Expertos estadounidenses restauran La Vigía

Ernest y Gregory (Gigi) Hemingway en Cuba

Cuando se hartaba del mundo, Ernest Hemingway buscaba su madriguera en el que llamó su país adoptivo. Desde 2005 la finca La Vigía se viene restaurando en Cuba con apoyo voluntario de especialistas norteamericanos.
Como muchos cubanos en los primeros años, Ernest Hemingway fue un entusiasta de la revolución de Fidel Castro. Pero eso había cambiado cuando dejó a fines de los años 60 la isla donde escribió siete de sus exitosas novelas.

“Simpatizó mucho con la revolución en Cuba hasta que las cosas se pusieron demasiado difíciles", recuerda Patrick, de 85 años, único sobreviviente de los tres hijos del escritor, en una entrevista con The Wall Street Journal para un reportaje sobre la finca La Vigía, el refugio cubano de Hemingway.

"No creo que tuviera mucho respeto por [Fidel] Castro. Cuando se fue, sabía que nunca iba a volver. Y eso lo deprimió mucho", agrega Patrick.

Foto de archivo (06/01/07) del interior del museo "Finca Vigía", antigua residencia habanera del fallecido escritor norteamericano Ernest Hemingway.

El enviado del Journal, Finn-Olaf Jones, afirma que de todos los lugares donde Hemingway vivió, ninguno cautivó tanto al novelista como su casa en las afueras de La Habana. Agrega que cuando el autor de “Por quién doblan las campanas” –novela que terminó en el Hotel Ambos Mundos de la calle Obispo--estaba exhausto o lastimado por sus espinosas aventuras alrededor del mundo, se recuperaba en la tranquilidad de La Vigía.

El especial amor a Cuba de quien fuera un nómada consuetudinario hasta que se estableció en la isla lo reafirmó el escritor en un momento cumbre de su carrera: cuando supo que había ganado el Premio Nobel de Literatura en 1954, dijo a sus invitados en la sala de la finca cercana a San Francisco de Paula: "Este es un premio que le pertenece a Cuba, porque mi obra fue concebida y creada en Cuba. A través de todas las traducciones, éste, mi país adoptivo, está presente".

Entrada principal de la "Finca Vigía", antigua residencia en Cuba del escritor Ernest Hemingway.

Un amor que fue correspondido por los cubanos que le conocieron. Entre ellos sobrevive Alberto "Fico" Ramos, que jugó béisbol con Gigi, uno de los hijos de Hemingway, y luego trabajó como pinche de cocina en La Vigía. "Recién mudado aquí paró su convertible donde mi padre para comprarle plantas", recordó Ramos, citado por el WSJ.

Oscar Blas Fernández, otro miembro del equipo de pelota de Gigi, rememora que jóvenes y viejos le llamaban por igual “Papa”. “Tengo 82 años, pero si lo viera caminando por aquí ahora lo volvería a llamar así”, dice.

Hemingway se estableció en Cuba en 1939, para huir de su segunda esposa, Pauline, hacia los brazos de la más joven corresponsal de guerra Martha Gellhorn, Tras pasar un tiempo en el hotel Ambos Mundos de la calle Obispo, ella buscó un lugar más amplio para los dos y que lo alejara de las tentaciones de la ciudad y se decidió por La Vigía, a 30 minutos en auto del centro de La Habana.

Según conoció el reportero del Wall Street Journal, la finca se ha venido restaurando desde 2005 mediante el aporte gratuito de ingenieros, curadores y arquitectos estadounidenses que han trabajado gratuitamente bajo los auspicios de la Fundación Finca Vigía, con sede en Boston. La entidad ha recibido el apoyo de políticos norteamericanos como el senador republicano John McCain y el representante demócrata Jim McGovern, asegura su directora, Mary-Jo Adams

Estatua de Ernest Hemingway en el restaurante Floridita de La Habana.

Unos 3,000 documentos originales han sido catalogados y preservados y se están digitalizando, lo que permitirá exponerlos por primera vez fuera de Cuba.

Desafortunadamente el interés del gobierno cubano en fomentar el turismo ha convertido al autor de “El Viejo y el Mar” en una especie de becerro de oro de los bebedores que se pueden pagar un daiquirí en el bar del restaurante El Floridita.

El enviado del Wall Street Journal describe como una estatua de tamaño natural del escritor, sentada en la banqueta más apartada de la barra, donde Hemingway solía refugiarse de su fama, está ahora siempre concurrida por turistas que quieren brindar con “Papa” daiquirí en mano y ante una cámara fotográfica.

Mientras tanto, apunta Jones, ‘las hermosas y maduras prostitutas con quienes todos los habituales del Floridita se habían acostado alguna vez’, han sido reemplazadas por jóvenes “jineteras”, cubiertas por mínimos shorts, que flirtean con canadienses y europeos mucho más viejos que ellas”,