En pos de realizar su sueño, que en casi todos los casos es trabajar en lo que se presente y ganar ‘un dinerito’, muchas personas están vendiendo sus casas, autos y otras propiedades.
Por La Habana circula un chiste que resume el grado de impotencia que viven hoy muchos cubanos. Es un poco largo, pero vale la pena contarlo.
El Consejo Mundial de Aduanas hace una reunión urgente para ver de qué manera frenan el supuesto éxodo de cubanos que a partir del 14 enero, de manera legal, intentarán marcharse de su país.
El aduanero español sugiere que a los cubanos deseosos de viajar se le pida un comprobante con su estado cuenta, hotel donde van a parar y se le otorgue visa solo por un par de semanas.
El funcionario de inmigración italiano cree tener la solución. Colocar a los cubanos en una lista negra, alegando que por razones de salud, debido al cólera y otras epidemias, quienes tengan pasaporte no clasifican a la hora de otorgarle visado.
El aduanero yanqui alza la mano y ofrece su propuesta. Estos tipos son muy ocurrentes. Llegarán a Madrid con cuentas bancarias fantasmas. Dos semanas pagadas en cualquier hotel cinco estrellas y arribarán a Roma colgados del brazo de un italiano o italiana. Para evitar los braguetazos y la residencia ilegal, el presidente Obama decide firmar una circular. Deroga la Ley de Ajuste cubano. También elimina el acápite de refugiados políticos, para evitar que la disidencia vuele a la Florida. Quedan prohibidos los matrimonios entre cubanos y estadounidenses. Se hace una salvedad: únicamente se le otorgará residencia a los cubanos que demuestren haber llegado a nado a las costas de Estados Unidos.
Como chiste pasa. Ahora mismo, el segundo tema principal de conversación en la calle, después de la comida, es ver de qué manera organizan un safari por cualquier ciudad del planeta, que les permita ganar dinero y a la vuelta, resolver el montón de problemas materiales acumulados tras 54 años de pésima gestión gubernamental.
Para algunos en la isla, la nueva reforma migratoria es una válvula de escape, una descompresión social. Una forma razonable de quitarse de encima a esos cubanos indignados, jóvenes en su mayoría, a quienes el futuro se les antoja una mala palabra.
Más o menos, dicen, como el éxodo del Mariel. Pero legal. Deduce el gobierno verde olivo que ya no podrán condenar a Cuba en foros internacionales, por negar o controlar la salida de sus ciudadanos al exterior.
Los llamados países ‘hermanos’, como Ecuador o Venezuela, a los cuales Cuba está atado por una alianza económica y política, han recogido vela y exigen visados y engorrosos trámites a los deseosos de viajar a esas naciones.
Desde 1959 han existido tres olas migratorias masivas: Camarioca (1965), Mariel (1980) y la crisis de los balseros en 1994. En total, más de 300 mil cubanos optaron por esas vías y se marcharon a Estados Unidos, el enemigo público número uno de Fidel Castro y su revolución.
La emigración ha sido una sangría importante de talento y juventud, cansados del añejo gobierno y de sus vidas precarias. A partir de 1994, año de la última oleada migratoria, 380 mil cubanos se han marchado de forma segura, ordenada y legal hacia el Norte.
Un drama para cualquier país. Otros 180 mil se acogieron a la Ley de la Memoria Histórica, que permite viajar a España a cubanos con abuelos españoles. En estos momentos, en Quito y Guayaquil hay varados cerca de 100 mil compatriotas.
Entre 3 mil y 4 mil se marchan anualmente a cualquier sitio del planeta con un certificado de matrimonio. Casi siempre por conveniencia y pagando altas sumas de dinero. O engañando a la ingenua novia. Un porcentaje considerable de jineteras se prostituyen con un solo fin: marcharse de su patria. Desertan deportistas, médicos, artistas, cantantes...
Viajar no está al alcance de la mano. Para salir de Cuba hay que pagar 100 cuc por un pasaporte (unos 120 dólares). Ese dinero es el salario de ocho meses de un profesional.
Y como demuestra el no otorgamiento del pasaporte a Ángel Moya, opositor pacífico y ex preso político, el gobierno ha montado una suerte de ruleta rusa con los viajes al extranjero. Se lo otorgan a la bloguera Yoani Sánchez, a quien se lo habían denegado en veinte ocasiones, y a Moya se lo niegan.
El juego que se cuece en las alcantarillas del poder solo ellos lo entienden. Queda claro que los servicios especiales han elaborado una nueva lista negra.
A profesionales de prestigio, funcionarios del régimen, estrellas deportivas y determinados disidentes, no les concederán el derecho a viajar por razones de ‘seguridad nacional’ u otras que aleguen las autoridades.
La reforma migratoria, por supuesto, no nos traerá democracia. El Departamento de Seguridad del Estado seguirá acosando y encarcelando a los opositores. Continuará estando prohibida la formación de partidos políticos.
Y aquéllos que escriban por su cuenta, libremente, seguirán siendo etiquetados de ‘vendepatrias y mercenarios’. De cualquier manera, muchos cubanos se han lusionado con la perspectiva de viajar o residir en el extranjero durante un tiempo.
En pos de realizar su sueño, que en casi todos los casos es trabajar en lo que se presente y ganar ‘un dinerito’, muchas personas están vendiendo sus casas, autos y otras propiedades.
Están quemando las naves. Y si como se rumora, los países receptores dan una vuelta de tuerca a los viajeros cubanos, entonces el chiste que circula por La Habana se convertirá en una dura realidad.
