El muro cubano alrededor de los cambios en 1989

Sello sobre el CAME.

Por órdenes de Fidel Castro, sin protestar, ni opción a preguntar, se fragmentó en "menudos pedazos" a una sociedad... se ejecutaron estrategias de propaganda para neutralizar la opinión que llegaba desde el otro lado y la que salía de Cuba.

Del 9 al 10 de noviembre de 1989, Alemania vivió el acontecimiento que hizo girar bruscamente y con suficiente lubricante lo que parecía ser la rueda oxidada de la historia; algo que marcó sin marcha atrás el principio del fin del socialismo europeo: la caída del muro de Berlín.

Tan trascendental suceso no surgió de la nada, no fue obra de la casualidad ni ocurrió de manera espontánea; tuvo antecedentes.

Crecían las manifestaciones en Leipzig, Dresde, Berlín del Este y otras ciudades alemanas reclamando cambios democráticos, el gobierno de la extinta RDA ya no podía responder a las cada vez más frecuentes huidas de sus ciudadanos hacia la RFA y Berlín Occidental.

Buscando quitarle presión a la insostenible situación, el 2 de mayo de ese mismo año, un grupo de soldados húngaros desmantelaron la frontera con Austria, y con ello abrieron la primera puerta al mundo libre, permitiendo a los alemanes escapar hacia occidente a través de Hungría. Pero aquello no funcionó como válvula de alivio, se trocó en boomerang, el descontento coge altura y se ensancha, ya para octubre se otea una revolución y ante pruebas tangibles de inicio de éxodo masivo y proliferación de revueltas sociales, la mañana del 7 de noviembre, el consejo de ministros se vio obligado a renunciar; un par de días después, la frontera que separaba ambas Alemanias, y los dos Berlín, quedaron sin razón de ser, ni de estar.

El hecho y todo lo que sucedió posteriormente se convirtió en historia, porque aquella unidad alemana también tuvo consecuencias, en el empleo, los subsidios y la edad de jubilación.

Algún día cuando se abran los archivos, porque eso sucederá, podremos profundizar y analizar en su justa dimensión, cuáles fueron las causas reales del por qué los truenos del fracaso comunista no crearon un tsunami en La Habana. Lo cierto es que en aquel momento no paraban de reunirse los dirigentes cubanos. Como nunca antes, se subordinó el Estado y el Gobierno a las instancias del Partido.

Por órdenes de Fidel Castro, sin protestar, ni opción a preguntar, se fragmentó en "menudos pedazos" a una sociedad que ya venía dividida, se ejecutaron estrategias de propaganda para neutralizar la opinión que llegaba desde el otro lado y la que salía de Cuba; se establecieron límites y alertas a la expresión; los organismos del Estado acomodaron el dinero en una especie de papel pasivo; se aumentó la represión; y el fantasmas de la soledad, de la guerra y el estoicismo se convirtieron en el alimento para poder justificar la involución del desarrollo económico nacional con el fin de atraer el dinero y la misericordia de los cubanos de ultramar que, como era sensato esperar, corrieron a prestar auxilio a familiares y amigos residentes en la isla.

Era practicamente imposible pensar que en algún momento ocurriría un estallido social de magnitud porque existió ayuda familiar, y porque la economía sumergida hizo que muchos cubanos se adecuaran a las circuntancias.

El Gobierno cambió sensatez por astucia y hoy que han pasado 25 largos años de aquel suceso, la dictadura cubana continúa estando ahí. ¿No creen ustedes que ya es hora de redireccionar nuestra estrategia?

Ayer nuestra hermosa Habana, la de todos, cumplió 495 años; la ceiba que la honra, testigo incólume de súplicas divinas, y el mar que la rodea aguardan el regreso.