Emprendedores se quejan: el gobierno odia que vivamos bien y progresemos

Un vendedor de galletas en La Habana.

Cuando el río suena, es porque piedras trae. Los rumores que llegan a los oídos de Sergio, 29 años, dueño de un taller de reparación de teléfonos inteligentes, computadoras y tabletas en el corazón de La Habana antigua, no son precisamente de buenos augurios.

La lluvia rebota con fuerza en un techado de zinc ubicado en el patio de su casa, donde tiene el taller. Ordenadamente apilados, con el nombre de sus dueños, una docena de torres de computadoras, displays, laptops, tabletas y una veintena de teléfonos celulares esperan por ser reparados.

"En las especialidades técnicas, la fama te la ganas con tu trabajo. Una chapucería provoca comentarios que pueden afectarte. Los clientes son sagrados", expresa Sergio y añade:

“Este es un negocio exigente que te obliga a estar actualizado con los últimos adelantos tecnológicos. En Cuba aumenta el uso de los iPhone y tabletas iPad. Debes tener soportes técnicos y aplicaciones o inventarlos, para que se puedan utilizar en las condiciones nuestras. Eso te obliga a comprar a las 'mulas' piezas y accesorios de recambio. Se rumora que además de tener una cuenta actualizada en el banco, con la entrada y salida de dinero, debes tener comprobantes de las piezas adquiridas. Imagínate tú. Casi todos los negocios cubanos tienen doble contabilidad, al no existir un mercado mayorista y la imposibilidad de importar directamente lo que necesitas. Lo ideal sería que el gobierno creara un marco jurídico y nos permitiera importar o comprar las piezas a precios mayoristas, en el país o en el exterior. Quieren poner orden sin solucionar el asunto del abastecimiento al por mayor, una promesa de hace ocho años”.

En agosto del año pasado, el régimen decidió suspender la entrega de licencias a 27 emprendimientos privados, como el arrendamiento de viviendas y habitaciones, servicios gastronómicos en cafeterías y restaurantes (paladares) y gestiones de permutas y compraventas de viviendas. Y definitivamente suspendió cinco permisos, entre ellos el de carretillero y comprador-vendedor de DVDs.

Un carretillero en La Habana.

Marta Elena Feitó, viceministra primera de Trabajo y Seguridad Social, intentó acallar las críticas y en una entrevista a la prensa estatal aclaró que la suspensión sería temporal “y en pocos meses se reanudaría la entrega de licencias”. Y desde que el 1 de agosto de 2017 la Gaceta Oficial Extraordinaria publicara la Resolución No. 22/2017, han pasado más de nueve meses.

El motivo, aducía la viceministra, era para ordenar el trabajo por cuenta propia, que ya supera los 580 mil trabajadores con salarios de tres a cinco veces superiores a los que paga el Estado. En materia económica, es el único sector que crece en la Isla.

Daniel, dueño de varios autos y dos jeeps utilizados como taxis colectivos, no se cohíbe al decir que “los que crean el descontrol y las irregularidades son las autoridades. Solo piensan en recoger el dinero de los impuestos y fiscalizar que la gente no se enriquezca. No garantizan nada. Eso ha obligado a los emprendedores privados a 'inventar' (resolver por su cuenta) y ser creativos. Legalmente, mi negocio no existe, pero no violo la ley. El problema radica es que esta gente (el gobierno) odia que los cubanos vivamos bien y progresemos. Por eso buscan argucias legales para prohibir a los que tenemos pequeñas flotas de autos o camiones de alquiler. De buena tinta he sabido que cuando reabran la entrega de licencias, el taxista tiene que ser el dueño del automóvil. Al resto, se les permitirá 'botear' (alquilar) si entran a trabajar en las cooperativas de transporte creadas por el Estado”.

Ante el silencio del régimen, las 'bolas' (especulaciones) siguen corriendo. Una funcionaria de la ONAT (Oficina Nacional de Administración Tributaria), aseguró a Martí Noticias, que “cuando se estrene el próximo Parlamento, se reanudará la entrega de licencias. El gobierno no quiere frenar el trabajo particular, solo quiere poner orden”.

'Poner orden' significa aumentar las fiscalizaciones y algunos impuestos. La propia funcionaria admite “que un alto porcentaje de los cuentapropistas subdeclaran impuestos. Un monto nada despreciable, no se declara al fisco”.

Alex, propietario de una paladar al sur de la capital, opina que “es un disparate implementar una serie de medidas impositivas, como elevar los impuestos mensuales o tener que pagar aranceles desde el primer trabajador. Antes estaban excepto de impuestos los primeros cinco trabajadores. Si las cosas cambian, me veré obligado a sacar empleados y aumentar los precios de la comida, que ya he tenido que aumentar en el caso de los platos confeccionados con carne de puerco, pues la libra anda por los 50 pesos. Las trabas de las autoridades tienen un fin: impedir que hagamos dinero. Y eso, por carambola, también afecta a los clientes”.

Sheila, quien renta cinco habitaciones de su amplia casa, no entiende “por qué el gobierno se mete en esa balacera. ¿Qué de malo tiene en que un grupo de personas gane dinero? Si aprueban medidas más restrictivas, además de provocar un mayor disgusto de la población, incentivarán los negocios por la izquierda, porque de alguna forma tenemos que vivir. Desde hace rato este gobierno lo único que da es dolores de cabeza”.

La llegada de Miguel Díaz-Canel al poder no genera entusiasmo entre la mayoría de emprendedores privados consultados.

“Ese tipo es un satélite. No gobierna por sí mismo. Va a cumplir un mes en el gobierno y todavía no le ha dado la cara al pueblo ni explicado cuál será estrategia de gobierno en los próximos cinco años. Es como si en el Palacio de la Revolución hubiera un hombre invisible y, encima, teniendo que compartir con Raúl, que sigue al mando del partido comunista. El Miguel nada más sale en la televisión recibiendo a visitantes extranjeros. Pero no acaba de coger el toro por los cuernos y decir cómo vamos a salir del bache”, expresa Jorge, dueño de una cafetería en San Miguel del Padrón.

Eduardo, economista, considera que “esa actitud errática de Díaz-Canel provoca que aumente la incertidumbre entre los cubanos. Sobre todo entre los trabajadores particulares y los agrupados en cooperativas. Son muchísimas las interrogantes existentes en diversos sectores de la sociedad y el gobierno no responde a ninguna. Ese silencio incentiva los rumores, la incertidumbre y el descontento. Hay una inercia que asusta”.

La Cuba de Miguel Díaz-Canel parece que funciona con el piloto automático. Habrá que ver si el presidente designado está capacitado para dirigir un país que viaja hacia ninguna parte.