The Economist: reformas cubanas buscan prosperidad inalcanzable

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La revista The Economist analiza los cambios económicos en Cuba y dice que lo que el régimen busca de la forma en que se lo propone es imposible y que desde afuera tampoco lo ayudan.
A pesar de que como dicen algunos cubanos la isla sigue siendo de Fidel Castro, gran parte del trabajo preliminar para instaurar una economía mixta, como leyes tributarias y bancarias, calladamente ya ha sido hecho, destaca la revista The Economist en su edición de esta semana.

“La reforma está a punto de ganar ritmo, con las empresas estatales adquiriendo mayor autonomía y pasos hacia la abolición del sistema de dos monedas—señala—. Pero el cambio sigue frenado mayormente debido a la ideología del régimen, y también en parte porque el mundo exterior no ayuda lo suficiente”.

Según la publicación, Raúl Castro está decidido a evitar el colapso a un capitalismo oligárquico al estilo soviético y el mantra de los dirigentes cubanos, aunque hablan de la “creación de bienestar” es que la economía tiene que ser “socialista, próspera, y el desarrollo sostenible”, una Trinidad imposible.

A juicio de la revista uno de los problemas es que el gobierno sigue desaprobando que la gente se haga rica. “Los pequeños negocios –apunta– cuentan ahora con la bendición oficial, pero no se les permite crecer y llegar a ser de tamaño mediano”.

La cautelosa naturaleza de la reforma, agrega, está generando “nuevas distorsiones”, y cita que los agricultores siguen limitados a depender de entidades estatales para el suministro de fertilizantes, semillas y otros insumos. “Mientras tanto, la red de restricciones en torno al sector privado crea margen para el chanchullo”.

The Economist precisa que el mundo exterior también importa respecto a lo que sucede en la isla y recuerda que alrededor del 40 por ciento de las divisas de Cuba dependen de Venezuela, esencialmente en forma de donaciones para mantener ondeando la “bandera roja”, aunque el futuro de esa ayuda es incierto.

La revista señala que las diásporas jugaron un papel crucial en la transición al capitalismo de China y Vietnam y también podrían ayuda a Cuba, al igual que “la reforma monetaria sería mucho más fácil (en la isla) si Cuba pudiese utilizar el apoyo del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial”.

Pero el único efecto hoy en día de la Ley Helms-Burton, opina, “es conspirar con los propios remanentes estalinistas para hacer más difícil y más lenta de lo que debería ser la transición de la isla al capitalismo”.

En otro comentario en la misma edición titulado “El dinero empieza a hablar”, The Economist destaca que recientemente Marino Murillo, a cargo de la implementación de las reformas en Cuba, anunció que el gobierno prepara la unificación de sus dos monedas (el peso y el CUC) y que a partir del año próximo las empresas estatales se librarán además de otro grillete.

El cambio consiste en que podrían retener la mitad de sus ganancias tras el pago de impuestos, reinvertirlas o distribuirlas entre sus trabajadores, se daría mucha más autonomía a sus administradores, y las que registren reiteradas pérdidas en teoría serían liquidadas.

De acuerdo con la publicación un paso lógico sería unificar las dos monedas reevaluando el peso, aunque eso dispararía la inflación y elevaría la demanda de importaciones, pero en su lugar –precisa—“funcionarios dicen que en las próximas semanas a varias industrias, empezando por la azucarera, biotecnológica y de los mariscos, se les permitirá experimentar con diferentes tasas de cambio”.

El doble filo de un paso así, dice The Economist citando a expertos es que “múltiples tasas de cambio tienden a generar corrupción y subsidios ocultos, vicios que los funcionarios del gobierno han prometido combatir”, y por otro lado, “si surten efecto elevando la productividad, probablemente ocasionen la pérdida de puestos de trabajo”.

Como obstáculo añadido, señala, “la reforma cuenta con poderosos enemigos. Los números dos y tres en orden jerárquico en el Partido Comunista, José Ramón Machado Ventura y Ramiro Valdés, son viejos estalinistas”.

El hecho es, destaca, que mientras Murillo insiste en que Cuba necesita inversiones extranjeras “el gobierno da la impresión de estar paralizado en este asunto, y como parte de una campaña anticorrupción ha purgado a algunos de sus más ingeniosos funcionarios y metido presos a varios empresarios extranjeros (en condiciones horribles), aunque dos fueron recientemente liberados”.

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Artículo en Revista "The Economist' genera opiniones de cubanos