Nolan Arenado reencuentra en Cuba el pasado de su abuelo, preso político del régimen

Nolan Arenado.

El estelar tercera base que firmó nuevamente con los Rockies de Colorado un contrato por $ 29.5 millones viajó a la isla con su padre, que quería ver la tierra de sus antepasados.

El pelotero cubanoamericano Nolan Arenado visitó la isla por 10 días en noviembre pasado, justo cuando el dictador Fidel Castro se iba de este mundo. Arenado pudo ver la tierra donde su abuelo fue un preso político por estar en contra del comunismo cubano, y en una entrevista para Times-Call reveló los detalles de la travesía que hizo entre Guantánamo y La Habana.

Arenado, de padre cubano y madre de origen puertoriqueño nacido en Queens, NY, dijo que se sientió emocionado cuando le regaló un balón de fútbol a un niño y este lloró de emoción. “Fue una experiencia que me cambió la vida”, señaló.

El estelar tercera base que firmó nuevamente con los Rockies de Colorado un contrato por $29.5 millones viajó a la isla con su padre, que quería ver la tierra de sus antepasados: de su abuelo, cuando tuvo que sufrir la prisión castrista; la abuela de 83 años, y el resto de la familia, señala el rotativo digital.

"Nosotros [en EEUU] nos molestamos cuando nuestros iPhones no funcionan, o nos obsesionamos con las últimas zapatillas deportivas. Pero esas personas [en Cuba] no tienen nada en comparación con nosotros. Estados Unidos es el país más grande del mundo, pero en Cuba la gente es genial, son personas hermosas y cálidas. Si pongo todo en perspectiva, debo agradecer a Dios por todo lo que tengo”, dijo el estelar pelotero.

Una historia parecida a otras historias

Gerardo Arenado, el patriarca de la familia, había trabajado duro para establecer un próspero negocio en Guantánamo, una ciudad cercana a la famosa base naval estadounidense en la Bahía de Guantánamo, y era dueño de un próspero club social.

"Era un lugar donde la gente venía para hacer fiestas y bodas", recordó Fernando Arenado, el padre de Nolan. "Era como un club campestre, pero sin campo de golf”.

El sueño de una vida holgada terminó cuando los rebeldes castristas se declararon comunistas y tomaron el poder en 1959. El viejo Arenado perdió su negocio en la más oriental de las provincias cubanas.

El viaje realizado el pasado noviembre sirvió para ver la sede de aquel negocio que se fue a pique, recuerda Fernando. “Volvimos a ver el club que mi papá administró una vez”, y agrega que vio “las paredes aún en pie, pero en ruinas, parecía como si hubiera caído una bomba, fue muy triste, cuando mi mamá lo vio, empezó a llorar”, rememora.

La prisión a donde fue a parar el entonces exitoso empresario es la temida cárcel de Boniato, en la ciudad de Santiago de Cuba. El lugar es descrito en detalles en el libro “Contra toda esperanza”, del preso político y escritor cubano Armando Valladares.

“Hay celdas muy estrechas, de unos seis pies de largo, que contienen cinco o seis prisioneros", dijo Valladares al diario Los Angeles Times una vez. “Los prisioneros tenían que sentarse con las rodillas contra el cuerpo, no había espacio para moverse, tenían que orinar y defecar allí mismo”.

Gerardo murió en 1994, pero los relatos que dejó a su hijo sobre aquella triste historia le sirvieron para contarlos hoy a TC.

"Dijo que era muy duro", recordó Fernando. "Separaron a los prisioneros comunes y criminales de los prisioneros políticos, mi padre trató de llevarse bien con todo el mundo y trató de hacerlos sentir seguros, y lo mejor posible cuando entraron en prisión, y dijo que los protegía de aquellos delincuentes comunes”.

Según Fernando, su padre no era un activista político de línea dura. No le gustaba el gobierno derechista y autoritario del presidente cubano Fulgencio Batista, pero temía al nuevo régimen de Castro.

Alguien se encargó de tachar de rojo al empresario Gerardo Arenado, señaló Fernando. “Estaba en una lista de nombres que el ejército de Castro encontró en posesión de una persona involucrada con los opositores -hombres que dirigían una revuelta contra el régimen.

Después de casi tres años en esa prisión, volvió a su negocio, pero le dijeron: “Ahora te tenemos, si quieres trabajar, lo haces para nosotros”. Arenado se negó y perdió su negocio, explica Fernando, y asegura que su progenitor tuvo la suerte de salir vivo de prisión con solo tres años de encierro, mientras otros de sus colegas pasaron “más de 20 o 25 años y algunos fueron ejecutados”.

(Con información de Times-Call)