Eterna batalla cubana por controlar los precios del agromercado

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Un hombre vende vegetales en un mercado agrario junto a carteles con las imágenes de Fidel y Raúl Castro.

Por decreto del partido comunista de Cuba de nuevo se busca bajar los precios en el mercado agrícola.

Los precios en los mercados agrícolas de Cuba ha sido siempre tema de debate. La falta de productos y la intensa demanda de ellos es un tema recurrente. Los mercados han tenido su época de aperturas y de cierre. Una economía planifica la producción de papas, de tomates, de café, como planifica la producción de leche, de carne, y hasta de pasta de dientes.

Hace una semana José Ramon Machado Ventura, segundo secretario del partido comunista en Cuba visitó Artemisa y dijo que el gobierno estudia fijar un "límite máximo" a los precios de los productos agrícolas. La finalidad es “ponerle un hasta” a los precios, según el decir del dirigente comunista en Cuba.

En la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular en diciembre pasado, el gobernante cubano Raúl Castro dijo que el tema de los altos precios en los productos agrícolas era preocupante y no se podía dilatar la búsqueda de una solución, “al menos momentánea”.

Como ejemplo de la maldad de esos “altos precios” la prensa cubana viene hace ya días reproduciendo un artículo que apareciera primero en Cubadebate sobre el mercado mayorista de El Trigal, en La Habana.

En la edición dominical del Juventud Rebelde se repite el artículo, donde se especifica que uno de los objetivos de la creación del mercado (en diciembre del 2013 había sido para "que se redujera el precio de los alimentos del campo y que estos llegaran a los hogares sin intermediarios”.

El mercado alquila espacios a los “pequeños agricultores, a las cooperativas (con sus vendedores) y a los vendedores mayoristas de productos agropecuarios”. Y el precio no lo establece la administración del mercado, dijo Tatiana Oliva, vicepresidenta de la cooperativa de servicio que renta el local, e insiste que se fija “según el nivel de oferta y demanda”.

Dos personas compran productos en un mercado agropecuario, en La Habana (Cuba).

Hay tarifas diferentes para la localización de las tarimas de venta, se alquilan montacargas y carretillas. Y hay vendedores desde Artemisa, Mayabeque, Isla de la Juventud o Guantánamo. Allí sólo venden productos agrícolas, nada de “carne de ganado equino, vacuno y bufalino, leche fresca y sus derivados, miel de abejas, tabaco, café, cacao y sus derivados”.

La publicación dominical recuerda que “en 1959 una de las primeras misiones del gobierno revolucionario fue la de erradicar los intermediarios y especuladores que se dedicaban a la comercialización de los productos agropecuarios” y “la ley de la oferta y la demanda imperaba y permitía el enriquecimiento de algunos con la necesidad de otros”.

Por lo que se implementó por el estado un “aparato estatal de manera que existiera un espacio para la comercialización de las producciones a precios justos y estables”. La batalla moderna, dice el diario, no es contra el intermediario, sino contra “los intentos de especular con los precios a costilla del bolsillo nada abultado de la población”.

Reconoce el trabajo que “con el crecimiento del turismo y las nuevas formas de comercialización no estatal, la demanda de alimentos ha crecido” y para colmo “la producción nacional de algunos de los productos más encarecidos sigue siendo insuficiente”.

A la hora de recoger opiniones “varios vendedores declinaron hacer algún comentario sobre el funcionamiento de la cadena” pues “ninguno quiere comprometer su trabajo”. Los articulista piden con urgencia “la aplicación de medidas que regulen los precios, establezcan tope a los productos fundamentales”.

La única opinión que aparece sobre El Trigal fue dada por Abelardo Álvarez Silva, Presidente de la Cooperativa de Créditos y Servicio (CCS) y quien ha representado al gobierno de Cuba en eventos internacionales como el Foro Empresarial en Panamá durante la Cumbre de las Américas. Álvarez Silva, aboga por el cierre del mercado pues lo considera “un antro de perdición en todos los aspectos”.