Ya el gobierno de Castro II se lavó las manos como Poncio Pilatos. El balón está en la otra cancha.
Publicado en Diario Las Américas el 2 de febrero del 2013.
El Consejo Mundial de Aduanas hace una reunión urgente para ver de qué manera frenan el supuesto éxodo de cubanos que a partir del 14 enero, de manera legal, intentarán marcharse de su país.
El aduanero español sugiere que a los cubanos deseosos de viajar se le pida un comprobante con su estado cuenta, hotel donde van a parar y se le otorgue visa solo por un par de semanas.
El funcionario de inmigración italiano cree tener la solución. Colocar a los cubanos en una lista negra, alegando que por razones de salud, debido al cólera y otras epidemias, quienes tengan pasaporte no clasifican a la hora de otorgarle visado.
El aduanero yanqui alza la mano y ofrece su propuesta. Estos tipos son muy ocurrentes. Llegarán a Madrid con cuentas bancarias fantasmas. Dos semanas pagadas en cualquier hotel cinco estrellas y arribarán a Roma colgados del brazo de un italiano o italiana. Para evitar los braguetazos y la residencia ilegal, el presidente Obama decide firmar una circular. Deroga la Ley de Ajuste cubano. También elimina el acápite de refugiados políticos, para evitar que la disidencia vuele a la Florida. Quedan prohibidos los matrimonios entre cubanos y estadounidenses. Se hace una salvedad: únicamente se le otorgará residencia a los cubanos que demuestren haber llegado a nado a las costas de Estados Unidos.
Como chiste pasa. Ahora mismo, el segundo tema principal de conversación en la calle, después de la comida, es ver de qué manera organizan un safari por cualquier ciudad del planeta, que les permita ganar dinero y a la vuelta, resolver el montón de problemas materiales acumulados tras 54 años de pésima gestión gubernamental.
Para algunos en la isla, la nueva reforma migratoria es una válvula de escape, una descompresión social. Una forma razonable de quitarse de encima a esos cubanos indignados, jóvenes en su mayoría, a quienes el futuro se les antoja una mala palabra.
Más o menos, dicen, como el éxodo del Mariel. Pero legal. Deduce el gobierno verde olivo que ya no podrán condenar a Cuba en foros internacionales, por negar o controlar la salida de sus ciudadanos al exterior.
Los llamados países ‘hermanos’, como Ecuador o Venezuela, a los cuales Cuba está atado por una alianza económica y política, han recogido vela y exigen visados y engorrosos trámites a los deseosos de viajar a esas naciones.
Desde 1959 han existido tres olas migratorias masivas: Camarioca (1965), Mariel (1980) y la crisis de los balseros en 1994. En total, más de 300 mil cubanos optaron por esas vías y se marcharon a Estados Unidos, el enemigo público número uno de Fidel Castro y su revolución.
La emigración ha sido una sangría importante de talento y juventud, cansados del añejo gobierno y de sus vidas precarias. A partir de 1994, año de la última oleada migratoria, 380 mil cubanos se han marchado de forma segura, ordenada y legal hacia el Norte.
Un drama para cualquier país. Otros 180 mil se acogieron a la Ley de la Memoria Histórica, que permite viajar a España a cubanos con abuelos españoles. En estos momentos, en Quito y Guayaquil hay varados cerca de 100 mil compatriotas.
Entre 3 mil y 4 mil se marchan anualmente a cualquier sitio del planeta con un certificado de matrimonio. Casi siempre por conveniencia y pagando altas sumas de dinero. O engañando a la ingenua novia. Un porcentaje considerable de jineteras se prostituyen con un solo fin: marcharse de su patria. Desertan deportistas, médicos, artistas, cantantes...
Viajar no está al alcance de la mano. Para salir de Cuba hay que pagar 100 cuc por un pasaporte (unos 120 dólares). Ese dinero es el salario de ocho meses de un profesional.
Y como demuestra el no otorgamiento del pasaporte a Ángel Moya, opositor pacífico y ex preso político, el gobierno ha montado una suerte de ruleta rusa con los viajes al extranjero. Se lo otorgan a la bloguera Yoani Sánchez, a quien se lo habían denegado en veinte ocasiones, y a Moya se lo niegan.
El juego que se cuece en las alcantarillas del poder solo ellos lo entienden. Queda claro que los servicios especiales han elaborado una nueva lista negra.
A profesionales de prestigio, funcionarios del régimen, estrellas deportivas y determinados disidentes, no les concederán el derecho a viajar por razones de ‘seguridad nacional’ u otras que aleguen las autoridades.
La reforma migratoria, por supuesto, no nos traerá democracia. El Departamento de Seguridad del Estado seguirá acosando y encarcelando a los opositores. Continuará estando prohibida la formación de partidos políticos.
Y aquéllos que escriban por su cuenta, libremente, seguirán siendo etiquetados de ‘vendepatrias y mercenarios’. De cualquier manera, muchos cubanos se han lusionado con la perspectiva de viajar o residir en el extranjero durante un tiempo.
En pos de realizar su sueño, que en casi todos los casos es trabajar en lo que se presente y ganar ‘un dinerito’, muchas personas están vendiendo sus casas, autos y otras propiedades.
Están quemando las naves. Y si como se rumora, los países receptores dan una vuelta de tuerca a los viajeros cubanos, entonces el chiste que circula por La Habana se convertirá en una dura realidad.
Ya el gobierno de Castro II se lavó las manos como Poncio Pilatos. El balón está en la otra cancha.
Publicado en Diario Las Américas el 2 de febrero del 2013.