La crisis sistémica que vive Cuba, el ciclo de protesta ciudadana y el alto número de presos políticos “complejizan” cualquier intento de mediación, asegura un dossier del laboratorio de ideas Cuba Próxima, con sede en España.
Los académicos e intelectuales participantes se muestran, en general, favorables a una posible mediación de la Iglesia Católica en Cuba, aunque señalan sus limitaciones y la falta de interés por parte del régimen.
“La Iglesia puede ser un mediador, pero no puede cambiar, aunque quisiera, las estructuras totalitarias que existen en Cuba en estos momentos”, dijo la filósofa Elaine Roca Aguiar, una de las contribuyentes del texto, en declaraciones a Radio Martí.
La experta en resolución de conflictos indica que “se requieren cambios profundos y mucho trabajo de la ciudadanía y de las instituciones mediadoras, donde la Iglesia podría cumplir un muy buen papel”.
Añade que otro de los límites de la Iglesia —y de cualquier institución— es que la mediación en Cuba “no está regulada por la ley”.
“La ley que regule la mediación tiene que garantizar que las partes estén igual de empoderadas. No puede ser que una coaccione a la otra, que una esté en demasiada vulnerabilidad con respecto a la otra, porque la solución será injusta. Cualquier acuerdo, luego tiene que ser aprobado por la ley”, explicó.
Una representación de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC) se reunió la semana pasada con el gobernante Miguel Díaz-Canel y otros funcionarios para dialogar sobre "la labor de la Iglesia Católica, la situación socioeconómica del país y el fortalecimiento de los valores en la sociedad, entre otros asuntos", según el gobierno.
La COCC dijo, por su parte, que la “puerta estaba abierta” para futuras conversaciones con el gobierno sobre la excarcelación de presos en la isla, informó entonces la agencia Reuters.
En relación con mediaciones anteriores de la Iglesia, Roca Aguiar recuerda en el dossier que el llamado “diálogo” entre Cuba y Estados Unidos “fue más un proceso de negociación entre gobiernos, que de reparación a la ciudadanía”, por lo que “la sociedad civil quedó en los márgenes”.
El coordinador del documento, Leonardo Fernández Otaño, repara en que “se ha producido un aumento de las voces críticas de la realidad” en el clero, la vida religiosa y el laicado, que “contrastan con tímidos documentos del episcopado”.
“Estos criterios exigen que, en una posible mediación o diálogo político, a diferencia de la época [del cardenal Jaime] Ortega, no se obvie a la sociedad civil, quién ha sido el motor impulsor del último ciclo cívico”, opina el académico.
Ignacio Uría Rodríguez, profesor de Historia Contemporánea, de la Universidad de Alcalá de Henares, afirma que la Iglesia cubana “lo ha probado todo” a lo largo de seis décadas: “el enfrentamiento, el silencio, la colaboración, la denuncia…”.
“En lo esencial, nada ha cambiado, porque el Estado es inmune al derrumbe de la sociedad (…). La Santa Sede, por su parte, apostó ya en los años sesenta por la realpolitik; es decir, asumió que la dictadura no iba a caer y que, por tanto, había que adaptarse e ir ganando pequeños espacios de libertad. En eso sigue. Tristemente, son tan pequeños que se han convertido en irrelevantes, salvo para los beneficiarios individuales (los presos liberados, por ejemplo), agrega Uría.
En el dossier de Cuba Próxima colaboran además Maykel González Vivero, activista LGTBQ+ y periodista independiente, y los laicos católicos Joeluis Cerutti Torres y Julio Pernús Santiago.