"Sabía en mis sueños que un día el tío Ut me ayudaría a tener libertad", dijo Phuc, quien se refirió a él usando ese término familiar, en una muestra común de afecto de los vietnamitas. "Pero estaba en Cuba, estaba realmente decepcionada porque no podía tener contacto con él. No podía hacer nada".
Muchos conocen la foto de una niña desnuda que, allá durante la guerra de Vietnam, desesperadamente corre mientras su piel se quema por efectos de una bomba de napalm, pero pocos saben que esa niña terminaría desertando del comunismo, no desde Vietnam sino desde Cuba.
Al fotógrafo de The Associated Press, Huynh Cong "Nick" Ut, sólo le tomó un segundo tomar la icónica foto en blanco y negro, hace 40 años, y con ella transmitió los horrores de la guerra en Vietnam.
"Siempre he querido huir de ese recuerdo", dijo a la AP Kim Phuca, ahora de 49 años. "Pero parece que la foto no me deja ir".
Era el 8 de junio de 1972 cuando Phuc escuchó el grito de un soldado: "¡Tenemos que desalojar este lugar! ¡Bombardearán aquí y estaremos muertos!".
Segundos después vio las estelas de las bombas, amarillas y púrpuras, sobrevolando el templo Cao Dai donde su familia estaba refugiada desde hace tres días, mientras las fuerzas vietnamitas del norte y sur peleaban por el control de la villa, comunistas las primeras, prooccidentales las segundas.
La pequeña niña escuchó un estruendo encima y volteó hacia arriba. Mientras el Skyraider survietnamita planeaba cada vez más bajo, dejó caer recipientes como huevos.
El suelo se estremeció y un calor infernal sofocó la zona mientras un estallido escupió llamas anaranjadas en todas direcciones.
Las llamas alcanzaron el brazo izquierdo de Phuc. Su ropa de algodón se derritió al contacto. Los árboles se convirtieron en ardientes antorchas. Sentía dolor agudo en su piel y músculos.
Impactada, salió corriendo por la Autopista 1 detrás de su hermano mayor. No vio a los periodistas extranjeros que estaban en la dirección hacia donde ella huía, gritando, y entonces perdió el conocimiento.
Ut, el fotógrafo vietnamita de 21 años que tomó la foto, llevó a Phuc a un pequeño hospital. Ahí le dijeron que no había nada que hacer. Pero mostró su insignia de prensa estadounidense y pidió que los médicos la atendieran y le aseguraran que no la iban a olvidar.
Un par de días después que la imagen impactara al mundo, otro periodista encontró que la pequeña niña de algún modo había sobrevivido al ataque. Christopher Wain, corresponsal de la televisora británica British Independent Television Network, quien le dio a Phuc agua de su cantimplora y le roció la espalda que se le quemaba, luchó para que la transfirieran a la unidad Barsky, operada por estadounidenses. Era la única instalación en Saigón equipada para atenderle sus severas lesiones.
Una tercera parte del pequeño cuerpo de Phuc recibió quemaduras de tercer grado, aunque su cara de alguna forma quedó intacta. Con el tiempo la piel quemada comenzó a sanar.
Después de múltiples injertos de piel y cirugías, Phuc finalmente fue dada da alta, 13 meses después del bombardeo. Ella ha visto la foto de Ut, que para entonces le hizo ganar el premio Pulitzer, pero ella todavía desconocía el alcance y poder de esa imagen.
Pero cuando las fuerzas comunistas del norte tomaron el control de Vietnam del Sur, lo que puso fin a la guerra, la niña quemada por el napalm comenzó a ser usada como objeto de propaganda por parte del régimen marxista.
La vida bajo el nuevo régimen fue dura. El tratamiento médico y los analgésicos eran caros y resultaban difíciles de encontrar para la adolescente, que seguía sufriendo jaquecas y dolores intensos.
La joven trabajó intensamente y logró ingresar a la escuela de medicina para buscar su sueño de ser doctora. Pero seguía siendo un valor propagandístico para los jefes comunistas, seguía siendo la "niña del napalm" que aparecía en la foto.
