuartel Moncada, Fidel Castro salió de la cárcel gracias a una amnistía y días después publicó a todo despliegue en la revista Bohemia este alegato contra el jefe militar del cuartel que había asaltado.

Dos años después de haber encabezado en 1953 un asalto armado contra un cuartel en el que murieron 18 soldados, y de haber sido condenado por un tribunal a 15 años de prisión, Fidel Castro y sus cómplices quedaron en libertad gracias a una amnistía.

Recién salido de la cárcel en mayo de 1955, Castro publicó en la revista Bohemia un artículo a página completa desafiando al jefe del mismo cuartel que había atacado, el coronel Alberto del Río Chaviano, bajo el título de “¡Mientes, Chaviano!”.

Pocos días más tarde, el periódico La Calle reprodujo otras declaraciones suyas contra Chaviano, contra el ministro de Gobernación Santiago Rey, y contra el presidente Fulgencio Batista.

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Vendría siendo algo así como que hoy, luego de salir de la cárcel de Aguadores en libertad condicional, el líder de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) José Daniel Ferrer pudiera publicar en la misma revista Bohemia, o en el diario Sierra Maestra, un alegato contra los agentes del gobierno que lo acosaron, condenaron arbitrariamente y torturaron en prisión, o contra el régimen que le hizo un juicio amañado y se negaba a permitir visitas de sus familiares.

Con la sustancial diferencia de que Ferrer encabeza un grupo de oposición pacífica que no ha emprendido acciones armadas ni ha matado a ningún uniformado.

Desde su celda en el Presidio Modelo de Isla de Pinos, Fidel Castro remitió esta carta a Luis Conte Agüero y fue publicada íntegramente en la que entonces era la revista más influyente en Cuba.

Incluso, mientras cumplía sentencia en el Presidio Modelo, de la entonces Isla de Pinos, Fidel Castro remitió a Luis Conte Agüero un texto que fue publicado en Bohemia el 27 de marzo de 1955 bajo el título de “Carta Sobre la Amnistía”.

“Estar preso es estar condenado al silencio forzoso; a escuchar y leer cuanto se habla y escribe sin poder opinar; a soportar los ataques de los cobardes que se aprovechan de las circunstancias para combatir a quienes no pueden defenderse y hacen planteamientos que de no encontrarnos imposibilitados materialmente merecían nuestra inmediata réplica”, decía Castro entonces.

¿De cuándo son la censura de prensa y la falta de libertad de expresión en Cuba?

NO ERAN OTROS TIEMPOS, ERA OTRA POLÍTICA

Allí, en la cárcel, Fidel Castro fue entrevistado por Raúl Martín Sánchez para Bohemia en julio de 1954, y en las fotos se le ve vistiendo traje en una biblioteca dentro de la celda, acompañado por su hermano Raúl. En otras aparece, también de cuello y corbata, con su hijo Fidelito y su esposa Mirtha Díaz-Balart.

Entrevistado por el periodista de Bohemia Raúl Martín Sánchez (izquierda) en el Presidio Modelo, aparecen en esta foto Fidel Castro, su hijo Fidelito, su esposa Mirtha Díaz-Balart y Raúl Castro.

Él y el resto de los condenados por asaltar el Moncada recibían los periódicos diariamente y tenían un aparato de radio en su pabellón, el equivalente hoy a disponer de una computadora con acceso a internet en la celda de un prisionero político.

Fidel Castro y su hijo Fidel Angel en el Presidio Modelo de Isla de Pinos, en otra imagen del sitio oficial fidelcastro.cu.

De hecho, el castigo que les impusieron por cantar el himno del 26 de Julio durante una visita de Fulgencio Batista al Presidio Modelo el 12 de febrero de 1954 fue “severo”, según la minienciclopedia oficial del régimen, Ecured: “Les retiraron el aparato de radio que tenía el pabellón y les suspendieron la entrega de periódicos, además de prohibirles comunicarse con el exterior”.

