Cuba no va hacia el modelo chino sino inventa su propio disparate

Según el Monitor, la isla “ha estado siguiendo muy de cerca el rumbo de China”.

A fines de los ochenta Gorbachov y su entorno descubrieron que el modelo comunista no era reformable y tenían que demolerlo.
Con la creación de la nueva Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM), Cuba espera atraer la inversión extranjera –especialmente china-, aumentar las exportaciones y generar empleo. A partir de estas medidas, ¿puede hablarse de una transición cubana al capitalismo al estilo chino?

No creo que Raúl Castro esté tratando de imitar el llamado modelo chino. En primer lugar, porque ni siquiera hay un modelo chino. En ese país, tras la muerte de Mao, comenzaron unas reformas para aumentar la productividad agraria, pero pronto se dieron cuenta de que eran insuficientes. Cada cambio que hacían provocaban unas nuevas reformas, hasta que llegaron al punto en que están hoy: una dictadura de capitalismo salvaje de partido único y sin derechos laborales, en la que la autoridad descansa en la fuerte colaboración entre la estructura política y el ejército.

Raúl Castro, al menos por ahora, quiere que el aparato productivo fundamental se mantenga en manos del Estado. Todavía cree en el gran-Estado-empresario y deja las actividades menores y poco lucrativas a un sector privado al que, ex profeso, le corta las alas para que no crezca y acumule capital, porque eso significa una merma del control político.

Raúl Castro ha invertido el principio económico de subsidiariedad. De acuerdo con este principio, fundamental dentro de la Doctrina Social de la Iglesia, el Estado debe llegar e invertir en aquellos resquicios a donde no llega la inversión privada porque no es rentable. Para Raúl Castro, el sector privado en Cuba sólo puede llegar a donde no llega el Estado porque no es rentable.

Naturalmente, ese esquema productivo no funcionará y acabará por divorciar aún más a los cubanos del régimen, que padecen desde hace 54 años. Y no funcionará porque la ineficiencia del aparato productivo oficial continuará vigente, mientras el sector privado languidecerá sin esperanzas.

A fines de los ochenta Gorbachov y su entorno descubrieron que el modelo comunista no era reformable y tenían que demolerlo. Esa tarea le tocó a Boris Yeltsin. Lo que luego ocurrió en la URSS no es lo mejor -el capitalismo mafioso-, pero es superior al colectivismo previo. Lo mismo que sucede en China. El capitalismo salvaje de partido único no es lo mejor, pero supera con mucho a las comunas maoístas. En algún momento Raúl Castro y su entorno, o sus herederos, tendrán que enfrentarse a la realidad y enterrar de una vez ese disparate.

Publicado en el blog de Montaner el 3 de Octubre del 2013