Se vio obligada a dejar la escuela y a volver a su provincia de origen, donde se le hacía participar en encuentros con periodistas extranjeros. Las visitas eran vigiladas y controladas. Se le indicaba qué debía declarar. Sonreía e interpretaba su papel, pero el descontento comenzaba a consumirla.
"Quería escapar de esa imagen", dijo. "Fui quemada por el napalm; fui una víctima de la guerra... pero crecí y me volví otro tipo de víctima", dijo a la AP.
Se refugió en el Cao Dai, la religión de Vietnam, en busca de respuestas que no llegaron. Un día, al visitar una biblioteca, Phuc encontró una Biblia. Por vez primera comenzó a creer que había un plan para su vida.
De pronto, una vez más, la foto que le había dado aquella fama indeseable, le abrió una oportunidad.
En 1982 viajó a Alemania Occidental para recibir atención médica con ayuda de un periodista extranjero. Luego, el primer ministro de Vietnam hizo los arreglos para que estudiara en la Cuba comunista.
Estuvo al fin libre del escrutinio público, pero su vida distaba mucho de ser normal. Ut, que trabajaba entonces en la AP en Los Angeles, viajó para reunirse con ella en 1989, y encontró que no se le dejaba sola un solo momento. No hubo forma de que él supiera que ella quería de nuevo su ayuda, desesperadamente, ahora para escapar del control de los comunistas cubanos.
"Sabía en mis sueños que un día el tío Ut me ayudaría a tener libertad", dijo Phuc, quien se refirió a él usando ese término familiar, en una muestra común de afecto de los vietnamitas. "Pero estaba en Cuba, estaba realmente decepcionada porque no podía tener contacto con él. No podía hacer nada".
Cuando estaba en la escuela, Phuc conoció a un joven vietnamita. Creyó que nadie la querría nunca, debido a las cicatrices que le cubrían la espalda y un brazo. Pero Bui Huy pareció amarla aún más por esa causa.
Ambos decidieron casarse en 1992 e irse de luna de miel a Moscú. En el vuelo de regreso a Cuba, los recién casados desertaron durante una escala en Canadá para cargar combustible. La mujer vietnamita se sintió libre, tan libre como hubiese sido su pueblo de no haber triunfado los comunistas en aquella guerra donde a ella le tocó ser quemada por el napalm. Luego, el napalm fue para ella una dolorosa vía para obtener la libertad.
Al fotógrafo de The Associated Press, Huynh Cong "Nick" Ut, sólo le tomó un segundo tomar la icónica foto en blanco y negro, hace 40 años, y con ella transmitió los horrores de la guerra en Vietnam.
"Siempre he querido huir de ese recuerdo", dijo a la AP Kim Phuca, ahora de 49 años. "Pero parece que la foto no me deja ir".
Era el 8 de junio de 1972 cuando Phuc escuchó el grito de un soldado: "¡Tenemos que desalojar este lugar! ¡Bombardearán aquí y estaremos muertos!".
Segundos después vio las estelas de las bombas, amarillas y púrpuras, sobrevolando el templo Cao Dai donde su familia estaba refugiada desde hace tres días, mientras las fuerzas vietnamitas del norte y sur peleaban por el control de la villa, comunistas las primeras, prooccidentales las segundas.
La pequeña niña escuchó un estruendo encima y volteó hacia arriba. Mientras el Skyraider survietnamita planeaba cada vez más bajo, dejó caer recipientes como huevos.
El suelo se estremeció y un calor infernal sofocó la zona mientras un estallido escupió llamas anaranjadas en todas direcciones.
Las llamas alcanzaron el brazo izquierdo de Phuc. Su ropa de algodón se derritió al contacto. Los árboles se convirtieron en ardientes antorchas. Sentía dolor agudo en su piel y músculos.
Impactada, salió corriendo por la Autopista 1 detrás de su hermano mayor. No vio a los periodistas extranjeros que estaban en la dirección hacia donde ella huía, gritando, y entonces perdió el conocimiento.
Ut, el fotógrafo vietnamita de 21 años que tomó la foto, llevó a Phuc a un pequeño hospital. Ahí le dijeron que no había nada que hacer. Pero mostró su insignia de prensa estadounidense y pidió que los médicos la atendieran y le aseguraran que no la iban a olvidar.