Qué horror.

En 1957, durante la que ha sido presentada por la propaganda “revolucionaria” como una época de feroz censura periodística bajo Batista, Bohemia publicó el documento suscrito por Fidel Castro, Raúl Chibás y Felipe Pazos llamando a sumarse a una coalición opositora, el Frente Cívico Revolucionario.

En el mismo artículo de la revista contra Río Chaviano, Fidel Castro cuenta que en agosto de 1953, un mes después de haber asaltado el Moncada, pudo hablar por una cadena radial y hasta se queja de que hubiesen recogido los ejemplares de un periódico que reprodujo la entrevista.

“Aunque en aquella ocasión guardé discreto silencio sobre las hermosas palabras del teniente [Pedro] Sarría, expresé por la Cadena Oriental de Radio, delante del propio Chaviano y de numerosos militares, la forma en que fui detenido”, escribía Castro en Bohemia. “Toda Cuba lo escuchó. Ninguno pudo ni podrá negarlo. La entrevista, publicada por El Crisol, dio lugar a la recogida de la edición del lunes 3 de agosto de 1953”.

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Hoy, en Cuba, cuando la periodista independiente Mónica Baró toma dos fotos desde la ventana de su apartamento, un agente de la policía la amenaza con “sacarla” de allí, apenas días después de que dos oficiales de la Seguridad del Estado la citaran en una estación de policía para interrogarla y amenazarla.

A las personas que le rentaban un apartamento a otra periodista independiente, Camila Acosta, las intimidaron para que la desalojaran, y los agentes del régimen le advirtieron que si no se iba de Cuba o renunciaba al oficio, terminaría condenada, pero no en una cárcel, sino barriendo calles. Tanto Baró como Acosta han sido sancionadas al amparo del Decreto Ley 370 con tres mil pesos de multa.

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A Luz Escobar, reportera del diario digital 14ymedio, otros agentes la amenazaron con que no vería crecer a sus hijas si seguía haciendo periodismo independiente, y la sometieron a reclusión domiciliaria ilegal para impedir que reportara acontecimientos sobre los cuales el gobierno prefiere echar un velo de silencio, o sencillamente “controlar el mensaje”.

SEIS DÉCADAS DE RETROCESO

Un académico francés cuyos textos han aparecido en el sitio oficialista cubano Cubadebate, Salim Lamrani, asegura que “un informe de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) publicado en 1957 calificó de antidemocrático al gobierno del presidente Fulgencio Batista de Cuba, pues este gobierno no respeta la libertad de prensa”.

En ese mismo recuento, sin embargo, anota que, de acuerdo con el gobierno de Estados Unidos, “antes de 1959, el debate público [en Cuba] era vigoroso: había 58 periódicos y 28 canales de televisión que proporcionaban una pluralidad de puntos de vista políticos”.

Tales cifras eran confirmadas en 2011 por la revista mexicana Letras Libres, en la investigación de Víctor Manuel Camposeco, “La Habana antes de Fidel”.

“En Cuba, en 1958, se publicaban 58 periódicos, y aunque el tiraje total era superado por Argentina y Brasil (Cuba ocupaba el tercer sitio), el número de ejemplares impresos por cada mil habitantes (129) solo era superado por Argentina y Uruguay (180)”, apunta Camposeco, quien agradece “al staff de la Cuban Heritage Collection de la Universidad de Miami” su ayuda para la investigación.

Edición del Diario de la Marina correspondiente al 14 de noviembre de 1953, cinco meses después del asalto al cuartel Moncada.

Según una fuente oficialista cubana, el libro de Juan Marrero Dos siglos de periodismo en Cuba, en 1957 circulaban en La Habana 21 periódicos y 28 revistas y se emitían tres noticieros de televisión y 12 de radio, mientras que en las provincias eran 36 diarios, 33 revistas y 16 noticieros radiales. En los cines del país se proyectaban además tres noticieros fílmicos.

