“El bouquet de la victoria” honró el triunfo de los atletas y el resurgimiento japonés

El bouquet del la Victoria en los Olímpicos de Tokio. REUTERS/Lindsey Wasson

Los juegos olímpicos de Japón se llevaron a cabo en el verano, también en los en los meses de julio y agosto según la zona y el calendario usado, ellos celebran el OBON.

Consiste en tres días de celebración en los cuales ellos hacen diferentes actividades para recordar a sus difuntos. La muerte la ven como un paso y por eso el OBON parece más un carnaval con vistosos colores, danzas, juegos al aire libre y comidas especiales.

En la noche del primer día, TORO NAGASHI, se lanzan farolitos de papel a las aguas del río para que las luces guíen a los espíritus de los fallecidos en su camino al otro mundo.

El segundo día, BON ODORI, se usan tambores ceremoniales, la gente canta, baila y comen en honor a sus fallecidos. No hay lugar para la tristeza, la gente y la música son notorias por su alegría.

La noche del tercer día, GOZAN NO OKURIBI, es la noche en que los espíritus que han venido para la celebración, retornan a la otra dimensión.

Esa breve reseña es para entender un poco lo importante que es para el pueblo nipón honrar a sus fallecidos. Ese homenaje también se hizo presente en las ceremonias de premiación olímpica a través de los ramos de flores que cada ganador recibió en el podio junto a su medalla.

Cada una de esas flores provenía de uno de tres lugares arrasados por el tsunami y la fuga nuclear del 2011, como símbolo de esperanza y recordatorio.

En una zona remota del Japón, entre colinas y sembrados de arroz, se levantaba una pequeña comunidad llamada Okawa junto al mar. Ese día las olas gigantes del tsunami cayeron sobre la escuela del lugar matando a 74 niños y 10 maestros. Cerca del lugar, en la colina Miyagi, los padres de las víctimas sembraron girasoles.

En Fukushima, lugar de la central nuclear, se cultivaron eustomas y sellos de Salomón. En Iwata se cultivaron las gencianas de color azul intenso y en Tokio las aspidistras de color verde oscuro para representar a la ciudad anfitriona.

El comité floral del Japón eligió esas flores para confeccionar esos ramos a los que llamaron “El bouquet de la victoria” tanto para reconocer el triunfo de los atletas en una competencia, como para celebrar el resurgimiento japonés después de semejante desastre que costó la vida a 18.500 personas.

Hubiera sido lindo y acertado que los deportistas participantes hubieran conocido esta historia antes de las justas deportivas, quizás hubieran recibido esos ramos llenos de sentimiento, simbolismo y amor, con más reverencia y honor.