El embargo, ruptura o contención

Un hombre pasa en bicicleta frente a una valla alusiva al nuevo año el miércoles 31 de diciembre de 2014, en La Habana (Cuba).

Su propósito era estrictamente económico, aunque se transformó en el imaginario de un amplio sector de quienes enfrentaban el castrismo, en el ariete que daría fin al totalitarismo insular.

El objetivo de Estados Unidos cuando impuso el embargo a Cuba no fue derrocar el régimen de los hermanos Castro. El embargo fue una retaliación, un castigo a las disposiciones que había tomado el régimen castrista en contra de los intereses económicos estadounidenses. El embargo tampoco fue una especie de sanción al castrismo por los fusilamientos o por la situación de los derechos humanos en la isla.

Su propósito era estrictamente económico, aunque es cierto que con el transcurso del tiempo y paralelo a la disminución de la capacidad de la oposición para derrotar la dictadura por medio de las armas se transformó en el imaginario de un amplio sector de quienes enfrentaban el castrismo, en el ariete que daría fin al totalitarismo insular.

Por supuesto que las diferencias ideológicas y políticas estaban implícitas, pero las estrategias de Washington para derrocar la dictadura se instrumentaron por medio de la ayuda al movimiento clandestino en la isla, la expedición de la Brigada 2506 a Bahía de Cochinos, la Operación Mongoose y otras maniobras ofensivas de menor intensidad que con el tiempo desaparecieron de la agenda de los ejecutivos estadounidenses.

Indudablemente que la hostilidad entre los dos gobiernos no desapareció. Cuba se alineó con la Unión Soviética durante la Guerra Fría, y en consecuencia las diferencias entre los dos países se hicieron más graves. Ambos gobiernos nunca dejaron de ser enemigos y procuraron mutuamente, sin llegar a una confrontación abierta, infringirse el mayor daño posible.

Washington mantuvo una política hostil hacia el régimen de La Habana, pero la agresividad de sus estrategias fue disminuyendo. Las nuevas disposiciones podrían ser útiles para entorpecer el fortalecimiento del régimen y neutralizar, aunque fuera parcialmente, su influencia en el exterior, pero no contenía elementos que por sí mismos hicieran posible su derrocamiento.

Por su parte la dictadura insular nunca ceso sus agresiones contra Estados Unidos o sus intereses. La subversión armada que patrocinó en el hemisferio, la presencia mercenaria en África, la constitución del Foro de Sao Paulo, la base de espionaje de Lourdes, la conversión de Venezuela en un centro de desestabilización hemisférica, sin obviar, entre otras prácticas, la intensa actividad que los servicios de espionaje cubano ha desplegado en territorio estadounidense son ejemplos.

El gobierno de Cuba es por naturaleza belicoso y provocador. Durante décadas insufló en la población el odio a Estados Unidos. Responsabilizó a Washington de todos sus errores y fracasos. No en vano Fidel Castro escribió desde la Sierra Maestra a su amiga y compañera en la destrucción de Cuba, Celia Sánchez: "Una vez que la guerra llegue a su fin, comenzaré lo que para mí es una guerra más larga y de mayor envergadura, la guerra que voy a librar en contra de los americanos. Comprendo que este será mi verdadero destino".

La Habana, sin perder tiempo y aunque mantiene relaciones comerciales con más de 170 países, calificó el embargo de bloqueo, asumiendo el rol de víctima de Washington. Un papel que ha cumplido satisfactoriamente a pesar de que el 6,6 por ciento de sus importaciones proceden de empresas estadounidenses, y compañías de ese país suministran el 96 por ciento del arroz y el 70 por ciento de la carne avícola que se consume en la isla.

Un trabajo del periodista Pablo Alfonso en Martinoticias, acota que Cuba ha importado desde Estados Unidos entre el año 2000 al 2014 mas de 4,600 millones de dólares. En el 2012, importó de país que lo tiene "bloqueado" la tercera parte de los alimentos que consumió y en el 2008 adquirió la friolera de 695 millones de dólares en alimentos.

Sin duda alguna el embargo de Estados Unidos a Cuba afecta a este último país, pero es muy peregrino asegurar, aunque la dictadura castrista lo proclame, que el embargo ha sido y es la herramienta clave de Washington para destruirla.

La Casa Blanca optó por la ruptura en los primeros años, después estableció la política de contención en la que el embargo es fundamental y por último instrumentó lo que podría calificarse de convivencia hostil con la dictadura -condición que no fue afectada por la ley Helms-Burton- de ahí el aumento del comercio y los numerosos acuerdos suscritos entre ambos gobiernos.

La nueva política de Estados Unidos hacia Cuba restaría herramientas al arsenal retorico de la dictadura, pero no tiene por qué afectar positivamente la situación de los derechos humanos en la isla, como tampoco sucedió cuando esa medida económica fue impuesta hace casi cincuenta y cinco años.

Washington está a favor del fin del embargo. El problema es que no se sabe a favor de qué está la dictadura cubana, a excepción de sobrevivir a toda costa, aunque incluya dormir con el enemigo.