Jorge trabajaba en un almacén de alimentos. Todo el dinero que ganaba vendiendo por la izquierda arroz, frijoles o aceite robado lo derrochaba con sus socios, tomando cerveza en un bar por moneda dura.
La vida de Jorge, de 42 años, gira alrededor de una botella de alcohol. Hace una década, cualquier acontecimiento era un pretexto para beber varios litros de ron junto a inseparables amigos de borracheras.
En ese tiempo, Jorge trabajaba en un almacén de alimentos. Todo el dinero que ganaba vendiendo por la izquierda arroz, frijoles o aceite robado lo derrochaba con sus socios, tomando cerveza en un bar por moneda dura. Llegaba a su hogar casi en coma etílico. La violencia y el maltrato físico a la esposa e hijos destruyeron su familia. Los conflictos personales exacerbaron su dependencia al alcohol. Perdió el trabajo y ahora su vida se ha convertido en un círculo vicioso de ron casero, mal comer y volver a beber el intragable ron.
Sus pocas pertenencias hace rato las vendió para tomar. Cuando se mira al espejo, en un momento de lucidez, ha llegado a creer que es otra persona. Una barba sucia, piel amarillenta, párpados flácidos y brazos demasiados delgados que no compaginan con su cuerpo. Ya ni siquiera recuerda que hizo la noche anterior. Se le olvidan los nombres de sus allegados. Y cuando lo pilla la noche, ebrio y solo, como fulminado por un rayo cae en el banco de alguna parada de ómnibus. “He intentado suicidarme. Pero no tengo suficiente valor. Tampoco fuerza de voluntad para dejar la bebida. Lo que deseo es morirme”, dice sentado en el portal de una bodega, mientras pide dinero a los transeúntes.
El alcoholismo o dipsomanía se encuentra entre las diez primeras causas de muerte en Cuba. Los especialistas reconocen que en los últimos 20 años el consumo de bebidas alcohólicas ha aumentado considerablemente. Obtener estadísticas fiables es difícil. Un estudio efectuado por un equipo multidisciplinario del hospital Carlos J. Finlay, asegura que nueve de cada 10 suicidas son alcohólicos.
Y la dipsomanía también causa muertes por riñas callejeras, envenenamientos, accidentes de tránsito, cáncer gástrico, cirrosis hepática y pancreatitis hemorrágica, entre otras. Según cifras oficiales, un 45% de la población cubana mayor de 15 años consume bebidas alcohólicas, para un índice de prevalencia entre el 7 y 10%, uno de los más bajos de América Latina.
Sin embargo, la realidad de la calle dice otra cosa. Carlos, camarero de un impresentable y derruido bar en la Calzada de 10 de Octubre, en tragos, a diario vende más de 80 botellas. “Desde por la mañana las mesas están llenas. Se mantienen así hasta que cierro a las 8 de la noche. A veces tengo que echarlos. Y eso que el ron que vendemos es muy malo”, señala.
En un café cercano, donde por pesos convertibles se puede adquirir pan estilo francés, cervezas y dulces, la dependienta nos dice que las mayores ventas son de cerveza y ron. “La gente compra más bebida que pan, sandwiches o pizzas. A diario, vendemos unas 50 botellas de ron, vodka o whisky barato. Y hasta 20 cajas de cerveza, a pesar que solo se oferta en divisas”. La bebida en Cuba es cara. Una botella de ron de baja calidad cuesta 30 pesos, el salario de dos días de un obrero. Los de primera no están al alcance de muchos: entre 57 y 120 pesos la botella.
La cerveza de producción nacional tampoco es económica, 10 a 18 pesos la botella. Además, es infame, de sabor ácido y variable. También hay cerveza criolla en divisas. Una lata cuesta 1 cuc (peso convertible) en mercados y café, de dos marcas: Cristal, clara, y Bucanero, más fuerte. En torno a la cerveza se ha montado todo una industria clandestina, de comercialización y fabricación.
Existen fábricas ilegales que funcionan a todo gas. En la provincia de Holguín, la policía ha desmantelado centros donde elaboraban cervezas Cristal y Bucanero. La cerveza importada es aún más cara: entre 1.50 y 2 cuc la lata. Es de mayor calidad. En clubes nocturnos y hoteles de lujo, la cerveza nacional se oferta a 3 cuc y la importada a 5. En moneda dura, los precios de un ron de calibre (hay siete u ocho marcas) rondan los 3.85 y 11 cuc o más.
Por su alto costo, los alcohólicos habituales no pueden comprarlo. No les queda otra que el ron casero. Una bebida diabólica, preparada a base de alcohol filtrado con carbón industrial y heces fecales de ganado vacuno. Es el auténtico trago de los olvidados. De gente que como Jorge ya lo perdieron todo.
