Entiéndase, robar, estafar, lucrar y cualquier otra cosa contraria a las leyes.
Cuando un tipo afirma que la calle es un campo de guerra, por favor apártese de él. Juan Manuel, 31 años, sostiene que la única persona merecedora de respeto, si acaso, es una madre. Es implacable con los débiles y los tontos.
Nació en 1981, veintidós años después de la llegada de Fidel Castro al poder. Se supone que al ser negro y joven, sea un 'hijo de la revolución'. Un ejemplo del 'hombre nuevo' soñado por el Che. Pero es la antítesis. Su filosofía particular se resume así: la vida es una hembra a la que se debe domar. Si usted lo consigue, quizás sea premiado con el éxito.
Según este marginal de San Leopoldo, barrio mayoritariamente negro y pobre del centro de La Habana, a unos, todo se le da gracias a los estudios o cualidades para escalar en la política. A otros, nada. Ahí es donde entran a jugar tipos como Juan Manuel. Entonces hay que ganarse los derechos a pulso.
Entiéndase, robar, estafar, lucrar y cualquier otra cosa contraria a las leyes. "Yo nací marcado por el signo de la desgracia. Mi madre murió durante el parto. No sé quién es mi padre. Me crió mi abuela materna. Vaya perla. Era borracha y fumaba marihuana. Pero fue la única que me dio afecto”, cuenta este hombre con musculatura de atleta y pinta de sicario.
Tiene un decálogo sagrado para hacer dinero. Pero le sugiero no seguirlo al pie de la letra. “La plata está ahí, en la casa de alguien que hace negocios sucios, en un almacén de víveres, en el bolso de un turista. Lo que hay que tener c... para ir y cogerlo”, afirma Juan Manuel sin aspavientos.
Vive al garete. Vivir así, asegura, le ha aportado tantos 'conocimientos' como si hubiese graduado de una carrera universitaria. La mitad de su existencia la ha pasado detrás de los barrotes de una celda. Su segunda casa.
En la cárcel se desenvuelve como pez en el agua. Tres comidas al día y en su galera monta un ‘burle’ (casino) que le proporciona dinero, cigarrillos, sicotrópicos, azúcar prieta y revistas pornográficas que le ayudan a masturbarse.
Odia a los sodomitas y homosexuales. “Si por mí fuera, a todos los enviaría a una isla desierta. Si los ma.... y las tor.... imponen su modo de pensar, el mundo se despoblaría. En las prisiones la sodomía está a la orden del día. Y hasta celebran 'bodas'. Lo peor en el mundo carcelario es que masones y abakuás, que dicen ser machos y bravos, por la noche lo ves dentro de los mosquiteros, enredados con los ‘patos’ (gays). Por eso no creo ni en Dios”.
Juan Manuel vive como un gitano. Cuando no está preso, reside en casa de una de sus cónyuges. Siempre planeando de qué manera puede joder a alguien. Las mujeres solo le importan para el sexo, cuiden de los hijos y le lleven 'jabas' a la cárcel. “No se les puede dar más espacio, porque terminan por imponer sus criterios. Ellas no tienen la fuerza física de un hombre. Su poder radica en la mente. Nadie las supera en maldad”.
Vicios, todos. Le gusta el ron y la cerveza. La marihuana, la piedra, el polvo y las pastillas. Sus proyectos son a muy corto plazo. “En estos días tengo que buscar unos pesos para comprarle unos zapatos a mi hijo y pasar el fin de año con alguna 'jeva'. ¿Cómo? Veré si enredo en una estafa a un incauto”, confiesa antes de dirigirse a una casa ilegal de juego en la parte vieja de la ciudad.
Y este hombre resentido se marcha, convencido de que la vida es una batalla. Y él, un soldado que sobrevive gracias a la violencia y el timo. Si por la calle usted se topa con personajes como Juan Manuel, le aconsejo cambie de acera.
Nació en 1981, veintidós años después de la llegada de Fidel Castro al poder. Se supone que al ser negro y joven, sea un 'hijo de la revolución'. Un ejemplo del 'hombre nuevo' soñado por el Che. Pero es la antítesis. Su filosofía particular se resume así: la vida es una hembra a la que se debe domar. Si usted lo consigue, quizás sea premiado con el éxito.
Según este marginal de San Leopoldo, barrio mayoritariamente negro y pobre del centro de La Habana, a unos, todo se le da gracias a los estudios o cualidades para escalar en la política. A otros, nada. Ahí es donde entran a jugar tipos como Juan Manuel. Entonces hay que ganarse los derechos a pulso.
Entiéndase, robar, estafar, lucrar y cualquier otra cosa contraria a las leyes. "Yo nací marcado por el signo de la desgracia. Mi madre murió durante el parto. No sé quién es mi padre. Me crió mi abuela materna. Vaya perla. Era borracha y fumaba marihuana. Pero fue la única que me dio afecto”, cuenta este hombre con musculatura de atleta y pinta de sicario.
Tiene un decálogo sagrado para hacer dinero. Pero le sugiero no seguirlo al pie de la letra. “La plata está ahí, en la casa de alguien que hace negocios sucios, en un almacén de víveres, en el bolso de un turista. Lo que hay que tener c... para ir y cogerlo”, afirma Juan Manuel sin aspavientos.
Vive al garete. Vivir así, asegura, le ha aportado tantos 'conocimientos' como si hubiese graduado de una carrera universitaria. La mitad de su existencia la ha pasado detrás de los barrotes de una celda. Su segunda casa.
En la cárcel se desenvuelve como pez en el agua. Tres comidas al día y en su galera monta un ‘burle’ (casino) que le proporciona dinero, cigarrillos, sicotrópicos, azúcar prieta y revistas pornográficas que le ayudan a masturbarse.
Odia a los sodomitas y homosexuales. “Si por mí fuera, a todos los enviaría a una isla desierta. Si los ma.... y las tor.... imponen su modo de pensar, el mundo se despoblaría. En las prisiones la sodomía está a la orden del día. Y hasta celebran 'bodas'. Lo peor en el mundo carcelario es que masones y abakuás, que dicen ser machos y bravos, por la noche lo ves dentro de los mosquiteros, enredados con los ‘patos’ (gays). Por eso no creo ni en Dios”.
Juan Manuel vive como un gitano. Cuando no está preso, reside en casa de una de sus cónyuges. Siempre planeando de qué manera puede joder a alguien. Las mujeres solo le importan para el sexo, cuiden de los hijos y le lleven 'jabas' a la cárcel. “No se les puede dar más espacio, porque terminan por imponer sus criterios. Ellas no tienen la fuerza física de un hombre. Su poder radica en la mente. Nadie las supera en maldad”.
Vicios, todos. Le gusta el ron y la cerveza. La marihuana, la piedra, el polvo y las pastillas. Sus proyectos son a muy corto plazo. “En estos días tengo que buscar unos pesos para comprarle unos zapatos a mi hijo y pasar el fin de año con alguna 'jeva'. ¿Cómo? Veré si enredo en una estafa a un incauto”, confiesa antes de dirigirse a una casa ilegal de juego en la parte vieja de la ciudad.
Y este hombre resentido se marcha, convencido de que la vida es una batalla. Y él, un soldado que sobrevive gracias a la violencia y el timo. Si por la calle usted se topa con personajes como Juan Manuel, le aconsejo cambie de acera.