El periodista y escritor argentino Nicolás Márquez rompe el mito casi de santo que se le ha fabricado al guerrillero Ernesto Guevara en su obra titulada “El Canalla. La verdadera historia del Che”.
Existen muchos personajes cuya imagen pública ha sido convenientemente distorsionada por la historia oficial casi elevándolos a la condición de santos, y el caso más conocido es el del guerrillero Ernesto “Che” Guevara, dice El Diario boliviano.
La publicación reproduce del Correo peruano una entrevista con el periodista argentino Nicolás Márquez, quien --señala--desenmascara al sanguinario carnicero en su libro “El Canalla. La verdadera historia del Che”.
La tapa del libro reproduce distorsionada una frase pronunciada por el guerrillero cuando tras haber sido uno de los comandantes de Fidel Castro en Cuba se fue a las selvas de Bolivia con la despedida de “Hasta la victoria siempre”.
Márquez la transformó en “Hasta la derrota siempre” porque la vida del Che fue “una estética del fracaso”, dice, ya que “como médico nunca ejerció, como guerrillero comandó tres aventuras en Argentina, el Congo y Bolivia y en las tres fracasó rotundamente, y como ideólogo del marxismo nadie jamás lo tomó en cuenta”.
En la entrevista, el periodista califica al Che de “fetiche propagandístico” y precisa que en parte se le inmortalizó porque murió joven y era de izquierda. “Si hubiese estado a la derecha del espectro –agrega--compartiría la fama de genocida de un Videla, pero por ser “revolucionario” se lo disculpa de sus errores y horrores”.
Según Márquez, la gente ha trillado la frase de que el Che “murió por un ideal”, algo tonto porque a su juicio lo que cuenta es cómo vivió, y más que un político fue un fanático. “Con el mismo argumento se podría terminar elogiando a los terroristas que estrellaron los aviones contra las torres gemelas”, destaca.
El libro transcribe muchas cartas del Che previas a su viaje a Cuba en las que manifiesta cierta inclinación violenta. “Cuando presencia un bombardeo en Guatemala durante la guerra civil lo califica como el espectáculo más maravilloso del mundo—dice--. Lo que cambia cuando conoce a Fidel (Castro) es que la violencia epistolar pasa a ser fáctica”.
También destaca que el Che firmaba con el seudónimo de Stalin II. “En su diario de la Sierra Maestra –añade-- cuenta con nombre, apellido y circunstancias, y con lenguaje médico, cómo fusila a sus subalternos por simple indisciplina. Pero además, estos fusilamientos no sólo los ordena sino que él mismo los ejecuta”.
De acuerdo con el relato, por eso al triunfo de la Revolución cubana Fidel Castro “lo pone al frente de un gulag llamado “La Cabaña” donde se producen una 1,000 ejecuciones (fusilamientos) y en las que el “Che” participa directamente en 175”.
Recuerda además que el Che pensaba transformar la naturaleza humana y fabricar el “Hombre Nuevo”, en cuya concepción no cabían, por ejemplo, los homosexuales , y fue él quien creo el primer campo de concentración para castigar esos “desviacionismos”.
De ahí, señala Márquez, que no deja de ser paradójico que cuando en Argentina los homosexuales salían a protestar a favor de las uniones civiles portaran una figura del Che. Esto da una idea –dice—“de cuánta gente venera un personaje sin saber lo que está idolatrando. Es como ver a un judío portando una esvástica”.
Respecto a su desprecio por el género humano, el periodista cita en su libro muchas cartas en las que el Che describe a los bolivianos como “animalitos”, de los indios argentinos dice que es más agradable el olor a excremento de vaca, de los africanos dice que son negros porque no se bañan. “Fue un hombre despiadado”, concluye.
La publicación reproduce del Correo peruano una entrevista con el periodista argentino Nicolás Márquez, quien --señala--desenmascara al sanguinario carnicero en su libro “El Canalla. La verdadera historia del Che”.
La tapa del libro reproduce distorsionada una frase pronunciada por el guerrillero cuando tras haber sido uno de los comandantes de Fidel Castro en Cuba se fue a las selvas de Bolivia con la despedida de “Hasta la victoria siempre”.
Márquez la transformó en “Hasta la derrota siempre” porque la vida del Che fue “una estética del fracaso”, dice, ya que “como médico nunca ejerció, como guerrillero comandó tres aventuras en Argentina, el Congo y Bolivia y en las tres fracasó rotundamente, y como ideólogo del marxismo nadie jamás lo tomó en cuenta”.
En la entrevista, el periodista califica al Che de “fetiche propagandístico” y precisa que en parte se le inmortalizó porque murió joven y era de izquierda. “Si hubiese estado a la derecha del espectro –agrega--compartiría la fama de genocida de un Videla, pero por ser “revolucionario” se lo disculpa de sus errores y horrores”.
Según Márquez, la gente ha trillado la frase de que el Che “murió por un ideal”, algo tonto porque a su juicio lo que cuenta es cómo vivió, y más que un político fue un fanático. “Con el mismo argumento se podría terminar elogiando a los terroristas que estrellaron los aviones contra las torres gemelas”, destaca.
El libro transcribe muchas cartas del Che previas a su viaje a Cuba en las que manifiesta cierta inclinación violenta. “Cuando presencia un bombardeo en Guatemala durante la guerra civil lo califica como el espectáculo más maravilloso del mundo—dice--. Lo que cambia cuando conoce a Fidel (Castro) es que la violencia epistolar pasa a ser fáctica”.
También destaca que el Che firmaba con el seudónimo de Stalin II. “En su diario de la Sierra Maestra –añade-- cuenta con nombre, apellido y circunstancias, y con lenguaje médico, cómo fusila a sus subalternos por simple indisciplina. Pero además, estos fusilamientos no sólo los ordena sino que él mismo los ejecuta”.
De acuerdo con el relato, por eso al triunfo de la Revolución cubana Fidel Castro “lo pone al frente de un gulag llamado “La Cabaña” donde se producen una 1,000 ejecuciones (fusilamientos) y en las que el “Che” participa directamente en 175”.
Recuerda además que el Che pensaba transformar la naturaleza humana y fabricar el “Hombre Nuevo”, en cuya concepción no cabían, por ejemplo, los homosexuales , y fue él quien creo el primer campo de concentración para castigar esos “desviacionismos”.
De ahí, señala Márquez, que no deja de ser paradójico que cuando en Argentina los homosexuales salían a protestar a favor de las uniones civiles portaran una figura del Che. Esto da una idea –dice—“de cuánta gente venera un personaje sin saber lo que está idolatrando. Es como ver a un judío portando una esvástica”.
Respecto a su desprecio por el género humano, el periodista cita en su libro muchas cartas en las que el Che describe a los bolivianos como “animalitos”, de los indios argentinos dice que es más agradable el olor a excremento de vaca, de los africanos dice que son negros porque no se bañan. “Fue un hombre despiadado”, concluye.