La muerte de Scalia complica el panorama electoral

El juez de la Corte Suprema de EEUU, Antonin Scalia.

El pueblo va a decidir quién será Presidente; qué partido político tendrá la mayoría en el Senado y entre ellos decidirán quién reemplazaría al Juez del Tribunal Supremo.

Toda elección presidencial en Estados Unidos es importante.

El Presidente, como cabeza del Poder Ejecutivo, es indiscutiblemente la persona de más relieve e importancia en el Gobierno estadounidense.

También en algunas ocasiones ocurre –como este año– que hay un buen número de senadores republicanos que aspiran a ser reelegidos en estados donde los votantes son predominantemente demócratas. Eso presiona a estos senadores a ser más moderados que sus colegas porque, para ganar, ellos necesitan un buen número de electores independientes o afiliados al Partido Demócrata.

Los senadores son electos por seis años y de los 100 que hay, la tercera parte tiene elecciones cada seis años. Por ende, cuando hay elecciones presidenciales, por lo menos la tercera parte de los miembros del Senado también buscan volver a ganar sus respectivos escaños.

Todo esto ocurre cada cuatro años en elecciones presidenciales.

Lo que no es usual es lo que está ocurriendo este año.

Con la muerte de Antonin Scalia, uno de los nueve jueces del Tribunal Supremo y la voz conservadora más oída por sus colegas, las elecciones presidenciales crecen enormemente en importancia.

Scalia, quien fue nombrado por el presidente Ronald Reagan hace 30 años, era la conciencia conservadora del Tribunal Supremo. Su muerte el fin de semana pasado deja un vacío muy difícil de llenar.

Antes de la muerte del Scalia, el Tribunal Supremo decidía muchos casos por el estrecho margen de 5-4 con el voto de Scalia frecuentemente dándole la razón al lado conservador.

Ahora, hasta que el Presidente nombre a un nuevo juez y el Senado apruebe su nombramiento, el Tribunal Supremo está dividido en forma pareja. Hay cuatro jueces conservadores y cuatro jueces liberales. Llegar a una decisión entre ellos va a ser muy difícil.

Es por eso que el presidente Obama ha dicho que en los próximos días, o semanas, va a anunciar su nombramiento. El problema es que el presidente del Senado, Mitch McConnell, ya ha dicho púbicamente que el Senado no va a aprobar ningún nombramiento que haga el Presidente.

McConnell y un buen número de senadores republicanos han dicho que no van a aprobar el nombramiento de un juez hecho por un presidente al que le queda menos de un año en la Casa Blanca.

Obama insiste en que la Constitución le da el derecho –es más, lo obliga– a nombrar a un juez y al Senado a considerar aprobar o negar su nombramiento.

Los republicanos en el Senado y los que aspiran a la Presidencia discrepan de lo que dice el Presidente. Ellos han dicho que el nombramiento de reemplazo a Scalia le corresponde al próximo presidente que será elegido en noviembre de este año y toma posesión el 20 de enero del 2017.

Y, en estos momentos, la mayoría republicana en el Senado tiene los votos para impedir que ningún candidato que ellos no quieran ratificar pueda ser confirmado.

En estos momentos, los republicanos tienen 54 senadores y los demócratas 46 –contando al independiente Bernie Sanders que siempre vota con los demócratas.

Para poder hacer que el Senado considere al juez nombrado por el presidente Obama, los demócratas necesitan el voto de todos sus miembros más el voto de 14 republicanos. O cualquier senador republicano, puede impedir que el nombramiento obtenga un voto de aprobación o rechazo en el Senado con sólo decir que ellos van a "filibustar" dicho nombramiento.

Esto quiere decir que para poder conseguir un voto en el Senado, Obama necesita el voto de todos los demócratas más el de 14 de los 56 republicanos. Esto último va a ser difícil, por no decir imposible.

Por ende, las elecciones de noviembre adquieren mayor importancia.

No sólo está en juego la Presidencia y el control del Senado. Ahora resulta que este año también está en juego el nombramiento de un juez que reemplace a Scalia.

Si los demócratas ganan la Presidencia y el Senado, ellos podrían ratificar el nombramiento de un juez a la Corte Suprema nombrado por un presidente demócrata. En ese caso, el Tribunal Supremo tendría una mayoría liberal o demócrata, algo que hace más de medio siglo que no ocurre.

Pero si el que gana las elecciones para Presidente es un republicano, las cosas seguirán igualito, como ahora.

Todo esto recalca la importancia de las elecciones de noviembre. En las mismas, el pueblo va a decidir quién será el próximo Presidente de este país; qué partido político tendrá la mayoría en el Senado y entre ellos decidirán quién reemplazaría a Scalia.

Pero para que esto ocurra, el Tribunal Supremo tendrá que tomar decisiones con ocho jueces –cuatro liberales y cuatro demócratas.