Cuba entró por la fuerza en 1981 a la embajada de Ecuador en La Habana

  • David Sosa / martinoticias.com

La bandera de Ecuador ondea en la embajada de Ecuador en Londres, Inglaterra, hoy, martes, 14 de agosto de 2012. EFE/Facundo Arrizabalaga

El canciller de Venezuela, Nicolás Maduro, en la defensa de Ecuador ante los ministros de Relaciones Exteriores de la OEA, este viernes 24 de agosto en Washington, trajo a colación los ataques a la Embajada de Cuba en Caracas, durante la insubordinación de 2002 contra el presidente Hugo Chávez, cuando una multitud pretendió entrar por la fuerza y agredir a los diplomáticos cubanos.

El sábado pasado, en Guayaquil, los cancilleres de las naciones que conforman la ALBA, puños en alto, emitieron una declaración conjunta de apoyo al Ecuador ante la “amenaza” (puesta en duda este viernes por algunos cancilleres de la OEA) del Reino Unido, de querer “asaltar” la embajada ecuatoriana en Londres, para apresar al hacker Julian Assange. “Advertimos al Gobierno del Reino Unido de las graves consecuencias que se desencadenarían en todo el mundo en caso de una agresión directa a la integridad territorial de Ecuador en Londres”, señalaba el documento firmado por los cancilleres.

Entre esos cancilleres se encontraba el de Cuba, Bruno Rodríguez, quien al parecer olvidó que esa misma integridad territorial que él defendió esta vez para Ecuador, ya fue violada en febrero de 1981, cuando un grupo élite de Tropas Especiales cubano entró, sin autorización, en la embajada de Ecuador en La Habana, provocando la enérgica protesta del presidente de ese entonces, Jaime Roldós.

El episodio comenzó cuando el viernes 13 de febrero de 1981 (curiosamente un día antes de San Valentín), unos 30 cubanos se tomaron la sede diplomática de Ecuador, manteniendo como rehén al embajador Jorge Pérez Concha (ya fallecido), al Consejero, al Segundo Secretario y a una empleada administrativa cubana (Mercedes Vásquez), con el fin de obtener el estatus de refugiados políticos.

La sede diplomática de Ecuador en La Habana estaba ubicada en la calle 36 entre quinta y tercera, en Miramar, a unos 2 kilómetros de la embajada de Perú, donde en 1980 se habían refugiado miles de cubanos. La zona fue rápidamente acordonada, y a partir de ahí, comenzaron unos días de tensión, con la amenaza latente del gobierno cubano: “Si tocan a los rehenes, actuaremos de inmediato”.

A los rehenes jamás los tocaron. El gobierno ecuatoriano siempre optó por la negociación y voces disidentes, como la de Hubert Matos, le pidieron al presidente Roldós que concediera el asilo a los cubanos. Cuba en un principio había asegurado que no entraría a la sede diplomática sin el consentimiento de Ecuador. Pero el sábado 21 de febrero de 1981, las Tropas Especiales se la tomaron por la fuerza y desalojaron a los cubanos que buscaban el asilo político.

La operación se llevó a cabo a las dos de la madrugada y las fuerzas asaltantes usaron bombas lacrimógenas. Entre un cerco de francotiradores y potentes reflectores se abrieron paso, y violaron esa misma territorialidad que hoy defienden. Unos 20 minutos antes de la intervención el propio Fidel Castro se había apersonado en el lugar para dar las últimas instrucciones.

El día anterior (viernes) a la toma de la embajada ya habían sido liberados tres de los rehenes (el embajador Pérez Concha, el consejero Francisco Proaño y la secretaria cubana, Mercedes Vásquez), gracias a las gestiones de una misión ecuatoriana que había viajado a La Habana para servir de mediadora con los secuestradores de la embajada. Un grupo integrado por Cornelio Merchán, Jaime Moncayo y Luis Gallegos. El comando cubano había liberado antes al Segundo Secretario, Guillermo Bassante.

Ante ese gesto (el de liberación de rehenes) el Ministerio de Relaciones Exteriores de Ecuador había emitido una nota en la que asumía el deseo de mantener a los 30 cubanos bajo su protección. Pero ni así. El gobierno de Cuba mandó a las Tropas Especiales a meterse en la embajada de Ecuador y le dijo al mundo que el gobierno de ese país los había autorizado. Pero el mentís del presidente Roldós fue categórico. Su gobierno “no había autorizado, ni podría autorizar jamás” que la sede de su embajada hubiera sido tomada.

Para el ex ministro de Relaciones Exteriores de Ecuador, José Ayala-Lasso, “esas son actitudes que representan una doble moral, o una doble actitud en la aplicación de un mismo principio jurídico. Si es que uno busca que se respete la Convención de Viena, relativa a las relaciones diplomáticas, es decir que los recintos de embajadas y consulados sean respetados en su inviolabilidad, tienen que, en la práctica, respetar esos recintos. Es como la crítica a la posición asumida por el Ecuador cuando el gobierno justifica la concesión del asilo a Assange, basándose en un presunto deseo de promover la libertad de información, y al mismo tiempo sabemos que internamente ha procedido de tal manera que la mayoría de organismos serios, defensores de los derechos humanos en el mundo, han criticado al Ecuador por violar la libertad de ser informados”.

El episodio del asalto a la embajada de Ecuador en La Habana lo recuerda muy bien el doctor Francisco Huerta quien por ese entonces era candidato a la presidencia de la República y había viajado a Cuba como miembro del Partido Demócrata, que estaba recién fundado en Ecuador. Cuenta que aquellos hechos estuvieron a punto de provocar la ruptura de relaciones con Cuba. Lo impidió el recuerdo de los fecundos lazos entre José Martí y Eloy Alfaro que siempre ha existido entre las dos naciones.

“No queríamos una ruptura de relaciones con Cuba, país al que Alfaro le había solicitado su independencia a la reina María Cristina de España”, comenta Huerta. Pero asegura que no hubo ningún permiso por parte de Ecuador para que entraran en su embajada. “No hubo tal consentimiento para que eso ocurriera. Pero sí recuerdo que gente de izquierda en el Ecuador apoyó el comportamiento de Cuba en ese momento. El sectarismo, ¿no?, todo lo que hace el que es mi amigo es bueno, y todo lo que hace el que no es mi amigo, es malo. Y un ingreso a una embajada sin autorización siempre es malo, y violatorio del derecho internacional”.