Le llaman "el dios negro del ballet cubano" y llegó a ser primer bailarín del Royal Ballet de Londres, y ahora el cubano Carlos Acosta marca otro hito en su carrera al ser nombrado director del Royal Ballet de Birmingham, una de las compañías más prestigiosas del Reino Unido.
A sus 45 años, Acosta no deja de superar barreras, algo que aprendió de su padre, Pedro Acosta, un camionero descendiente de esclavos que presionó a su hijo tras ver en él aptitudes para la danza y que no cejó en su empeño de alejarle de las calles de La Habana más pobre.
Lo consiguió y Acosta se formó en la Escuela Nacional de Ballet de La Habana, un aprendizaje duro por la rebeldía de un niño que solo buscaba permanecer cerca de su familia y que al principio rechazó todo lo que tenía que ver con la danza.
Algo que refleja muy bien la película "Yuli", estrenada el pasado año y en la que directora española Iciar Bollaín cuenta la vida de Acosta adaptando las memorias que él escribió en la soledad de Londres.
Pese a la posibilidad de ser una estrella del ballet, Acosta quería seguir junto a su humilde familia, que vivía en la popular barriada habanera de Los Pinos.
"Yo solo quería estar con mi familia mientras todo el mundo quería irse de Cuba", recordaba el pasado septiembre el bailarín en una entrevista con Efe durante el Festival de cine de San Sebastián, donde se presentó "Yuli", filme en el que Acosta se interpreta a sí mismo.
Alejado de cualquier atisbo de divismo, el bailarín se mostraba cercano y preocupado únicamente por lo que creía una negativa contribución a la película de sus escasas dotes como actor.
No se le pasaba entonces por la cabeza que su debut como intérprete le supondría una nominación al Goya a mejor actor revelación, un premio que podría llevarse en la gala que se celebrará en Sevilla el próximo día 2 de febrero.
En aquel momento el bailarín estaba centrado en el trabajo de su compañía cubana, Acosta Danza, y en la Fundación Internacional de Ballet Carlos Acosta, en la que beca a alumnos de bajos recursos cubanos y extranjeros.
A partir de enero de 2020 tendrá que compaginar esa labor con su puesto como director del Royal Ballet de Birmingham, una compañía a la que llega con una larga experiencia que va desde el Royal Ballet de Londres -donde permaneció 16 años y donde fue el primer negro que llegó a ser primer bailarín-, al English National Ballet o el Houston Ballet de Estados Unidos.
Llegará a Birmingham con el objetivo de construir sobre la tradición clásica de esta compañía, expandir su repertorio "y llegar a nuevas y más variadas audiencias", según explicó en un comunicado de la compañía.
Lo hará avalado por premios como el de los Concursos Juveniles de Ballet y Danza de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), así como el Grand Prix de Lausana, Suiza (1990), el Grand Prix de la Bienal de la Danza de París (1990), el "Vignale Danza", Italia (1990) o el de Jóvenes Artistas "Fundación Princesa Grace" de Estados Unidos (1995).
Premio Nacional de Danza 2011 de Cuba, su coreografía "Tocororo" fue reconocida con el Premio Laurence Olivier al mejor espectáculo presentado en los escenarios londinenses durante 2006.
Unos enormes logros en el mundo de la danza, en el que ha sido comparado con figuras míticas como Mihail Baryshnikov y Rudolf Nureyev.
Y algo que era impensable cuando aquel niño de apenas diez años comenzó a formarse como bailarín en un contexto de pobreza que era más un caldo de cultivo para devenir un buscavidas, como reconoció a Efe.
"¿Qué podría haber sido yo, hijo de un camionero?", se preguntaba el bailarín, que se respondió inmediatamente: "Hubiera sido delincuente o me habría ido en una balsa", pero nunca bailarín.