Depardieu dice que su padre fue comunista y que escuchaba Radio Moscú y gusta mucho de Rusia y de su presidente Vladimir Putin.
El actor francés Gerard Depardieu hace uso del derecho de cualquier ciudadano a abandonar su país de nacimiento, renunciar a la ciudadanía y adquirir la de otra nación, que le acepte. Sigue siendo de origen francés, pero ahora nacionalizado ruso y por el momento residente de Bélgica.
En carta a los medios de prensa de Rusia afirma que su padre fue comunista y que escuchaba Radio Moscú y que gusta mucho de ese país eslavo y de su presidente Vladimir Putin. Rusia, o por lo menos aquellos destellos de la URSS, comunismo y propaganda, los considera Depardieu “parte de su cultura”.
El actor francés, en otro de sus grandes actos, dijo que Rusia “es un país con una gran democracia, no un país donde el primer ministro puede llamar patético a uno de sus ciudadanos". Pero es que Putin llama a sus ciudadanos con epítetos más fuertes, les dice “banderlog”, aquellos simios salvajes, sin ley, como los describía Rudyard Kipling en El Libro de la Selva. En las cárceles rusas bander-log se le llama al recluso que no labora y todo el tiempo descansa en la litera. También el presidente Putin calificó los símbolos de la oposición, unas cintas blancas, como condones. El lenguaje rudo, a veces soez del gobernante ruso es expuesto con frecuencia por la prensa rusa.
De que Rusia sea “una gran democracia”, como dice Depardieu en su carta, tienen diferente opinión millones de rusos, que han votado en contra del presidente, denunciado sus maquinaciones para perpetuarse en el poder, para hacer fraude electoral. La corrupción, el nepotismo, los asesinatos a periodistas, los ajustes de cuentas mafiosos, las acusaciones fabricadas a opositores son características de la sociedad rusa.
La gestión para adquirir la ciudadanía rusa ha durado menos de un mes. Un escándalo inicial por la negativa del francés a pagar impuestos en su país por tener ingresos superiores al millón de euros, y su traslado a un poblado de Bélgica, en la frontera con Francia para residir. Después vino toda una saga en la prensa gala y rusa sobre si pedía o no pedía un pasaporte ruso. El mismo Putin en la conferencia de prensa de fin de año afirmaba, medio en broma y muy en serio, que si Depardieu lo hacía (pedir un pasaporte) le darían un sí por respuesta.
Y hay dos preguntas que se hacen muchos cubanos que residen en el extranjero – ¿Tendrá que sacar pasaporte francés para visitar a familiares y amigos en París? ¿Le pasará lo mismo que a Yogi Depass, quien por viajar a Cuba con su pasaporte británico, para visitar a la familia en Santiago de Cuba tras el paso del huracán Sandy, estuvo “varado” durante casi un mes? Solo la presión de las autoridades de Londres le permitió a Depass pasar el fin de año junto a su esposa e hijo.
Pero más interrogantes tienen los millones de rusos que viven en varias de las repúblicas de la desaparecida Unión Soviética, que hace años claman por la ciudadanía rusa y le es negado por un escabroso proceso burocrático. Esos rusos de Uzbekistán, Azerbaiyán, Kazajstán, Armenia e inclusive de Ucrania, piden con insistencia un pasaporte ruso para sus hijos o nietos, nacidos ahora en otras naciones. Pero es que ninguna cultiva uvas para buen vino, o quizás no militaron en el PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) y apagaban el radio cuando desde Moscú explicaban las bondades del sistema soviético.
El lado positivo de la historia es que existe el derecho a renunciar a la ciudadanía y acogerse a otra, sin que le impongan la primera cada vez que desee visitar a los suyos. ¡Viva Francia!
En carta a los medios de prensa de Rusia afirma que su padre fue comunista y que escuchaba Radio Moscú y que gusta mucho de ese país eslavo y de su presidente Vladimir Putin. Rusia, o por lo menos aquellos destellos de la URSS, comunismo y propaganda, los considera Depardieu “parte de su cultura”.
El actor francés, en otro de sus grandes actos, dijo que Rusia “es un país con una gran democracia, no un país donde el primer ministro puede llamar patético a uno de sus ciudadanos". Pero es que Putin llama a sus ciudadanos con epítetos más fuertes, les dice “banderlog”, aquellos simios salvajes, sin ley, como los describía Rudyard Kipling en El Libro de la Selva. En las cárceles rusas bander-log se le llama al recluso que no labora y todo el tiempo descansa en la litera. También el presidente Putin calificó los símbolos de la oposición, unas cintas blancas, como condones. El lenguaje rudo, a veces soez del gobernante ruso es expuesto con frecuencia por la prensa rusa.
De que Rusia sea “una gran democracia”, como dice Depardieu en su carta, tienen diferente opinión millones de rusos, que han votado en contra del presidente, denunciado sus maquinaciones para perpetuarse en el poder, para hacer fraude electoral. La corrupción, el nepotismo, los asesinatos a periodistas, los ajustes de cuentas mafiosos, las acusaciones fabricadas a opositores son características de la sociedad rusa.
La gestión para adquirir la ciudadanía rusa ha durado menos de un mes. Un escándalo inicial por la negativa del francés a pagar impuestos en su país por tener ingresos superiores al millón de euros, y su traslado a un poblado de Bélgica, en la frontera con Francia para residir. Después vino toda una saga en la prensa gala y rusa sobre si pedía o no pedía un pasaporte ruso. El mismo Putin en la conferencia de prensa de fin de año afirmaba, medio en broma y muy en serio, que si Depardieu lo hacía (pedir un pasaporte) le darían un sí por respuesta.
Y hay dos preguntas que se hacen muchos cubanos que residen en el extranjero – ¿Tendrá que sacar pasaporte francés para visitar a familiares y amigos en París? ¿Le pasará lo mismo que a Yogi Depass, quien por viajar a Cuba con su pasaporte británico, para visitar a la familia en Santiago de Cuba tras el paso del huracán Sandy, estuvo “varado” durante casi un mes? Solo la presión de las autoridades de Londres le permitió a Depass pasar el fin de año junto a su esposa e hijo.
Pero más interrogantes tienen los millones de rusos que viven en varias de las repúblicas de la desaparecida Unión Soviética, que hace años claman por la ciudadanía rusa y le es negado por un escabroso proceso burocrático. Esos rusos de Uzbekistán, Azerbaiyán, Kazajstán, Armenia e inclusive de Ucrania, piden con insistencia un pasaporte ruso para sus hijos o nietos, nacidos ahora en otras naciones. Pero es que ninguna cultiva uvas para buen vino, o quizás no militaron en el PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) y apagaban el radio cuando desde Moscú explicaban las bondades del sistema soviético.
El lado positivo de la historia es que existe el derecho a renunciar a la ciudadanía y acogerse a otra, sin que le impongan la primera cada vez que desee visitar a los suyos. ¡Viva Francia!