Si bien Bohemia, de Miguel Ángel Quevedo hijo (había sido fundada por su padre, del mismo nombre, en mayo de 1908) era el medio de prensa más influyente en el país antes de 1959, lo cierto es que periódicos como Diario de la Marina, Información, El País, El Mundo, Prensa Libre y Hoy tenían amplia cobertura política.

Aunque la revista satírica Zig-zag, fundada en 1938, gozaba de popularidad en la década de los 50, y de que allí el caricaturista René de la Nuez hizo célebre El Loquito, que solía usar el doble sentido en las críticas al gobierno de Batista, el humor político gráfico ocupaba espacios propios dentro de diarios y revistas, y un personaje como El Reyecito Criollo, de Silvio Fontanillas, mostraba a Batista en Bohemia con capa y corona.

El Reyecito Criollo, de Silvio Fontanillas, en Bohemia.

Como puede observarse, cualquiera de las estadísticas citadas muestra una variedad de medios que, a golpe de censura y represión política, fue desapareciendo poco a poco desde principios de los 60. “En realidad solo circula el Granma”, decía Camposeco, “vocero del Partido Comunista y de los gobernantes, cuyo contenido repiten obsesivamente los deplorables medios electrónicos”.

Antes de que en abril de 2003 lo condenaran a 20 años de prisión durante la Primavera Negra, el escritor Raúl Rivero había fundado al margen del gobierno en 1995 la agencia Cuba Press, y en mayo del 2000 una asociación de periodistas independientes, la Sociedad Manuel Márquez Sterling. Acusado de “suministrar información a Estados Unidos”, Rivero dijo que renunciaría a publicar sus artículos en el extranjero si le daban 10 minutos a la semana en una emisora cubana, todas bajo control del gobierno.

La respuesta fue la cárcel.

LA TRAMPA CONSTITUCIONAL

La propia Constitución de Cuba establece las trampas necesarias para que enunciados generales como “libertad de conciencia y expresión” --Artículo 54-- queden sujetos a la voluntad de un dictador, asegura un experto legal.

Hay un mecanismo diabólico para que la potestad discrecional del censor no pueda discutirse ante las únicas autoridades facultadas para dirimir conflictos, que son los tribunales”, asevera el jurista Miguel Fernández.

El mecanismo consiste en plantear que los derechos y las libertades fundamentales se garantizan por la Constitución “sin más limitaciones que las establecidas por la ley” o “de conformidad con la ley”. Y la ley remite entonces “a la potestad discrecional de la autoridad”. Para desafiar esa potestad habría que acudir a los tribunales, pero la ley de procedimiento administrativo excluye discutir el ejercicio de la potestad discrecional en los propios tribunales, explica Fernández.

“Te reconocemos la libertad de expresión, pero tienes que ver la ley”, pone como ejemplo el jurista. “La ley establece que no puedes hablar mal del gobierno, y tú dices: c…, espérate, yo voy a discutir eso. Pero no puedes discutirlo porque la ley de procedimiento impide a los tribunales tramitar este asunto. Y eso que los tribunales son los únicos facultados para dirimir conflictos”.

Véanse, por ejemplo, a propósito de “los regulados”, el Artículo 52 de la Constitución: “Las personas tienen libertad de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio nacional, cambiar de domicilio o residencia, sin más limitaciones que las establecidas por la ley”. O el 54 y el 55.

De montar esas piruetas jurídicas se encargó Homero Acosta, ex secretario de Raúl Castro y actual secretario del Consejo de Estado y de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

“Ese es el mecanismo de orfebrería del estado totalitario, y lo ensambló Homero Acosta”, indica Fernández. “Con Batista había una sala de garantías constitucionales y sociales en el Tribunal Supremo. Si no estaban suspendidas, o si se suspendían sin causa justificada, podías ir a discutirlas”.

Las garantías constitucionales fueron suspendidas la tarde del 26 de julio de 1953 por el asalto al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba. En virtud de la suspensión dejó de circular el periódico del Partido Socialista Popular (Comunista), que entonces tuvo que hacer pública su posición oficial sobre el asalto en el diario del Partido Comunista de Estados Unidos, CPUSA.

