De cuando Terry Jones y Monty Python se pasearon por Cuba

El actor, escritor y director Terry Jones en Lisboa el 10 de enero de 2008. El miembro del grupo Monty Phyton falleció el martes en Londres (Foto: Nacho Doce/Reuters).

Hay que quitarse el sombrero: murió Terry Jones, el comediante del grupo inglés Monty Python. Y me acordé de aquella gira que él y su tropa hicieron por cineclubes de La Habana y varias ciudades de Cuba a finales de los años 80 en un casete de video Betamax.

La Sala Charles Chaplin, en la planta baja del edificio del ICAIC, ya había exhibido Monty Python y el Santo Grial. Cuando fui a verla, delante de mí estaba sentado un espectador que se reía tanto, tan estruendosamente y sin parar, que su pareja se levantó avergonzada y fue a sentarse en otra fila al fondo de la platea.

De izquierda a derecha, Eric Idle, John Cleese, Terry Gilliam, Michael Palin y Terry Jones posan el 30 de junio de 2014 en Londres, en vísperas de su primera vuelta a un escenario en largo tiempo. Graham Chapman, el otro miembro de Monty Python, había fallecido el 4 de octubre de 1989 (Foto: Reuters).

Pero La Vida de Brian, el largometraje más polémico del grupo, no aparecía por ninguna parte. Hasta que, casi por casualidad, tropecé con una copia en video –la única disponible, me dijeron-- que había en la Distribuidora Nacional de Películas. Era un casete Betamax subtitulado en español. Lo pedí y me lo prestaron con la condición de que lo devolviera rápido.

Desde que terminé de verla por primera vez, supe que La Vida de Brian (1979) iba a ser una de las películas que más veces vería en mi vida. La dirigió precisamente Terry Jones, después de haber compartido con otro miembro del grupo –Terry Gilliam—la dirección de Monty Python y el Santo Grial (1975).

En La Vida de Brian, los Reyes Magos se equivocan de pesebre y en vez de entrar al del niño Jesús entran al del niño Brian. Cuando se dan cuenta del error vuelven y le arrebatan a la madre (interpretada precisamente por Terry Jones) el oro, la mirra y el incienso que le habían entregado. La película, entonces, tiene como protagonista a un tipo llamado Brian a quien le tocó vivir paralelamente a Jesucristo.

Para cualquier público, la historia es provocadora: por tal de tener un líder espiritual, la gente está dispuesta a creer incluso en alguien que niega ser el mesías. Para un público cubano formado en tres décadas de “revolución”, la película era mucho más que eso: era apasionante porque, entre otras cosas, se burlaba abiertamente de los movimientos de liberación nacional.

“Lo único que han traído los romanos es hambre, miseria y enfermedades”, decía el líder del Frente Nacional para la Liberación de Judea (interpretado por John Cleese) en una reunión de conspiradores. “El acueducto”, susurraba alguien por allá atrás. “Ah, sí, el acueducto, pero fuera del acueducto, lo único que trajeron es hambre, miseria y enfermedades…”, clamaba el jefe.

Otra voz le interrumpía: “Los caminos”.

“Bueno, sí, los caminos, pero además del acueducto y los caminos, lo único que han traído los romanos es hambre, miseria y enfermedades”, decía entonces sin ocultar su irritación. “Los vinos…”, decía un tercer conspirador. “Cierto”, admitía el líder. “Pero además del acueducto, los caminos y el vino, lo único que han traído los romanos es hambre, miseria y enfermedades”, declaraba secamente antes de advertir que la próxima interrupción sería sancionada con la muerte.

En 1988, en Cuba, los “movimientos de liberación nacional” eran una de las armas sagradas de la propaganda revolucionaria. No había sacrificio, por grande que fuera, capaz de compararse al sacrificio de los combatientes de un movimiento de liberación nacional, lo mismo en Colombia que en Jibutí. La presencia cubana en Angola era un honor para cualquier cubano porque la causa justificaba el martirio, y la grandeza exigía valor.

Que un grupo de comediantes ingleses se apareciera con aquel sacrilegio era un regalo de Dios.

Terry Jones posa junto a "un parquimetro del infierno" en Lisboa el 10 de enero de 2008 (Foto: Nacho Doce/Reuters).

“A los únicos que odiamos más que a los romanos es al Movimiento Nacional para la Liberación de Judea”, decía uno de los conspiradores en otra reunión, antes de que alguien lo rectificara. “Esos somos nosotros mismos”.

En mi condición de crítico de cine del periódico Juventud Rebelde, tenía vínculos entonces con cine clubes de La Habana y de otras provincias. Si mal no recuerdo, el primer lugar donde dedicamos una función a ver La Vida de Brian fue en el cine club de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC). Los amigos, los conocidos y los desconocidos salían encantados.

Santa Clara, Camagüey, Holguín… ¿Santiago de Cuba? Empecé a llevar conmigo el casete Beta en mis asignaciones periodísticas a otras provincias, a ponerme de acuerdo con coordinadores de cine clubes, y a exhibir también por allá la película. Después de la segunda o la tercera función empezaron a aparecer en la sala de video espectadores que no parecían haber ido precisamente a ver la película.

Terry Jones (izq.) y Eric Idle el 4 de diciembre de 2012 en Londres (Foto: Andrew Winning/Reuters).

Así hubo muchos que, cuando ni pensábamos en Internet ni en las redes sociales, vieron La Vida de Brian en Cuba y se rieron de los movimientos de liberación nacional. Gracias a Terry Jones y su tropa de Monty Python. Lo único que lamento es no haber sabido entonces, al presentarla, todo lo que supe después.

Por ejemplo, que cuando los ejecutivos de EMI leyeron el guión, se asustaron y se negaron a producirla pocos días antes de la fecha marcada para iniciar los rodajes, el beatle George Harrison hipotecó su casa, fundó la productora HandMade Films (Películas Hechas a Mano) y les dio el dinero.

Arriba, Paul McCartney y Ringo Star. Debajo, George Harrison y John Lennon (Foto: Archivo).

“¿Por qué lo haces?”, le preguntó Eric Idle, otro de los Python. “Porque quiero ver esa película”, cuenta que le respondió Harrison. “El boleto de cine más caro de la historia”, diría luego Idle.

Para quien no haya visto La Vida de Brian, Monty Python y el Santo Grial, o El Sentido de la Vida Según Monty Python, este es el momento. La mejor manera de invocar con risa a un genio que, como diría la poetisa Mariana Torres, no creía en los duendes porque era un duende incrédulo.

“Mi tema recurrente es que el mundo medieval se parece al nuestro en que las mismas personas siempre se aprovechan de las mismas personas”, dijo una vez Terry Jones, según la BBC. “La humanidad no lo cambia todo con el paso de los siglos”.