Impacto medioambiental y responsabilidad social son dos palabras con las que el emprendedor cubano no está familiarizado. Otras son sus prioridades, pero esto no lo libra de ellas.
“No tienen recursos para pensar en grande. El sueño se reduce al beneficio familiar” apunta el experto en economía Jorge Pérez - López, uno de los participantes en los debates de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana 2016, sobre las reformas raulistas y el incipiente sector privado en Cuba.
El experto, co-autor del libro "Cuba bajo Raúl Castro: Evaluando las reformas", opina que la cultura de escasez que vive el cubano le impide preocuparse por estos asuntos. Antes le interesa garantizar la materia prima que necesita su negocio o lograr que el gobierno otorgue personalidad jurídica a sus pequeñas empresas, dos elementos imprescindibles para alcanzar progreso real.
Para Pérez – López, la causa de esta especie de inocencia empresarial se debe a las restricciones impuestas por el Gobierno, empezando por las escasas 201 categorías establecidas para el sector privado. “No son industrias transformadores; son servicios”, apunta, por tanto su impacto ecológico es a penas visible.
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No obstante, casi sin saberlo los emprendedores cubanos podrían ser más ecológica y socialmente responsables de lo que ellos mismos pudieran pensar.
“La necesidad y el deseo de resolver nos vuelve ecologistas”, advierte Enrique Pumar, profesor de la Universidad Católica de América, y lo explica con una anécdota.
Los trabajadores de una empresa de Delaware, contratados para poner el césped en el Estadio Latinoamericano de La Habana para el juego con los Tampa Bay Rays, vieron cómo varias personas recogían los nylons que cubrían algunos de los productos que llevaron. Al preguntarles el porqué, les respondieron que a esos envoltorios ellos les daban infinidad de usos.
Las carencias han obligado al cubano a reciclar, a acumular todo lo que más tarde pueda serles útil, y el emprendedor actual es heredero de esa cultura del ahorro.
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En otros casos el cubano simplemente rechaza el término responsabilidad social, porque le sabe al adoctrinamiento bajo el que creció, indica Pumar. No se percata que una empresa sólida también debe tener en cuenta su impacto positivo en la sociedad.
Algunas muestras de compromiso social de estos emprendedores llevan segundas intenciones: servir como protección al empresario contra los envidiosos o los informantes que la Policía mantiene en los barrios.
“Hay quien pinta su edificio para mantener buenas relaciones con los chivatos del barrio... o los envidiosos”, comenta Pumar.
El profesor Ted A. Henken, de Baruch College en Nueva York, y presidente de Asociación para el Estudio de la Economía Cubana, ha estudiado de cerca a los emprendedores cubanos en su libro "Entrepreneurial Cuba: The Changing Policy Landscape" ("La Cuba emprendedora: El cambiante panorama de las políticas").
"El cubano por cultura, por familia, es muy solidario, pero el sistema de escasez hace al individuo mirar en el bien propio y no en el de la comunidad”, explica. Pero, llama la atencion sobre iniciativas recientes en que el compromiso con la comunidad “no es un lujo, sino es algo esencial de su visión”.
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Los expertos asistentes al debate coinciden en que está en las manos del Gobierno de la isla potenciar una conducta social y ecológicamente responsable en los nacientes empresarios: basta con abrir espacios para su desarrollo y educarles. Los grandes sueños, entonces, vendrán solos.