El carrito del helado, otra nostalgia cubana de Miami

Cubano Humberto Concheso junto a su carro de helados. Foto: Jorge Ignacio Pérez.

Humberto Concheso llegó a Estados Unidos en 1994, durante la segunda crisis de balseros. Vino con parte de su familia, pero no llegó en balsa sino por mediación de gestiones migratorias. Antes de montar negocio propio, condujo un camión por carreteras.

Era domingo cuando Humberto Concheso estacionó su carro de helados junto al parque de West Kendall. No había muchos niños, pero algún cliente potencial podía estar allí. De hecho, un par de niños corrieron y se aferraron a la baranda de madera que separa el parque del mundo exterior. Los padres fueron detrás.

El conductor-vendedor paró la música cuando comprobó que el ambiente estaba demasiado tranquilo, cuando supo que había sido visto en la distancia.

Humberto tiene buenos precios para competir en el mercado de servicios itinerantes. Poner un negocio no es complicado. Se puede gestionar por internet. Lo complicado es localizar la clientela. Siendo una ciudad tan desparramada, hacer un estudio de mercado en Miami no debe ser fácil, pero el emprendedor se arriesga porque, a veces, los sueños mandan. A Humberto le va funcionando "el carrito del helado". Lo combina con un trabajo en una empresa poligráfica.

A pesar del domingo, día en que uno generalmente prefiere estar en casa, no se le veía agobiado. El domingo casi todos los comercios abren en Miami. Ya no digamos los grandes almacenes, sino también abren pequeñas y medianas empresas como ventas de peces tropicales o amoladores de tijeras.

No es el mejor día para "el carrito del helado", las escuelas cierran, pero alguna ganancia tendrá Humberto.

Quedan los parques.

Niños en área de Kendall, en Miami. Foto: Jorge Ignacio Pérez.

Humberto Concheso, de 54 años, accedió a conversar para Martí Noticias. Esto quiere decir que los periodistas también trabajamos en cualquier momento.

Descendiente de asturianos, nunca ha pisado España. Es uno de sus sueños. Los otros, como tener empresa propia, los ha ido cumpliendo poco a poco. Según la conversación, el tema de la nostalgia no parece ser el motor impulsor de este "carrito del helado", pero sí funciona a nivel de clientela. Lleva una grabación con alrededor de 50 temas musicales de todo tipo, que selecciona según la época del año y el ambiente de destino. Se ha adaptado al entorno con canciones en inglés parar niños.

Muchos cubanos viven por la zona. "El carrito del helado" está en la memoria del exiliado. Con la melodía de la "Polonesa Heroica", de Chopin, o "El vals de las olas", de Juventino Rosas, llegaba a los barrios, al menos de la capital, y se parqueaba por sorpresa pues no había un día fijo. Eran precios asequibles y productos medianamente aceptables de la marca Guarina. Los helados hacían recordar, a su vez, la época del capitalismo en Cuba.

Pero ese "carrito del helado" transitó solo por los años 70 y principios de los 80, si la memoria no falla. Luego desapareció.

Aquí en Miami vuelve a pasar, como también pasa el amolador de tijeras (y cuchillos) con su música de flauta de bambú, ahora grabada.

Todo está aquí. Es natural que la nostalgia trabaje sin descanso, más cuando se trata de asuntos culturales que tienen que ver con la memoria histórica. Cuando se junta con un hecho sustancial, como lo es una fuente de trabajo, sabe mejor.

Humberto llegó a Estados Unidos en 1994, durante la segunda crisis de balseros. Vino con parte de su familia, pero no llegó en balsa sino por mediación de gestiones migratorias. Antes de montar negocio propio, condujo un camión de carga por carreteras. Hasta México viajaba en ocasiones.

–¿Le ha ido bien en términos generales? –preguntamos.

–No me puedo quejar –dice Humberto y regala un helado al periodista, que no lleva dinero en efectivo.

–Ahora mi sueño es visitar Asturias –recordó finalmente.