Las protestas ocurridas en la Isla en 2022, si bien no alcanzaron la dimensión de estallido social como las del año precedente, demostraron que la idea de la manifestación cívica como forma de exigencia al gobierno se había reforzado en la población cubana.
Radio Televisión Martí conversó con el analista y activista político Manuel Cuesta Morúa acerca de las coincidencias y las diferencias entre las demostraciones de julio de 2021 y las de 2022.
“Yo creo que hay dos puntos que las diferencian. El primero es que, en esta ocasión, se extendieron a todo el país, no así, en el 2021. En el 2022, incluso, han sucedido en municipios en los que, de ninguna manera, vimos protestas antes. Lo que significa que la protesta está más arraigada y el deseo de expresarse frente al Estado está más afincado que lo que mostraron las cifras de julio 2021. El factor sorpresa de julio 2021, lo fue igual para la propia gente que después en el 2022 salió”, indicó Cuesta Morúa, coordinador de la plataforma D Frente.
En La Habana, se documentaron manifestaciones en el municipio Playa y el barrio del Vedado, donde viven gran parte de los máximos dirigentes del país. También en Arroyo Naranjo, Habana del Este, Cerro, Marianao, Boyeros y Cojímar.
“Un segundo punto es que, lo que aconteció en 2022, reafirmó que la protesta no era, simplemente, un flash de la sociedad en un momento de mucha carga social, de mucho malestar y mucho rechazo al gobierno cubano. No era solo eso. La protesta ya era parte de una nueva modalidad de expresión de la sociedad cubana frente al Estado, nuevo modo que ya hace parte del paisaje social, del paisaje político. De hecho, se ha ido manteniendo”.
El proyecto Inventario contabilizó 92 protestas en 11 provincias, entre los meses de agosto y octubre de 2022.
Los cortes de electricidad unidos al desabastecimiento de productos básicos son las dificultades que más perturban a los cubanos en un momento de extrema crisis económica en el país.
Las manifestaciones se sucedieron en diversas localidades, en especial, después que el huracán Ian azotara el occidente de la Isla el 27 de septiembre y un apagón nacional hiciera tocar fondo el depauperado sistema eléctrico nacional.
“El lado débil de estas protestas tiene que ver con que, si bien responden a necesidades fundamentales de la sociedad -que eso hace muy práctica y muy pragmática a la gente, no lo hace tan ideológico - en muchos casos solo se limitan a demandar la solución de problemas específicos de la gente y una vez que el Estado asume la capacidad de, por lo menos, resolverlo momentáneamente, pues la protesta cesa”.
Tras la experiencia de julio de 2021, el régimen sofocó con violencia cualquier expresión pública y colectiva de descontento tanto contra opositores públicos como ciudadanos comunes.
“Pero, aunque son protestas desideologizadas, están, de alguna manera, midiendo la capacidad del gobierno de resolver problemas de la sociedad, lo cual es cardinal ya que el gobierno no puede seguir gobernando desde la ideología o utopía, como fue hasta Fidel Castro”.
“Si bien ese lado es positivo, tienen el lado negativo de que dejan la solución en manos del gobierno y no ponen la solución en manos de la sociedad. Eso es lo que puede limitar el alcance de las protestas sociales, una vez que no asumen, de primera demanda las inquietudes cívicas, las inquietudes de participación, las inquietudes políticas”.
“No quiere decir que en estas manifestaciones no se haya pedido libertad y no se hayan demandado libertades, pero el hecho es que no están en el primer plano de las exigencias de las protestas y eso, limita su impacto y su alcance para la democratización, al tiempo que reflejan la democratización propia de la sociedad cubana frente al Estado. Puede parecer paradójico, pero no lo es tanto, porque una de las características fundamentales de estos tiempos es que la sociedad se sigue democratizando a sí misma, mientras que el Estado se sigue autocratizando a sí mismo, lo que refleja el divorcio o el abismo que hay entre la sociedad y el Estado”.
“Esa es una limitación de las protestas de 2022 que lleva a otra cuestión: que no logran conectar con la sociedad civil al tiempo que la sociedad civil organizada no logra conectar, sistemáticamente, con el resto de la población, generando una situación inédita: que una sociedad que ya está lista para el cambio no encuentra su reflejo y su vínculo con la sociedad civil, que es la que debe liderar el cambio”.
La represión desatada por la cúpula de poder, luego del levantamiento popular de 2021, contribuyó a desarticular los movimientos opositores.
Asimismo, el exilio, forzado o no, de activistas en 2022, disminuyó las capacidades de acoplamiento de la sociedad civil.
“Y el desafío nuestro está en cómo convertir este malestar en una alternativa cívica y social para el cambio, y eso requiere de mucha lucidez, mucha inteligencia, mucha perseverancia y de saber trabajar en unas circunstancias en que el Estado está reprimiendo duramente cualquier expresión, cualquier manifestación de protesta”, concluyó Cuesta Morúa.