Un par de días después que la imagen impactara al mundo, otro periodista encontró que la pequeña niña de algún modo había sobrevivido al ataque. Christopher Wain, corresponsal de la televisora británica British Independent Television Network, quien le dio a Phuc agua de su cantimplora y le roció la espalda que se le quemaba, luchó para que la transfirieran a la unidad Barsky, operada por estadounidenses. Era la única instalación en Saigón equipada para atenderle sus severas lesiones.
Una tercera parte del pequeño cuerpo de Phuc recibió quemaduras de tercer grado, aunque su cara de alguna forma quedó intacta. Con el tiempo la piel quemada comenzó a sanar.
Después de múltiples injertos de piel y cirugías, Phuc finalmente fue dada da alta, 13 meses después del bombardeo. Ella ha visto la foto de Ut, que para entonces le hizo ganar el premio Pulitzer, pero ella todavía desconocía el alcance y poder de esa imagen.
Pero cuando las fuerzas comunistas del norte tomaron el control de Vietnam del Sur, lo que puso fin a la guerra, la niña quemada por el napalm comenzó a ser usada como objeto de propaganda por parte del régimen marxista.
La vida bajo el nuevo régimen fue dura. El tratamiento médico y los analgésicos eran caros y resultaban difíciles de encontrar para la adolescente, que seguía sufriendo jaquecas y dolores intensos.
La joven trabajó intensamente y logró ingresar a la escuela de medicina para buscar su sueño de ser doctora. Pero seguía siendo un valor propagandístico para los jefes comunistas, seguía siendo la "niña del napalm" que aparecía en la foto.
Se vio obligada a dejar la escuela y a volver a su provincia de origen, donde se le hacía participar en encuentros con periodistas extranjeros. Las visitas eran vigiladas y controladas. Se le indicaba qué debía declarar. Sonreía e interpretaba su papel, pero el descontento comenzaba a consumirla.
"Quería escapar de esa imagen", dijo. "Fui quemada por el napalm; fui una víctima de la guerra... pero crecí y me volví otro tipo de víctima", dijo a la AP.
Se refugió en el Cao Dai, la religión de Vietnam, en busca de respuestas que no llegaron. Un día, al visitar una biblioteca, Phuc encontró una Biblia. Por vez primera comenzó a creer que había un plan para su vida.
De pronto, una vez más, la foto que le había dado aquella fama indeseable, le abrió una oportunidad.
En 1982 viajó a Alemania Occidental para recibir atención médica con ayuda de un periodista extranjero. Luego, el primer ministro de Vietnam hizo los arreglos para que estudiara en la Cuba comunista.
Estuvo al fin libre del escrutinio público, pero su vida distaba mucho de ser normal. Ut, que trabajaba entonces en la AP en Los Angeles, viajó para reunirse con ella en 1989, y encontró que no se le dejaba sola un solo momento. No hubo forma de que él supiera que ella quería de nuevo su ayuda, desesperadamente, ahora para escapar del control de los comunistas cubanos.
"Sabía en mis sueños que un día el tío Ut me ayudaría a tener libertad", dijo Phuc, quien se refirió a él usando ese término familiar, en una muestra común de afecto de los vietnamitas. "Pero estaba en Cuba, estaba realmente decepcionada porque no podía tener contacto con él. No podía hacer nada".
Cuando estaba en la escuela, Phuc conoció a un joven vietnamita. Creyó que nadie la querría nunca, debido a las cicatrices que le cubrían la espalda y un brazo. Pero Bui Huy pareció amarla aún más por esa causa.
Ambos decidieron casarse en 1992 e irse de luna de miel a Moscú. En el vuelo de regreso a Cuba, los recién casados desertaron durante una escala en Canadá para cargar combustible. La mujer vietnamita se sintió libre, tan libre como hubiese sido su pueblo de no haber triunfado los comunistas en aquella guerra donde a ella le tocó ser quemada por el napalm. Luego, el napalm fue para ella una dolorosa vía para obtener la libertad.