Los comunistas estadounidenses tenían dos partidos: el leninista CPUSA y el trotskista Socialist Workers Party (SWP), que publicaba el semanario The Militant, observa Fernández.

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“El periódico Hoy, órgano del Partido Socialista Popular (PSP), al que mi padre pertenecía, fue clausurado”, escribió en RadioTelevisión Martí en julio de 2018 la periodista Tania Quintero. “La denuncia de los comunistas cubanos contra el asalto al Moncada apareció en el periódico comunista Daily Worker de Nueva York el 5 de agosto de 1953. Los declaraba putschistas y aventureros”.

Batista estaba obligado a reinstaurar las garantías constitucionales, y así ocurrió, explica Fernández. “Terminado el último juicio de la causa del Moncada, en el que Gustavo Arcos Bergnes fue condenado a 10 años y otros cinco acusados salieron absueltos, inmediatamente levantaron la censura y Marta Rojas sacó todos sus reportajes en Bohemia”, dice.

Pese a la euforia nacional desatada por los barbudos a raíz de la fuga de Batista la madrugada del 1ro de enero de 1959, los meses iniciales de la llegada al poder de Fidel Castro delatan su fobia a la crítica periodística y sus tempranos esfuerzos para silenciarla apelando “al pueblo”.

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Una de las primeras víctimas fue el caricaturista Antonio Prohías, quien al ver por televisión la entrada triunfal de los rebeldes en La Habana le dijo a su hija Marta: “¡Qué malo está esto! ¡Mussolini entrando en Roma!

“El 2 de abril de 1959, Fidel Castro pregonó en el programa Ante la Prensa, de la CMQ: “Si [alguien] quiere sacar en mimeógrafo una tesis política, que la imprima y la reparta en la Universidad, sin que se lo lleven a la estación de policía”, recuerda Fernández.

Pero el proceso de instauración del estado totalitario y el amordazamiento de la prensa libre ya había empezado, primero entre telones y luego institucional y jurídicamente.

“Aquella libertad se contrajo hasta el punto de que no sólo el Código Penal de 1987 prescribe la misma sanción contra ciertas modalidades de terrorismo, hasta ocho años, a quien incurra en el delito de Propaganda Enemiga, según el Artículo 103”, subraya Fernández, “sino también de que una norma de mínima jerarquía como la Resolución 180-96 del Ministerio de Comercio Interior prohíbe vender a personas y entidades privadas equipos de impresión o reproducción masiva, incluso... mimeógrafos”.

LA CENSURA, POR SÍ SOLA TAN REPUGNANTE…

A estas alturas, y de hecho hace rato, los archivos digitales oficiales de Fidel Castro deberían tener muy asustados a sus propios auspiciadores.

En su primera intervención por Radio Rebelde el 14 de abril de 1958, al dirigirse “a la opinión pública de Cuba y a los pueblos libres de la América Latina”, dijo:

Odiosa como es la tiranía en todos sus aspectos, en ninguno resulta tan irritante y groseramente cínica como en el control absoluto que impone a todos los medios de divulgación de noticias, impresas, radiales y televisadas.

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La censura, por sí sola tan repugnante, se vuelve mucho más cuando a través de ella no solo se intenta ocultar al pueblo la verdad de lo que ocurre, sino que se pretende, con el uso parcial y exclusivo de todos los órganos normales de divulgación, hacerle creer al pueblo lo que convenga a la seguridad de sus verdugos.

"No escucha el pueblo otras noticias que los partes del Estado Mayor de la Dictadura. Al ultraje de la censura se impone a la prensa el ultraje de la mentira. Y a esos mismos periódicos y emisoras, a los que un inquisidor severo y vigilante impide la publicación de toda noticia verdadera, se les obliga a informar y emitir todo cuanto la dictadura informa".