Publicado en Diario Las Américas el 19 de Septiembre del 2013
En ese tiempo, Jorge trabajaba en un almacén de alimentos. Todo el dinero que ganaba vendiendo por la izquierda arroz, frijoles o aceite robado lo derrochaba con sus socios, tomando cerveza en un bar por moneda dura. Llegaba a su hogar casi en coma etílico. La violencia y el maltrato físico a la esposa e hijos destruyeron su familia. Los conflictos personales exacerbaron su dependencia al alcohol. Perdió el trabajo y ahora su vida se ha convertido en un círculo vicioso de ron casero, mal comer y volver a beber el intragable ron.
Sus pocas pertenencias hace rato las vendió para tomar. Cuando se mira al espejo, en un momento de lucidez, ha llegado a creer que es otra persona. Una barba sucia, piel amarillenta, párpados flácidos y brazos demasiados delgados que no compaginan con su cuerpo. Ya ni siquiera recuerda que hizo la noche anterior. Se le olvidan los nombres de sus allegados. Y cuando lo pilla la noche, ebrio y solo, como fulminado por un rayo cae en el banco de alguna parada de ómnibus. “He intentado suicidarme. Pero no tengo suficiente valor. Tampoco fuerza de voluntad para dejar la bebida. Lo que deseo es morirme”, dice sentado en el portal de una bodega, mientras pide dinero a los transeúntes.
El alcoholismo o dipsomanía se encuentra entre las diez primeras causas de muerte en Cuba. Los especialistas reconocen que en los últimos 20 años el consumo de bebidas alcohólicas ha aumentado considerablemente. Obtener estadísticas fiables es difícil. Un estudio efectuado por un equipo multidisciplinario del hospital Carlos J. Finlay, asegura que nueve de cada 10 suicidas son alcohólicos.
Y la dipsomanía también causa muertes por riñas callejeras, envenenamientos, accidentes de tránsito, cáncer gástrico, cirrosis hepática y pancreatitis hemorrágica, entre otras. Según cifras oficiales, un 45% de la población cubana mayor de 15 años consume bebidas alcohólicas, para un índice de prevalencia entre el 7 y 10%, uno de los más bajos de América Latina.
Sin embargo, la realidad de la calle dice otra cosa. Carlos, camarero de un impresentable y derruido bar en la Calzada de 10 de Octubre, en tragos, a diario vende más de 80 botellas. “Desde por la mañana las mesas están llenas. Se mantienen así hasta que cierro a las 8 de la noche. A veces tengo que echarlos. Y eso que el ron que vendemos es muy malo”, señala.
En un café cercano, donde por pesos convertibles se puede adquirir pan estilo francés, cervezas y dulces, la dependienta nos dice que las mayores ventas son de cerveza y ron. “La gente compra más bebida que pan, sandwiches o pizzas. A diario, vendemos unas 50 botellas de ron, vodka o whisky barato. Y hasta 20 cajas de cerveza, a pesar que solo se oferta en divisas”. La bebida en Cuba es cara. Una botella de ron de baja calidad cuesta 30 pesos, el salario de dos días de un obrero. Los de primera no están al alcance de muchos: entre 57 y 120 pesos la botella.
La cerveza de producción nacional tampoco es económica, 10 a 18 pesos la botella. Además, es infame, de sabor ácido y variable. También hay cerveza criolla en divisas. Una lata cuesta 1 cuc (peso convertible) en mercados y café, de dos marcas: Cristal, clara, y Bucanero, más fuerte. En torno a la cerveza se ha montado todo una industria clandestina, de comercialización y fabricación.
Existen fábricas ilegales que funcionan a todo gas. En la provincia de Holguín, la policía ha desmantelado centros donde elaboraban cervezas Cristal y Bucanero. La cerveza importada es aún más cara: entre 1.50 y 2 cuc la lata. Es de mayor calidad. En clubes nocturnos y hoteles de lujo, la cerveza nacional se oferta a 3 cuc y la importada a 5. En moneda dura, los precios de un ron de calibre (hay siete u ocho marcas) rondan los 3.85 y 11 cuc o más.
Por su alto costo, los alcohólicos habituales no pueden comprarlo. No les queda otra que el ron casero. Una bebida diabólica, preparada a base de alcohol filtrado con carbón industrial y heces fecales de ganado vacuno. Es el auténtico trago de los olvidados. De gente que como Jorge ya lo perdieron todo.
Publicado en Diario Las Américas el 19 de Septiembre del 2013